La escuela saca suspenso en emociones
Espa?a se resiste a implantar t¨¦cnicas para educar los sentimientos, salvo algunos centros pioneros - La corriente divide al profesorado
El peque?o Dar¨ªo (11 a?os, sexto de primaria en un colegio p¨²blico de Madrid) no atiende en clase de lengua porque se aburre y se dedica a interrumpir y a molestar a sus compa?eros. La profesora, tensa porque el curso se agota y apenas ha cumplido la mitad del temario impuesto por Educaci¨®n, pierde los nervios, grita y castiga al alumno a salir al pasillo. Al d¨ªa siguiente, la escena se repite. Y tambi¨¦n la semana siguiente, y la otra, y la otra, y as¨ª hasta entrar en una espiral perversa que a ella la sit¨²a al l¨ªmite de su resistencia y al chico lo va hundiendo en un pozo del que no sabe c¨®mo salir y que le genera rechazo a acudir cada d¨ªa a ese lugar desagradable llamado colegio.
Este sistema rechaza catalogar a un alumno como "un caso perdido"
"Hab¨ªamos llegado al l¨ªmite", afirma un docente de un colegio c¨¢ntabro
El chico colorea su figura de rojo en un cuadro si ha sido revoltoso
La Complutense se neg¨® a incluir la materia en su curr¨ªculo
Un escolar muy similar a Dar¨ªo, pero esta vez sentado en una de las aulas del centro p¨²blico Mar¨ªa Sanz de Sautuola, en Santander, sabe que cuando acabe la clase que ha alborotado debe bajar al despacho del jefe de estudios y colorear en un cuadro que le representa una parte figurada de s¨ª mismo. En rojo, si su comportamiento ha sido malo; verde si ha atendido y ha sido amable con sus compa?eros y profesores, y amarillo si se ha portado regular.
Cuando acuda a clase al d¨ªa siguiente contar¨¢ en una peque?a asamblea qu¨¦ hizo mal, por qu¨¦ lo hizo y c¨®mo cree ¨¦l o sus compa?eros que puede mejorar. Pedir¨¢ disculpas, o se autoimpondr¨¢ alguna tarea en beneficio de los dem¨¢s, y a cambio no se permitir¨¢ que ning¨²n ni?o le insulte o menosprecie por su comportamiento y a ning¨²n docente se le ocurrir¨¢ colgarle la etiqueta de "caso perdido". Los profesores de este colegio, pioneros en Espa?a en la aplicaci¨®n de t¨¦cnicas de inteligencia emocional en la escuela p¨²blica -algunos centros privados hace ya tiempo que las aplican- saben por experiencia que pr¨¢cticamente ning¨²n ni?o es un caso perdido. Todo depende de c¨®mo se le ense?e a reaccionar ante el conflicto.
?Es la inteligencia emocional, como aseguran los profesores que la utilizan, una herramienta eficaz para pacificar el ambiente escolar y contribuir a formar mejores personas? ?O se trata de una moda pasajera, algo ingenua, que no tiene en cuenta que una cosa es la teor¨ªa y otra muy distinta v¨¦rselas cada d¨ªa con un grupo de fieras que s¨®lo piensan en divertirse y se niegan a esforzarse? ?Acaso no hemos aprendido a base de castigos y el que vale, vale, y el que no, al 30% de fracaso escolar que sit¨²a a Espa?a en el furg¨®n de cola educativo de la UE? A muy pocos d¨ªas de la inauguraci¨®n del curso escolar 2008-2009, el debate sigue en pie.
La inteligencia emocional, impulsada por las teor¨ªas del aprendizaje del psic¨®logo Karl Rogers y popularizada por el escritor Daniel Golem¨¢n a mediados de los noventa, consiste en desarrollar la capacidad de sentir; entender las causas de este sentimiento; controlarlo y modificarlo. Para ello existen t¨¦cnicas. El Instituto Espa?ol de Inteligencia Emocional de Madrid es uno de los que las ense?a, especialmente a los profesores. Su instructora, Ana Bay¨®n, explica c¨®mo: "Primero se pone nombre al sentimiento: furia, c¨®lera, rabia, miedo, frustraci¨®n... para saber a que nos enfrentamos. Una vez identificado, sabemos qu¨¦ hacer".
Estos seminarios re¨²nen a los docentes en grupos peque?os y cada profesor verbaliza lo que le preocupa. Los dem¨¢s escuchan. El que habla observa de lo que tanto le preocupa le ocurre a otros profesores, que han salido ya del atolladero. "Toman conciencia de que no est¨¢n solos y de que el problema tiene soluci¨®n", comenta Ana Bay¨®n.
En Espa?a, aunque el sistema educativo no concede importancia a la educaci¨®n emocional -"parece ser no forma parte de nuestra cultura", coment¨® a este peri¨®dico un ex alto cargo de Educaci¨®n- cada d¨ªa son m¨¢s los docentes y pedagogos que son conscientes de su utilidad y tratan de aplicarla, a veces m¨¢s por intuici¨®n que por t¨¦cnica, en sus lugares de trabajo. Otros la rechazan porque entienden que para la soluci¨®n de conflictos internos ya est¨¢n los psiquiatras y los psic¨®logos. Este rechazo suele manifestarse en la negativa a participar en los t¨ªmidos planes de formaci¨®n en "gesti¨®n humana" que de vez en cuando la Administraci¨®n intenta con los profesores de secundaria. Una facultad de la Universidad Complutense de Madrid ha declinado participar en uno de estos cursos alegando que su misi¨®n consiste en formar profesores que dominen la materia que van a impartir en el instituto, y que lo dem¨¢s no es de su incumbencia. Pero, a pesar de todo, la educaci¨®n emocional se abre paso con m¨¢s fuerza, y ya se cuentan por miles los profesores -mayoritariamente del sector privado y de los niveles de infantil y secundaria- que asisten a los cursos y aplican lo que han aprendido con sus alumnos.
