Calleja y la crisis
Son muchos los que piensan que hoy d¨ªa no es tan importante lo que realmente ocurre, como aquello que la mayor¨ªa de la gente piensa que sucede. Por eso se ha puesto tan de moda hablar de "relatos" o de "narrativas" para referirnos a la capacidad de construir, de manera m¨¢s o menos efectiva, una explicaci¨®n plausible de aquello que nos sucede, o de aquello que proponemos que suceda. Christian Salmon ha publicado recientemente un libro en el que habla de Storytelling, para referirse a esa especie de m¨¢quina de fabricar historias y de formatear las mentes con la que cada vez m¨¢s a menudo nos enfrentamos.
No hay alto ejecutivo de empresa o gabinete de dirigente pol¨ªtico que se precie que no cuente con un "contador de historias" particular que ayude al mandam¨¢s a formatear adecuadamente ideas, proyectos o excusas. En ese nuevo orden narrativo, muchos de los "cuentos" que nos ofrecen acaban siendo protocolos de domesticaci¨®n que tratan de controlar las conductas sociales a partir de los mecanismos de comunicaci¨®n adecuados. Las elecciones norteamericanas son, estos d¨ªas, una constante pugna de asesores en uno y otro bando para ver qui¨¦n es capaz de presentar a los electores la historia m¨¢s "comprable". Unos desde el atractivo referente del negro capaz de reconstruir un itinerario kennediano ilusionador, otros buscando en la mam¨¢ que acompa?a a sus hijos al hockey (pero que al mismo tiempo dispara su rifle sin ambages), la receta que pueda conectar con el coraz¨®n y la mente del votante estadounidense.
Muchos de los "cuentos" que nos ofrecen acaban siendo protocolos de domesticaci¨®n
En Espa?a, estamos asistiendo ¨²ltimamente a la pugna sobre c¨®mo "narrar" la crisis. En sus proleg¨®menos, la posici¨®n del Gobierno socialista fue negar su existencia. Y esa misma posici¨®n les condujo a decisiones que ahora parecen insensatas, como los cheques regalo en plena campa?a electoral. Esa posici¨®n se mantuvo hasta las mismas puertas de las vacaciones, mientras que ahora la nueva estrategia narrativa es apuntar a razones externas para el tema, aminorando el tama?o del problema y tratando de generar al mismo tiempo un relato esforzadamente optimista sobre la solidez econ¨®mica del pa¨ªs. Desde el PP, evidentemente, la tendencia ha sido la contraria. Magnificar la crisis, minusvalorando el impacto en la econom¨ªa espa?ola de la coyuntura internacional, y achacando la gravedad de la situaci¨®n a la pasividad e inacci¨®n del Gobierno de Zapatero.
Por otro lado, algunos expertos insisten en que todo es un tema de falta de confianza, y achacan a la ciudadan¨ªa, entre otras cosas, su excesiva avaricia al creer que sus propiedades val¨ªan m¨¢s de lo que pensaban, y su excesivo miedo ahora cuando la cosa no es para tanto. La crisis tendr¨ªa pues un fuerte componente psicol¨®gico. Nos cre¨ªamos ricos y viv¨ªamos por encima de nuestras posibilidades, aducen. Lo que no nos dicen, es que ese excesivo optimismo fue significativamente alimentado por instituciones financieras que, a trav¨¦s de tasadores implicados, sobrevaloraban propiedades inmobiliarias y animaban a pedir hipotecas cuantiosas a plazos exagerados. No parece muy serio que los que alimentaron el cuento ahora nos digan que fuimos demasiado cr¨¦dulos.
La ¨²ltima movida ha sido tambi¨¦n digna de an¨¢lisis. El Gobierno de Bush ha decidido inyectar cientos de millones de d¨®lares en las instituciones hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, que estaban a punto de hundirse tras la desastrosa gesti¨®n de las subprime. Si antes el relato era que nunca la interferencia de los poderes p¨²blicos en la econom¨ªa acababa teniendo consecuencias positivas, ahora observamos como se valora como razonable y digna de encomio la postura de la Administraci¨®n norteamericana. Un gesto inmediatamente agradecido con un impacto muy positivo en las Bolsas de todo el mundo. Un analista de Bolsa escrib¨ªa: "quiz¨¢ ¨¦se es el secreto de la primera econom¨ªa del mundo. Saber cambiar de rumbo sin escr¨²pulos ideol¨®gicos". Todos contentos, ya que "la econom¨ªa" ha recibido un gran bal¨®n de ox¨ªgeno. En el relato hegem¨®nico, la econom¨ªa no tiene sesgo ideol¨®gico alguno. Est¨¢ naturalizada. Forma parte del paisaje y parece moverse de manera aut¨®noma, aunque por lo que parece necesite ayudas multimillonarias.
Los emisores m¨¢s potentes de relatos, nos aconsejan tambi¨¦n moderaci¨®n; afirman ahora (no hace seis meses en plena campa?a electoral) que debemos olvidarnos de subidas de salarios m¨ªnimos y que lo que toca es apretarse el cintur¨®n. Despu¨¦s de los a?os de bonanza en que la distribuci¨®n de los beneficios no fue exactamente equitativa que digamos (recordemos que la masa salarial de los trabajadores espa?oles tuvo una subida muy escasa, en comparaci¨®n con los grandes aumentos salariales de dirigentes y ejecutivos de empresa), en estos momentos en que las necesidades sociales van a ir en aumento, resuena el cuento de la moderaci¨®n para evitar, nos dicen, que "la econom¨ªa" empeore.
Seguramente, el gran relato contempor¨¢neo, la madre de todos los cuentos con los que nos obsequian diariamente, es esa capacidad del capitalismo para transformar beneficios en el tema de unos pocos, mientras que los costes son sistem¨¢ticamente lanzados al espacio colectivo. En ese nuevo orden narrativo parece como si pensasen que no tenemos memoria, que no existe la historia. No dejo de o¨ªr la frase con la que mi padre me respond¨ªa cuando trataba de engatusarle con cualquier excusa o divagaci¨®n: "tienes m¨¢s cuento que Calleja". Don Saturnino Calleja tendr¨ªa ahora un magn¨ªfico y renovado espacio para lanzar de nuevo su otrora famosa y popular colecci¨®n de cuentos.
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