"Que no nos den una versi¨®n falseada de la Historia"
Jos¨¦ ?lvarez Junco vive desde 1972 en una casa que parece el espejo de su serenidad como historiador, como catedr¨¢tico y como persona. Con ese esp¨ªritu abord¨® la Espa?a del siglo XIX en Mater dolorosa; con el mismo car¨¢cter enfoc¨® su tarea de director del Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales, que ocup¨® durante cuatro a?os hasta el ¨²ltimo mes de mayo, y con ese modo de ser afront¨® la tarea de ayudar a pensar en la Ley por la que se Reconocen y Ampl¨ªan Derechos y se Establecen Medidas a Favor de Quienes Padecieron Persecuci¨®n y Violencia Durante la Guerra Civil y la Dictadura, que la gente ha dado en llamar Ley de la Memoria Hist¨®rica. Ahora que ha vuelto con fuerza la ola de este debate sobre la guerra y sobre la represi¨®n posterior, ?lvarez Junco interviene en la pol¨¦mica en una entrevista que refleja ese aire reposado con el que el historiador afronta las espinas del pasado.
"La Ley de Memoria Hist¨®rica no es muy audaz, pero no se pod¨ªa hacer otra cosa"
"Me parece que hay que impulsar la iniciativa de Garz¨®n, lo ¨²nico que pide es informaci¨®n"
"La Iglesia est¨¢ desorientada. No reconoce los propios errores y echa la culpa al Gobierno de que hay una conspiraci¨®n sat¨¢nico-mas¨®nica de la que forma parte Zapatero"
Pregunta. Usted escribi¨® hace once a?os un art¨ªculo en el que tachaba esa famosa frase de Santayana: "Los pueblos que carecen de memoria est¨¢n condenados a repetir el pasado".
Respuesta. El pasado no se repite. Las sociedades y las coyunturas cambian. Hay otra frase muy repetida: "Tenemos una deuda con nuestros muertos". A un muerto no le puedes pagar una deuda. A quien le mataron a su padre no se lo podemos devolver vivo... El objetivo de una ley de este tipo no es hacer justicia con los muertos ni evitar que se repita una y otra vez el pasado.
P. ?Cu¨¢l es, entonces?
R. Generar confianza entre los ciudadanos y las instituciones. Que los ciudadanos sepan lo que ocurri¨®, gracias a la acci¨®n de las instituciones. Cuando se hace algo de este tipo no es que acabe ganando el bueno al final de la pel¨ªcula, pero s¨ª, al menos, sabemos cu¨¢ntos inocentes quedaron en la cuneta y qui¨¦nes fueron los culpables. Eso es lo ¨²nico que puede conseguir una ley as¨ª tras una tragedia colectiva ya tan remota en el tiempo.
P. Que la gente sepa.
R. S¨ª, que al final se sepa que ganan los buenos, o al menos que no nos den una versi¨®n falseada de la Historia. Un Gobierno que quiera generar confianza tiene que actuar con sentido de la justicia; no puede actuar en plan sectario.
P. Su colega ?ngel Vi?as escribi¨® el otro d¨ªa en EL PA?S esta frase: "?Qu¨¦ tiene el pasado espa?ol para que su escrutinio deba permanecer cerrado a cal y canto?".
R. Es una observaci¨®n exagerada, creo. El escrutinio del pasado no ha permanecido cerrado a cal y canto. Incluso en los momentos ¨¢lgidos de la transici¨®n, la revista Intervi¨² sacaba reportajes sobre fosas en las que hab¨ªa cuerpos de fusilados. Y hubo libros, y pel¨ªculas. O sea, que decir que ese pasado ha permanecido en secreto es, como m¨ªnimo, exagerado. Otra cosa muy diferente es que en la transici¨®n hubiera un pacto de no hacer justicia, ni mucho menos represalias, contra los responsables de aquellos hechos violentos. Ese pacto s¨ª existi¨®. Pero uno de olvido y de silencio creo que no.
P. ?Y qu¨¦ le parece ese pacto visto desde hoy?
R. Creo que fue una de las claves de la transici¨®n. Las circunstancias no eran precisamente ideales: los franquistas ten¨ªan el poder y los medios de represi¨®n. La oposici¨®n ten¨ªa la capacidad de movilizaci¨®n en las calles, pero ellos ten¨ªan los aparatos de represi¨®n. Los dos lados eran d¨¦biles, y se vieron obligados a pactar.
