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Reportaje:

Ser un Bin Laden

1. La escapadaz

El 13 de septiembre de 2001, Jason Blum, un antiguo agente de polic¨ªa que hab¨ªa pasado a trabajar para una empresa de seguridad privada, recibi¨® una llamada de Airworks Inc., un intermediario de Bolsa de Nueva Jersey de operaciones de vuelos ch¨¢rter. La empresa estaba organizando un vuelo para sacar a miembros de la familia Bin Laden de Estados Unidos, seg¨²n dijo su representante. Dados los acontecimientos de las 48 horas anteriores, Airworks hab¨ªa decidido contratar a un guardia de seguridad para proteger a la tripulaci¨®n del avi¨®n: el piloto, el copiloto y varios auxiliares de vuelo. No obstante, Blum no tendr¨ªa permiso para llevar un arma a bordo, deber¨ªa confiar en su ingenio y su formaci¨®n en artes marciales.

Blum pregunt¨® qu¨¦ llevar¨ªan consigo los miembros de la familia Bin Laden. ?Armas, dinero? ?Los hab¨ªa obligado a marcharse el FBI? El representante del vuelo ch¨¢rter le asegur¨® que esas cuestiones estar¨ªan resueltas. Blum acept¨® el trabajo. M¨¢s adelante le dijeron que llegara a una terminal de aviaci¨®n privada del aeropuerto internacional de Los ?ngeles a las siete de la ma?ana del 19 de septiembre.

Cuando lleg¨® el d¨ªa, Blum se visti¨® con traje y corbata y se dirigi¨® en coche al aeropuerto. All¨ª lo recibieron varios agentes del FBI que lo cachearon y revisaron su bolsa de mano, y luego lo escoltaron a bordo de un Boeing 727. El avi¨®n pertenec¨ªa a Ryan International, una compa?¨ªa de vuelos ch¨¢rter con base en el medio oeste. Anteriormente, el equipo de b¨¦isbol Baltimore Orioles y, m¨¢s recientemente, el equipo de baloncesto Chicago Bulls hab¨ªan utilizado ese avi¨®n en concreto para desplazarse. La cabina era lo bastante grande para que cupieran unos 180 asientos si el avi¨®n estuviera destinado a una l¨ªnea comercial, pero, para adaptarse a los equipos de deportes, estaba equipada con m¨¢s lujo. Hab¨ªa unos treinta asientos de piel azul muy c¨®modos y una barra de bar en forma de semic¨ªrculo donde los pasajeros pod¨ªan estar de pie y charlar.

Al entrar, Blum vio que s¨®lo hab¨ªa dos personas a bordo, ambas mujeres. Una se present¨® como una agente del FBI. La otra, una mujer de cuarenta y tantos a?os, vestida con el estilo elegante pero profesional de una empresaria estadounidense, era Najia Bin Laden.

Todos los agentes del FBI se fueron, las puertas del avi¨®n se cerraron y Blum se sent¨® a hablar con Najia. Estaba "visiblemente disgustada" y "temblorosa", seg¨²n recuerda Blum. Describi¨® la experiencia novedosa de ser cacheada por una agente del FBI antes de subir a bordo, Blum le cont¨® que acababa de pasar por el mismo procedimiento, y se rieron de la situaci¨®n.

Najia dijo que hab¨ªa vivido durante a?os en Los ?ngeles, en el barrio de Westwood, y que le encantaba California del Sur. Montaba a caballo, jugaba al polo y tomaba clases de vuelo, y no quer¨ªa volver a Arabia Saud¨ª. Habl¨® de "lo terrible que era aquella situaci¨®n y lo horrible que era para el nombre de su familia", relata Blum.

Unos d¨ªas despu¨¦s de los atentados de Nueva York y Washington, sigui¨® Najia, fue a un gran centro comercial en el oeste de Los ?ngeles a comprar ropa. La cajera mir¨® su tarjeta de cr¨¦dito e hizo un comentario despectivo. M¨¢s adelante empez¨® a temer por su vida. Los agentes del FBI hab¨ªan visitado su casa el 17 de septiembre, y ella les dijo que estaba muy afectada por los atentados suicidas porque "la violencia no es propia del islam".

Najia le dijo a Blum que llevaba treinta a?os sin hablar con Osama. No pod¨ªa creer que un miembro de su familia hubiera hecho algo semejante.

Blum le dijo que tal vez al final el culpable resultaba ser otra persona. Le coment¨® que tras el atentado terrorista de Oklahoma City en 1995, gran parte de las especulaciones iniciales se hab¨ªan centrado en los extremistas musulmanes, y luego result¨® ser una conspiraci¨®n terrorista local.

Najia le contest¨® que no, que aquello era obra de Osama.

Ten¨ªa un Cor¨¢n en las manos. Mientras el avi¨®n aceleraba por la pista y se elevaba, ella abri¨® las p¨¢ginas del libro y se puso a leer.

En alg¨²n lugar por encima de Arizona, Blum se asom¨® a la cabina de mandos para hablar con el piloto, que ten¨ªa unos cuarenta y muchos o cincuenta y pocos a?os. El copiloto era una mujer que dijo haber volado antes con Southwest Airlines. El capit¨¢n le pregunt¨® a Blum qui¨¦n era, para qui¨¦n trabajaba y por qu¨¦ estaba en el vuelo.

