Bombas bajo la mesa
Llevo meses fascinado con el escaparate de la librer¨ªa anarquista de la calle de Joaqu¨ªn Costa. Entre los libros resplandece la reproducci¨®n de una bomba Orsini, de las lanzadas contra el Liceo. As¨ª, a bote pronto, tiene aspecto de siniestro mecanismo a lo Jules Verne. Pero ah¨ª est¨¢, tan familiar en esta ciudad sobre la que han ca¨ªdo toda clase de proyectiles; eterno objetivo de los cabreos, desde Felipe V al general Prim, y de Espartero a Franco. Si a eso le a?aden los atentados y la violencia pol¨ªtica, es comprensible que la ciudad guarde muchos recuerdos explosivos.
El Ensanche es uno de ellos, pues -para facilitar la punter¨ªa- antes de Cerd¨¤ estaba prohibido edificar a menos de cierta distancia de la muralla barcelonesa -hasta lugares como la Creu Coberta o la calle de Bonavista, en Gr¨¤cia-, donde se emplazaba la artiller¨ªa en caso de asedio. Barrios enteros como Poble Sec son fruto del ca?¨®n. A lo largo del siglo XIX sus casas no pod¨ªan ser m¨¢s altas de dos plantas, ya que desde el castillo de Montju?c quer¨ªan espacio para afinar el tiro. Si se fijan bien, ver¨¢n que hay muchas fincas de esta barriada que presentan pisos a?adidos sobre antiguas casas m¨¢s modestas, ampliadas con material sobrante de la Exposici¨®n de 1929.
Uno de los platos m¨¢s conocidos de la ciudad son esas croquetas XXL conocidas como bombas
Y eso s¨®lo para empezar. Entre las casas m¨¢s famosas de la ciudad figur¨® la de la Bomba, en la desaparecida calle de Na Avellana. Se llamaba as¨ª porque le cay¨® un pepinazo durante la represi¨®n de las Bullangas de 1842; y el vecindario -como cuchufleta- la dej¨® donde hab¨ªa ca¨ªdo, convertida en llave de paso del gas. Otro tanto hizo el se?or Carreras, con dos bombas que le cayeron en su palacio de la Virreina, incorporadas a un candelabro de 13 brazos (uno por cada hora que dur¨® aquel bombardeo).
Tambi¨¦n desapareci¨® la calle de la Bomba -de Ample a Gign¨¤s-, donde estaba la taberna del mismo nombre que -a finales del siglo XIX- era c¨¦lebre por el "rosario del vino" (procesi¨®n de borrachos que visitaban regularmente una ruta de bares que terminaba aqu¨ª). La que sigue en pie es la calle del Hort de la Bomba, entre Reina Amalia y Carretes. Por cierto, se supone que en el huerto original que da nombre a la v¨ªa estaba la famosa Figuera dels Penjats, lugar preferido por los suicidas de anta?o.
Una parte muy significativa de los almacenes del museo de Historia de la Ciudad son bombas, de piedra o de hierro, encontradas por todas partes. As¨ª no es casual que uno de los platos m¨¢s conocidos de la gastronom¨ªa local sean esas croquetas XXL de patata y carne picada, cubiertas de mayonesa y picante, llamadas significativamente bombas. Tapa urbana que fue inventada -en los agitados a?os treinta- por la se?ora Mar¨ªa Pla, abuela de los hermanos Mag¨ª y Josep Maria Sol¨¦ de la Cova Fumada, ¨²ltima puda todav¨ªa en funcionamiento de la Barceloneta. Aunque pueden probarse versiones igualmente sabrosas en La Bombeta de la calle de la Maquinista, o en La Gran Bodega de la calle de Val¨¨ncia.
A mediados de la d¨¦cada de 1980, con mi amiga Yolanda L¨®pez decidimos -por una ignota raz¨®n- pasar el verano averiguando cu¨¢l era la bomba m¨¢s potente de la ciudad. Y la fuimos a encontrar muy lejos de la Barceloneta, croquetamente en el barrio de Horta. Con los ojos enrojecidos y las mejillas ardiendo, tuvimos que desistir a medio plato, ante la sonrisa socarrona del camarero, que -avisado previamente de nuestras intenciones- nos hab¨ªa puesto una dosis triple de picante. A pesar eso, he vuelto numerosas veces a aquel lugar y -ya sin chuler¨ªa alguna- he comprobado que las tapas del se?or Quimet -en la plaza de Eivissa- son de lo mejorcito que puede catarse. Despu¨¦s no me digan que no les he avisado.
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