Vaya con la autor¨ªa
No s¨¦ por qu¨¦ motivo pero todo lo relacionado con las atribuciones y las autor¨ªas me da un poco de agobio. Ser¨¢ porque para "atribuir" o "des-atribuir" hay que tener eso que muchos comentaban con exasperaci¨®n respecto al cr¨ªtico americano de los cuarenta del XX Clement Greenberg. Me refiero, claro, al "buen ojo", el que funciona por p¨¢lpitos casi; el que dice esto debe (o no debe) ser de tal pintor. Pues claro que hay documentos -o los hay al menos en algunos casos-, pero probar la autor¨ªa de una pieza es a veces complejo, sutil. Sobre todo, es con frecuencia un ejercicio de poder de quienes poseen ese "buen ojo" que luego, si la suerte acompa?a, se afianzar¨¢ a trav¨¦s de papeles fidedignos.
O no. Da igual: la duda est¨¢ sembrada. Suele empezar por un trazo sospechoso, apenas nada -?a que no va ser de Leonardo? Y sin mediar mucho debate la National Gallery se queda sin un leonardo emblem¨¢tico. O el MOMA sin un pollock. O el Prado sin un goya.
Y no es que moleste que las obras cambien de autor: en absoluto. Los estudios de g¨¦nero han probado c¨®mo tantas atribuciones han adjudicado piezas excelentes pintadas por mujeres a artistas hombres m¨¢s conocidos que ellas. Artemisia Gentileschi es el caso m¨¢s manido y en este momento uno de los m¨¢s indiscutibles respecto a las omisiones del discurso hegem¨®nico, tanto que ha pasado de ser la hija y disc¨ªpula de Orazio Gentileschi a presentarse como la alumna resplandeciente de un pintor menor. Orazio es ahora el "padre de Artemisia". Lo mismo ha ido ocurriendo con Sofonisba Anguissola, educada junto a sus hermanas en las pr¨¢cticas art¨ªsticas y pintora de la corte de Felipe II que la animaba a casarse, cuentan. Carmen Boullosa, autora de una trepidante novela sobre Anguissola y con todos los ingredientes -pasiones, intrigas, amor, ultramar...- para encantar, seguro, tambi¨¦n a quienes amen el arte -La virgen y el viol¨ªn (Siruela)-, comentaba hace semanas desde estas p¨¢ginas lo escurridizo de las atribuciones.
Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de estos asuntos, a m¨ª esto de la autor¨ªa me da que pensar, a lo mejor porque me muero de envidia por no tener "buen ojo". O a lo mejor, sencillamente, porque el mundo est¨¢ lleno de deliciosos falsos que forman parte de lo consensuado as¨ª, falsos como son: desde las chiner¨ªas del XIX -vajillas hechas ex profeso para consumo occidental- hasta el museo rom¨¢ntico de Madrid -con poco de decimon¨®nico y mucho de puesta en escena de mitad del XX-, o la historia que siempre repet¨ªa un amigo y que recuperaba una muestra estupenda sobre falsos que tuvo lugar hace a?os en Londres, "la trucha peluda", una trucha forrada de piel porque ven¨ªa de Alaska. Cuando alguien quiso retirarla del museo con buen criterio cient¨ªfico, llovieron las peticiones de los visitantes: aquel objeto deb¨ªa volver aunque fuera un falso como parte de la historia personal de generaciones enteras.
Y es que no siempre hay que decir la verdad, hay que ser cautos cuando el "buen ojo" alerta -?a que no va ser?-. Imaginen por un momento que fuera cierto que el Guernica de Madrid no es el aut¨¦ntico, que se qued¨® en los s¨®tanos del MOMA hasta nuevo aviso. O imaginen que fue en realidad pintado por Dora Maar -o a medias-. ?C¨®mo cambiar¨ªa eso la vida del cuadro, la de Picasso, la de Maar, la suya, la m¨ªa? ?Dejar¨ªan ustedes de ir a verlo por semejante nimiedad? ?Qu¨¦ vamos a ver cuando vamos a ver un cuadro? ?No ser¨ªa el mismo con otra autor¨ªa el Guernica de Picasso de Dora Maar? Pero nada de p¨¢nicos al ponerse a pensar en esta noticia, posible, como el resto de las atribuciones. No hay de qu¨¦ preocuparse: he advertido que no tengo "buen ojo". .
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