La historia de Fannie
Fannie Mae y Freddie Mac, las dos empresas esponsorizadas por el Gobierno (GSE, en ingl¨¦s), garantizan hipotecas por valor de cinco billones de d¨®lares con un capital de apenas 80.000 millones. Con semejante apalancamiento, una variaci¨®n m¨ªnima en las p¨¦rdidas estimadas es suficiente para liquidar todo el capital. A su vez, se han convertido en parte fundamental del entramado financiero de EE UU, ya que al pr¨¢cticamente desaparecer la demanda privada de derivados hipotecarios en los ¨²ltimos meses, han acaparado m¨¢s del 70% de la actividad del mercado secundario. Son parte de la soluci¨®n, pero tambi¨¦n parte fundamental del problema.
Se trata de compa?¨ªas privadas, pero el apellido GSE implica la exenci¨®n de ciertos impuestos y requerimientos contables, y el acceso a una l¨ªnea de cr¨¦dito del Gobierno. Esa estructura privada, combinada con un mandato p¨²blico, cre¨® la sensaci¨®n de que su deuda estaba garantizaba por el Gobierno. Las GSE pudieron acceder al mercado a tipos muy similares a los bonos del Tesoro. Elevaron su deuda sin cesar, comprando m¨¢s hipotecas y generando grandes beneficios. Esa escalada gener¨® una gran influencia pol¨ªtica, que ha impedido varios intentos de control en los ¨²ltimos a?os.
?sta es la historia de algo que parec¨ªa un milagro, generaba beneficios -p¨²blicos en forma de mayor acceso al cr¨¦dito y privados con los dividendos- y no costaba nada. Pero cuando el coste tiende a cero, la demanda tiende a infinito. Las GSE no s¨®lo aumentaron el tama?o de su balance y su apalancamiento de forma desmesurada, sino que poco a poco se adentraron en terrenos m¨¢s arriesgados, como las subprime. Tras a?os de impunidad, la f¨¢bula del emperador desnudo se cumpli¨®: los mercados, de repente, se fijaron en su balance y las acciones se desplomaron, los spreads de su deuda subieron (y con ellos los tipos hipotecarios), y el Tesoro tuvo que comprometerse a inyectar capital si fuera necesario.
El Tesoro pens¨® que esa garant¨ªa ser¨ªa suficiente. Sin embargo, los acreedores de las GSE -Gobiernos y fondos soberanos pero tambi¨¦n bancos que elevan sus p¨¦rdidas a medida que aumentan los spreads de su deuda- presionaron para que el Tesoro inyectara capital y disipara todas las dudas. Ahora hay que asumir que cada d¨®lar que se inyecte eleva el d¨¦ficit y, adem¨¢s, el Gobierno tiene que decidir si mantenerlas como entidades p¨²blicas, privatizarlas tras sanearlas, o disolverlas.
La moraleja es que privatizar los beneficios y socializar las p¨¦rdidas genera incentivos perversos, que si van asociados al mercado inmobiliario se convierten en algo pol¨ªticamente dif¨ªcil de gestionar. Mejor ayudar a los ciudadanos directamente en caso de necesidad y dejar que el mercado decida libremente el coste del cr¨¦dito.
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