'Hanna' golpea a Nadal
La tormenta tropical obliga a suspender el partido del espa?ol contra Murray tras la victoria de Federer sobre Djokovic
Retumbaban en el aire los aviones que despegaban desde el vecino aeropuerto de La Guardia, pesados, ensordecedores y monstruosos entre las nubes del cielo. Rug¨ªan los gigantes del aire, uno cada minuto y medio en continuada huida de la lluvia, y sobrevolaban la pista Louis Armstrong, donde Andy Murray, pelirrojo encendido con fiereza de fuego, bailaba al son de sus motores sobre Nadal y su orgullo. El espa?ol estuvo desconocido. Llegaron entonces Hanna y su aliento huracanado. La tormenta tropical empap¨® la pista, uniform¨® al p¨²blico con sus azules chubasqueros y oblig¨® a suspender la jornada. Nadal, que marchaba perdiendo por dos sets a cero (2-6, 6-7 y 3-2), deber¨¢ terminar hoy su partido. La organizaci¨®n decidi¨® que la final, en la que estar¨¢ Roger Federer, vencedor de Novak Djokovic (6-3, 5-7, 7-5 y 6-2), se disputar¨¢ el lunes.
La organizaci¨®n del torneo apost¨® por el riesgo al programar las semifinales
"Estoy en mi quinta final. Ya me siento un poco neoyorquino", coment¨® el suizo
"No soy el tipo de persona que se pase la vida queri¨¦ndose demostrar cosas a s¨ª mismo. He pasado por eso y no lo disfrut¨¦. Ya no me molesta nada", dijo Federer tras ganar su partido. El suizo se mont¨® en un coche por la ma?ana, afront¨® los t¨²neles de Manhattan y observ¨® c¨®mo el resto de los veh¨ªculos bajaban desde Queens al centro de Nueva York con las luces encendidas. La humedad llegaba al 89%. La temperatura rozaba los 30 grados. Y el viento bramaba bajo el oscuro cielo encapotado anunciando la llegada de Hanna. A ¨¦l, que tanto depende de su paz interior, no le molest¨®. Visti¨® Federer su negra bandana. Ote¨® la grada de la pista central y la descubri¨® semivac¨ªa. Luego, insensible frente a las circunstancias, carg¨® inclemente, glorioso y serio para derrotar a Djokovic.
Federer est¨¢ de vuelta. Y Nadal, empantanado. El espa?ol parec¨ªa ayer camino de pagar el precio de su fant¨¢stica y agotadora temporada. Toni Nadal, su t¨ªo y entrenador, vivi¨® el encuentro con gesto de piedra. Lo hab¨ªa dicho en la v¨ªspera: "Est¨¢ al l¨ªmite". Y al l¨ªmite jug¨® el partido, cariacontecido, lento y desconocido.
"Estoy feliz por haber conseguido acabar mi partido y espero que tambi¨¦n lo logre mi oponente para que podamos jugar el domingo", hab¨ªa dicho Federer con el cuello bien tapado por una sudadera; "s¨®lo un partido m¨¢s, es todo lo que necesito".
El suizo, cuatro veces consecutivas campe¨®n en Nueva York, no sufri¨® los efectos de la tormenta tropical que aneg¨® la ciudad. La amenaza de lluvia afect¨® peligrosamente a la programaci¨®n y pobl¨® la grada de paraguas. La organizaci¨®n del torneo apost¨® por el riesgo, valorando siempre opciones que minusvaloraron la posici¨®n del n¨²mero uno. Contra la tradici¨®n y la l¨®gica, Federer y Djokovic, que hab¨ªan tenido un d¨ªa menos de descanso, abrieron la jornada a las 11 de la ma?ana, una hora antes de lo habitual en las semifinales. Entonces se decidi¨® trasladar el duelo Nadal-Murray a la pista Louis Armstrong, menor en categor¨ªa y aforo. Con un agravante: arranc¨® una hora y media despu¨¦s del otro, con el riesgo de que el primero terminara y se suspendiera el segundo, como acab¨® ocurriendo. Fue una resoluci¨®n a contrapi¨¦. El espa?ol se enter¨® del cambio unos minutos antes. Sali¨® a la pista malencarado y sabi¨¦ndose en manos del cielo. Y el cielo reparti¨® suerte. Clemencia para Federer. Aguacero para Nadal.