En la Federaci¨®n Espa?ola de Religiosos de la Ense?anza (FERE) albergan pocas dudas sobre la utilidad de la inteligencia emocional. Jos¨¦ Ignacio Pe?a y Beatriz Arroyo, del departamento pedag¨®gico-pastoral de la patronal de los colegios cat¨®licos, aseguran que comenzaron con unos pocos seminarios, hace dos a?os, y ahora no dan abasto. "Se ha corrido la voz y cada vez nos piden cursos, tanto para profesores como para directores de centro, porque quienes han participado saben ya que todos, profesores y alumnos, salimos ganando", asegura Pe?a. Para este experto, "resulta desolador" comprobar la poca importancia que nuestra cultura concede a las emociones y eso nos lleva, seg¨²n ¨¦l, a olvidar el papel fundamental de la escuela: "Educar no es s¨®lo transmitir conocimientos. ?se es el segundo objetivo. El primero es formar personas".
Ese concepto lo ha aprendido bien Miguel ?ngel Terreros, un profesor de Infantil de un colegio cat¨®lico. "Cuesta salir de la inercia de juzgar, etiquetar... Pero cuando lo haces, los resultados son espectaculares. Los ni?os te devuelven multiplicados lo que les das. Si ofreces un abrazo, te devuelven diez. Pero hay que saber dar ese paso; hay que saber abrazarles incluso cuando se portan mal".
?Es as¨ª de sencillo? Eduardo Larriera, asesor en inteligencia emocional de la patronal de la ense?anza privada Acade, sonr¨ªe al responder que s¨ª. Aunque discrepa en que se trate de una tarea f¨¢cil. De hecho, muchos la rechazan. "Me producen un cierto p¨¢nico los profesores que piden m¨¢s disciplina y m¨¢s mano dura, porque a¨²n no se han dado cuenta de esa v¨ªa est¨¢ equivocada. Y lo peor es que esos docentes nunca aceptar¨ªan asistir a un curso de inteligencia emocional, cuando en realidad son quienes m¨¢s la necesitan", reflexiona.
No todo son sinsabores. Larriera acaba de recibir un correo de una profesora de secundaria que asisti¨® el pasado mayo a uno de sus cursos. "Un alumno se sentaba con el trasero al borde de la silla y las piernas despatarradas en mi clase de matem¨¢ticas, y as¨ª estaba hasta terminar. Mi reacci¨®n era gritarle: '?Si¨¦ntate bien. Pon la espalda recta!'. Nunca hizo caso". Tras el seminario, esta profesora decidi¨® dedicar diez minutos de la clase a mostrar a sus alumnos una l¨¢mina con un esqueleto humano, detallarles la funci¨®n de sost¨¦n de la columna vertebral y recomendar la conveniencia de cuidarla. "Al d¨ªa siguiente, el chico segu¨ªa con sus malos h¨¢bitos. En lugar de enfadarme, le dije: '?Recuerdas lo que hablamos ayer?". El adolescente contest¨® con un bufido, pero se enderez¨®. Y cada d¨ªa aguant¨® m¨¢s tiempo bien sentado. Ella le transmite su sorpresa al instructor: "Funciona".
En el colegio c¨¢ntabro Ana Sanz de Sautuola lo descubrieron hace seis a?os, al afrontar una situaci¨®n de emergencia. El alumnado, procedente en parte de familias desestructuradas, hac¨ªa dif¨ªcil la convivencia. "Hab¨ªamos llegado al l¨ªmite. Necesit¨¢bamos un plan de choque", recuerda Carlos Rodr¨ªguez, ahora director de este centro p¨²blico. Cambiaron los castigos, gritos y nervios por la paciencia y el di¨¢logo. Preguntaron a sus alumnos qu¨¦ les pasaba. Los profesores se limitaron a escuchar. Despu¨¦s hablaron de soluciones. Desde entonces, y vistos los resultados, aplican las t¨¦cnicas de inteligencia emocional en todos los cursos, desde infantil a sexto de Primaria. La demanda de matriculaci¨®n, los resultados acad¨¦micos y los premios recibidos parecen indicar que han optado por el camino correcto.
Las autoridades educativas, sin embargo, parecen mirar para otro lado. Pere Darder, presidente del Consejo Escolar de Catalu?a, partidario de estas nuevas t¨¦cnicas, se muestra cauteloso: "No pedimos un cambio, pedimos una revoluci¨®n". Y esa revoluci¨®n consiste en volver del rev¨¦s el sistema y desterrar las secuelas de aquel inquietante axioma de la letra, con sangre entra. Con todo, Darder cree que el camino est¨¢ iniciado y no tiene vuelta atr¨¢s.
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