P. ?Y qu¨¦ se hace ahora, cuando ya no parece necesario el pacto?
R. Ahora que est¨¢n muertos los ejecutores, ?c¨®mo vamos a hacer justicia? Y algunos protagonistas de un lado y otro que siguen vivos tuvieron un papel fundamental en la transici¨®n; sin ellos no podr¨ªa haberse hecho.
P. ?Y qu¨¦ se hace con la gente que quiere saber d¨®nde est¨¢n sus muertos?
R. Hay que apoyarles. Y as¨ª lo hace la ley: el Estado prestar¨¢ su apoyo a quienes tomen esa iniciativa [de buscar a sus muertos]. La ley adopt¨® a este respecto una l¨ªnea intermedia, y no lo que ped¨ªan algunas asociaciones, que era que el Estado se encargara de una tarea sistem¨¢tica de exhumaci¨®n e identificaci¨®n. En los art¨ªculos 13 a 16 se establece que las administraciones p¨²blicas colaborar¨¢n con los familiares o las asociaciones que deseen localizar e identificar los restos de los desaparecidos; que les prestar¨¢n medios t¨¦cnicos, apoyo jur¨ªdico e incluso subvenciones; que se elaborar¨¢n mapas donde se localicen esos restos, se prestar¨¢n medios forenses para identificar, contrastar ADN, etc¨¦tera. Los interesados son los que deben tomar la iniciativa, y la Administraci¨®n apoyar¨¢. La Administraci¨®n no lo va a hacer por iniciativa propia.
P. ?Y qu¨¦ le pareci¨® a usted la ley?
R. No es una ley muy audaz, muy rompedora, y no satisface a las Asociaciones de la Memoria Hist¨®rica, que ped¨ªan m¨¢s; pero tampoco en las circunstancias en las que sali¨® se pod¨ªa hacer otra cosa. Es una ley prudente y moderada.
P. ?Reabre heridas?
R. Creo que ¨¦sa no es su intenci¨®n. Pero pensemos en un pueblecito donde siguen viviendo a cientos de metros de distancia los nietos del ejecutado y los nietos del ejecutor. El d¨ªa que se saquen los restos del ejecutado, los lleven al cementerio, se ponga una l¨¢pida, se haga un peque?o acto de homenaje, ?qu¨¦ estar¨¢ haciendo la familia del ejecutor? Probablemente estar¨¢n metidos en sus casas, furiosos, avergonzados... ?Esto es reabrir heridas? Pues s¨ª, para ellos reabre heridas. Quiz¨¢ no deber¨ªa reabrirlas; lo m¨¢s inteligente para ellos ser¨ªa ir al cementerio, sumarse al acto de homenaje y decir: "Nosotros no tenemos nada que ver con aquella brutalidad". Pero no es probable que lo hagan.
P. ?C¨®mo ve lo hecho por Garz¨®n?
R. Me sorprendi¨®, no estaba previsto en la ley. Lo previsto es que fueran particulares y que les apoyaran "las administraciones p¨²blicas competentes". Que de repente se metiera el poder judicial no era lo previsto. Pero en cuanto pasaron unos minutos me pareci¨® que hab¨ªa que impulsar esta iniciativa de Garz¨®n. Lo ¨²nico que est¨¢ pidiendo es informaci¨®n.
P. ?Y cu¨¢l es su sensaci¨®n leyendo las historias que ocurrieron?
R. Mi sensaci¨®n es doble. La primera y m¨¢s importante es de horror y de apoyo a los herederos sin la menor duda. Aquello fue una brutalidad. Y que conste que si fueran del otro lado me ocurrir¨ªa lo mismo. En sitios como Catalu?a, hay que tener en cuenta que quien domin¨® durante la mayor parte de la guerra fue la izquierda, y que, por tanto, muchas de las v¨ªctimas son gentes de derechas, a quienes no se pide ahora que se les hagan homenajes. Claro que ya se los hicieron en su d¨ªa, sin duda, pero la democracia tambi¨¦n deber¨ªa hacerlos. La democracia deber¨ªa reconocer al se?or al que se fusil¨® por "fascista", porque ten¨ªa unas tierritas y porque iba a misa; pues eso fue una brutalidad. A una democracia no deber¨ªa bastarle con que el franquismo ya les hiciera homenajes en su d¨ªa.