El suizo ya est¨¢ en su tercera final grande en 2008, la quinta seguida en Nueva York. El campe¨®n vuelve a reconocerse frente al espejo. "He tenido buenos momentos. As¨ª es como normalmente juego", me dije. "As¨ª quiero jugar siempre", pens¨¦; "sacando bien, voleando, manteniendo la presi¨®n sobre el rival y llevando el control". "El servicio me sac¨® de algunos problemas. Estoy en mi quinta final. Ya me siento un poco neoyorquino", concluy¨®.
Buscando la inspiraci¨®n de Orantes
Rafael Nadal mir¨® al cielo mientras un recogepelotas sujetaba el paraguas que le proteg¨ªa de la tormenta y se march¨® rezongando a la caseta. Buen momento, buen lugar y buen d¨ªa para buscar la inspiraci¨®n de Manuel Orantes, el ¨²ltimo espa?ol que gan¨® el Abierto de Estados Unidos (1975). Nadal, que reanudar¨¢ hoy a las cuatro de la tarde (diez de la noche en Espa?a) su partido contra Andy Murray con dos sets de desventaja, busca una victoria que parece un Himalaya. Hay, sin embargo, un precedente alentador. Tal d¨ªa como ayer, hace 33 a?os, el granadino Orantes firm¨® lo que los estadounidenses bautizaron como la madre de todas las remontadas: salv¨® cinco puntos de partido frente al corajudo argentino Guillermo Vilas tras ir perdiendo por dos sets y 0-5 en la tercera manga (4-6, 1-6, 6-2, 7-5 y 6-4). Fue premonitorio: acab¨® conquistando el t¨ªtulo. "He visto a Rafa m¨¢s animado con el par¨®n", resumi¨® Toni Nadal, t¨ªo y entrenador del n¨²mero uno. El tenista interpreta la pausa obligada como una oportunidad para mantenerse vivo tras un mal inicio de partido.
Mientras Hanna gritaba, Nadal se march¨® a almorzar al restaurante de jugadores con su familia. Busc¨® la intimidad de su habitaci¨®n del hotel para ver el partido Espa?a-Bosnia. Y acab¨® preparando su nueva batalla. Antes se encontr¨® ante un escenario desconocido. El n¨²mero uno fue recibido por menos de 200 espectadores. Luego, restall¨® el rumor de la marabunta. Desde la pista central a la Louis Armstrong, donde se disputaba el Nadal-Murray, miles de espectadores buscaron su sitio entre carreras, saltos, protestas y m¨¢s protestas. "?Es injusto! ?Nos han hecho correr como animales!", se quej¨® un grupo de aficionados a los que la organizaci¨®n desaloj¨® de las localidades reservadas a la prensa. Luego llegaron la tormenta Hanna y su denso diluvio, una manta de agua ocultando cualquier cosa a m¨¢s de 50 metros. Se citaron los dos tenistas para hoy y su partido oblig¨® a que la final se juegue el lunes. El cambio se mide en d¨®lares.
La organizaci¨®n tendr¨¢ que pagar un d¨ªa m¨¢s a los agentes que forman el dispositivo de seguridad del torneo, que incluye mediciones de radioactividad a la entrada. Tambi¨¦n tendr¨¢ que volver a convocar a miles de voluntarios, soportar el coste de abrir un d¨ªa m¨¢s su pista central, renegociar los contratos de alquiler con la decena de franquicias que sirven la comida y convencer al p¨²blico de que acuda en d¨ªa laborable. "Eso cuesta mucho dinero. Mucho dinero", enfatizaron los responsables, que emplearon a tres meteor¨®logos para organizar el orden de juego. "Y las previsiones", explicaron, "cambiaban cada media hora. Cuando les explicamos la situaci¨®n, Nadal y Murray lo entendieron. Son dos profesionales".
Los responsables del torneo se reunieron durante largos minutos para estudiar si la final deb¨ªa disputarse hoy o el lunes. Su conversaci¨®n estuvo mediatizada por las entradas ya vendidas y los intereses de la CBS, la cadena de televisi¨®n que retransmite el evento. Sobre las negociaciones plane¨® el recuerdo de las once ediciones del Abierto extendidas m¨¢s all¨¢ del segundo domingo por la lluvia. Un caso fue el m¨¢s mencionado. En 1969, cuando el australiano Rod Laver cabalgaba camino de su segundo grande, hubo que alquilar un helic¨®ptero, ponerlo a toda mecha sobre la verde hierba y rezar para que el hurac¨¢n de sus aspas secara el pasto. Hoy, el Abierto de Estados Unidos se disputa sobre cemento. Y ayer Murray era el que iba en helic¨®ptero.
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