El tiempo de los kamikazes
Se cumplen 20 a?os del nacimiento del 'grunge' y el 'gangsta rap' - El nihilismo de bandas como Nirvana o N.W.A. cambi¨® el pop
En 1988, salieron dos discos que generar¨ªan avalanchas musicales y sociales, ambos en ciudades de la costa estadounidense del Pac¨ªfico. En Seattle, un modesto sello editaba Sub Pop 200, recopilatorio de futuribles que reun¨ªa a Nirvana, Soundgarden, Mudhoney y otros arquitectos del sonido grunge; no vendi¨® mucho, pero sugiri¨® que algo estaba ocurriendo all¨ª. En Los ?ngeles, se publicaba Straight outta Compton, el primer disco largo de N.W.A. (Niggers With Attitude), un ¨¦xito que consolid¨® la l¨ªnea m¨¢s agresiva del hip-hop, el llamado gangsta rap.
De alguna manera, la balanza c¨®smica se equilibraba. El grunge parec¨ªa incapaz de vivir consigo mismo, una insatisfacci¨®n que desemboc¨® en el suicidio (1994) de su luminaria mayor, Kurt Cobain. El gangsta rap alardeaba de intenciones homicidas, hasta que varias figuras terminaron acribilladas. Brot¨® sangre de verdad, no los viscosos l¨ªquidos coloreados de El precio del poder, con un Tony Montana (Al Pacino) transformado en modelo empresarial para los chicos del gueto.
Cobain habr¨ªa disfrutado de la aceptaci¨®n masiva del 'punk rock'
Cierto que los barrios californianos del gangsta rap, con sus jardines y sus casas unifamiliares, no encajan en nuestros estereotipos del gueto. Pero est¨¢n envenenados por las rencillas de pandillas (gangs) como los Bloods y los Crips, refugio de descerebrados que defienden sus territorios y disparan contra el que lleve los distintivos equivocados Los tres miembros de N.W.A. -Eazy-E, Dr. Dre, Ice Cube- mitificaron la figura del delincuente bien armado y conocedor de su negocio, enfrentado a polic¨ªas de gatillo f¨¢cil.
Ya exist¨ªan precedentes en la comunidad afroamericana -canciones, libros baratos, pel¨ªculas de blaxploitation- que celebraban las haza?as de pistoleros y proxenetas. Pero N.W.A. y compa?¨ªa crearon un fen¨®meno de retroalimentaci¨®n: los raperos, que siempre se excusan como meros cronistas de la realidad, popularizaron un lenguaje y unos modos de comportamiento que fueron adoptados por millones de adolescentes, incluyendo blanquitos impresionables.
La contundencia de temas como Fuck the police (Jode a la polic¨ªa) no pas¨® inadvertida al FBI y diversos departamentos policiales: el de Nueva York cre¨® una unidad especializada en el seguimiento de la escena del rap. M¨¢s all¨¢ de las p¨¢ginas de sucesos y tribunales, el gangsta rap fue campo de batalla en las guerras culturales: era vituperado incluso por algunos intelectuales y pol¨ªticos negros. La junta de accionistas de Warner fue asediada por activistas conservadores, muchos de ellos miembros de la Asociaci¨®n Nacional del Rifle, que recriminaban a la empresa la publicaci¨®n de Cop killer (Asesino de polis), de Ice-T.
Las pol¨¦micas potenciaron la representatividad del movimiento: durante los noventa, el gangsta fue una de las tendencias dominantes en la m¨²sica popular de EE UU, enriqueciendo a sellos como Death Row, Bad Boy o No Limit. S¨®lo las muertes de 2Pac Shakur y Notorious B.I.G. enfriaron el entusiasmo por los enfrentamientos entre regiones y clanes. Los himnos a las Uzi y las Glock dejaron paso a presumir de otras marcas que son sin¨®nimo de riqueza. Los raperos hardcore ya no explicaban c¨®mo prosperar fuera de la ley; prefer¨ªan alardear de los frutos de sus actividades callejeras. Llegaba la era del bling-bling, las joyas cegadoras que legitimaban las penalidades anteriores. Hasta los ritmos perdieron agresividad: tras N.W.A., Dr. Dre se transform¨® en el m¨¢s solicitado de los productores, gracias al gangsta funk, una m¨²sica m¨¢s l¨¢nguida y org¨¢nica, empapada en humos cann¨¢bicos.
El grunge no se contagi¨® de ese hedonismo. El rock que se hac¨ªa en Seattle y alrededores ten¨ªa mucho de secta juvenil, refractaria a las modas. Se alimentaba de los posos del heavy metal a lo Black Sabbath, derivaba su inspiraci¨®n ideol¨®gica del punk rock brit¨¢nico (que, aparte de The Clash, no funcion¨® comercialmente en EE UU). Depend¨ªa para su supervivencia de un entramado de fanzines, sellos independientes, locales diminutos y fans que alojaban a los grupos de gira. Puro underground.
Musicalmente, sonaba plomizo, denso, descuidado (el adjetivo grungy equivale en jerga a "sucio"). Para algunos, reflejaba el clima lluvioso y la abundancia de la hero¨ªna en las calles de Seattle. Para otros, pretend¨ªa dar un corte de mangas a la creciente prosperidad del noroeste, ejemplarizada por las trayectorias de Microsoft y Starbucks. Aunque su enemigo directo era el rock corporativo, especialmente las muy populares bandas de peluquer¨ªa que ven¨ªan de Los ?ngeles y parec¨ªan pat¨¦ticos anuncios vivientes del sexo, drogas y rock and roll.
El grunge era rock con ideolog¨ªa feminista, que rechazaba el machismo californiano. Se pretend¨ªa alternativo y desconfiaba del negocio. De hecho, muchos de los bandazos vitales de Kurt Cobain parecen provenir de los conflictos entre el deseo de mantener su credibilidad indie y las exigencias de su estrellato. El pacto para saltar del diminuto sello Sub Pop a una compa?¨ªa potente, Geffen, fue interiorizado por Cobain como una traici¨®n. Aqu¨ª, los m¨²sicos eran m¨¢s puritanos que sus propios fans: se deploraba el lanzamiento de Pearl Jam por la poderosa Epic y su impacto inmediato.
As¨ª que el grunge muri¨® de ¨¦xito. Aquella reconfortante imagen de chicos asc¨¦ticos, con vaqueros desgastados y camisas de le?ador, chocaba con la realidad de la primera divisi¨®n del rock: se hab¨ªan convertido en grupos millonarios, embarcados en giras internacionales y sometidos a los condicionantes habituales de grabar discos que vendieran m¨¢s que los anteriores, de entenderse con el todopoderoso canal MTV y Ticketmaster (la empresa que gestionaba, con altos m¨¢rgenes, la venta de entradas para conciertos). Deriv¨®, adem¨¢s, en posturas ap¨¢ticas, f¨¢cilmente parodiables y comercializables.
A su modo, sin embargo, el grunge rompi¨® la mentalidad hegem¨®nica de las grandes discogr¨¢ficas, habituadas a dirigir el gusto musical. Tras el boom de Nirvana, ocurrieron otros asaltos de abajo arriba, desde la (tard¨ªa) aceptaci¨®n masiva del punk rock a la implantaci¨®n de fen¨®menos marginales como el emo. De haber decidido aguantar, Cobain lo habr¨ªa disfrutado.
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