P. ?Y la otra sensaci¨®n?
R. La necesidad de ser prudente. Las instituciones en Espa?a son s¨®lidas, estables, no parece que tengan ahora mismo peligros ni amenazas de ninguna clase; pero la tragedia de hace setenta a?os fue tal que no es cosa de tentar al diablo. Por otra parte, en la transici¨®n se hizo un pacto, y los pactos est¨¢n para ser respetados.
P. ?Y c¨®mo ha de respetarse ¨¦ste?
R. No es cosa de empezar con represalias ni con exigir responsabilidades, que por otra parte se han extinguido. Las responsabilidades penales no se transmiten a los herederos, se extinguen con la muerte del dictador. Pero estoy a favor de la clarificaci¨®n total.
P. ?Qu¨¦ piensa de la reacci¨®n del PP y de otros sectores de la sociedad sobre las heridas que se reabren?
R. Pues algo de raz¨®n tienen, como ya le dije, porque en alguna medida las heridas pueden reabrise. Pero si ellos fueran un poquito m¨¢s generosos y m¨¢s inteligentes sabr¨ªan distanciarse de la derecha de los a?os treinta. La verdad es que ellos no son la derecha de aquellos a?os, no han matado, no tienen un proyecto totalitario fascista ni son exactamente nacional-cat¨®licos. Son un partido conservador, dentro de un sistema democr¨¢tico, y eso es leg¨ªtimo. Que marquen las distancias, igual que la izquierda debe marcar distancias. Tampoco la izquierda actual, el PSOE, por ejemplo, es el PSOE de Largo Caballero. Ni Izquierda Unida son los bolcheviques revolucionarios... Y deber¨ªan tenerlo claro.
P. ?Y el PP c¨®mo tendr¨ªa que marcar distancias?
R. Pues dejando este tema de lado, por ejemplo; incluso deber¨ªa apoyar la Ley de V¨ªctimas. Lo que hizo el PP el 20 de noviembre de 2002, apoyando una condena del franquismo en el Parlamento, que se aprob¨® por unanimidad. Aquello fue inteligente.
P. Y el PSOE, ?c¨®mo se tendr¨ªa que distanciar?
R. Pues reconociendo que no es el PSOE de Largo Caballero, reconociendo que no hay un proyecto de revoluci¨®n sovi¨¦tico; es evidente que no lo hay, y lo sabemos todos. Pues recon¨®zcanlo.
P. Dice el PP que todo esto es una cortina de humo para ocultar la crisis...
R. Eso se puede decir de cualquier cosa, y algo de raz¨®n puede que haya, porque el Gobierno est¨¢ interesado en que no se hable tanto de crisis. Que una de sus intenciones sea ¨¦sa, pues es posible, pero no es lo m¨¢s importante. ?El tema merece ser puesto sobre la mesa o no? Yo creo que lo merece.
P. Dec¨ªa que el PP y el PSOE deber¨ªan tomar distancias con respecto a ¨¦pocas pasadas. ?Y la Iglesia?
R. La Iglesia est¨¢ desorientada y un tanto desesperada porque est¨¢ perdiendo terreno y no sabe c¨®mo evitarlo. No reconoce los propios errores ni la evoluci¨®n de la sociedad, y echa la culpa al Gobierno de que hay una conspiraci¨®n sat¨¢nico-mas¨®nica de la que forma parte Zapatero. Y lo que no quiere reconocer es que, sin necesidad de acci¨®n gubernamental alguna, s¨®lo va a misa el 20% de los espa?oles, y s¨®lo va el 10% de los j¨®venes... Eso le resulta muy dif¨ªcil de comprender a una instituci¨®n que se cree enviada por Dios para ejecutar su suprema voluntad...
P. En el tema de la memoria hist¨®rica, siguen poniendo los pelos de punta aquellos obispos bendiciendo la Cruzada, con el brazo en alto...
R. Y a los obispos tambi¨¦n eso les deber¨ªa poner los pelos de punta.
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