Blum explic¨® que antes era polic¨ªa, pero que en esos momentos trabajaba de guardia de seguridad para proteger a la tripulaci¨®n.

El piloto pregunt¨® por qu¨¦ iba a necesitar ¨¦l seguridad. S¨®lo iban a recoger a algunos estudiantes universitarios a Florida y a otros a Washington, para luego llevarlos a Boston. Luego pregunt¨® si ten¨ªa una lista de los pasajeros.

Blum se detuvo. S¨ª la ten¨ªa, pero estaba llena de nombres Bin Laden, y era obvio que el capit¨¢n no hab¨ªa sido informado. No obstante, no le parec¨ªa bien mentir a un piloto de avi¨®n, sobre todo estando en el aire, as¨ª que le entreg¨® el papel.

"El tipo se puso blanco, blanco como la pared", recuerda Blum. Estaba muy enfadado cuando entreg¨® los datos a la copiloto. Se los pasaron unos a otros. Luego sacaron cigarrillos y empezaron a fumar como carreteros. Blum encontr¨® sus Marlboro y se uni¨® a ellos.

El piloto y la copiloto se pusieron en contacto con su compa?¨ªa de vuelos ch¨¢rter y le transmitieron una serie de quejas irreverentes. La tripulaci¨®n le dijo a Blum que no se ofendiera, pero que les preocupaba un poco su capacidad de controlar la situaci¨®n cuando el resto de los Bin Laden subiera a bordo, en caso de que algo fuera mal.

(...) Luego, los auxiliares de vuelo se dieron cuenta de qui¨¦n figuraba en la lista de pasajeros. "Se pusieron hechos una furia", relata Blum.

Finalmente aterrizaron en Orlando, a ¨²ltima hora de la tarde seg¨²n el horario de la costa este. La tripulaci¨®n del ch¨¢rter hab¨ªa decidido sus exigencias: como les preocupaba su seguridad y se sent¨ªan enga?ados, no iban a volar m¨¢s all¨¢ de Orlando a menos que les pagaran 10.000 d¨®lares m¨¢s.

Blum se enter¨® de que un canal de televisi¨®n estaba informando de que un vuelo relacionado con el 11 de septiembre, la noticia no concretaba qu¨¦ tipo de relaci¨®n, se estaba preparando para despegar en Orlando. "Genial", pens¨® Blum. Empez¨® a preocuparle que alg¨²n chiflado apareciera con un rifle a disparar al azar contra ellos en el asfalto o que intentara dispararles desde el cielo.

Sali¨® del 727 para controlar qui¨¦n y qu¨¦ sub¨ªa a bordo. Su plan de vuelo se encontraba en espera indefinida debido a las exigencias de la tripulaci¨®n. Tres agentes del FBI patrullaban por el asfalto y la terminal.

Blum habl¨® por el tel¨¦fono m¨®vil con un jefe de Ryan Air: cuanto m¨¢s tiempo pasaran en el asfalto, m¨¢s peligro corr¨ªan de convertirse en un objetivo, argumentaba Blum.

Blum vio a un hombre alto, tal vez midiera un metro ochenta, guapo. Luc¨ªa un bigote fino. Era igual que Osama Bin Laden, pens¨® Blum, excepto que llevaba gafas de sol de dise?ador y un traje de Bijan de 5.000 d¨®lares.

Jalil Bin Laden se present¨® y se disculp¨® ante Blum, dijo que sent¨ªa que fuera necesaria su presencia.

Najia sali¨® y le pregunt¨® a Jalil a qu¨¦ se deb¨ªa aquel retraso. Blum se lo explic¨®: la tripulaci¨®n de vuelo no estaba informada de su identidad. Uno de los problemas era que les daba p¨¢nico volar con ellos; el otro, que quer¨ªan m¨¢s dinero. Jalil, exasperado, dijo que les dieran lo que quisieran. "Salgamos de aqu¨ª de una vez".

La tarde del 13 de septiembre, el mismo d¨ªa que hab¨ªan llamado a Jason Blum por el vuelo de los Bin Laden, el pr¨ªncipe Bandar Bin Sultan, embajador saud¨ª en Washington, se reuni¨® con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca. Fumaron puros en el balc¨®n Truman, con vistas al South Lawn. El n¨²mero de fallecidos a¨²n no estaba confirmado, pero se sab¨ªa con certeza que eran miles. Las im¨¢genes televisivas de los atentados y sus consecuencias, los oficinistas impotentes que saltaban hacia la muerte desde las Torres Gemelas, las caras desencajadas por las l¨¢grimas y cubiertas de polvo de los heridos, los fragmentos de papel y escombros, los improvisados tablones de anuncios repletos de fotos de los desaparecidos... todo estaba a¨²n latente en el pa¨ªs como una corriente chispeante. Era dif¨ªcil prever lo que significar¨ªan aquellos acontecimientos en ¨²ltima instancia para la alianza entre los Gobiernos de EE UU y Arabia Saud¨ª, pero era obvio que se producir¨ªa un replanteamiento por ambas partes.

Bandar insisti¨® m¨¢s tarde en que aquella noche no molest¨® a Bush con los planes en los que hab¨ªa estado trabajando en la Embajada saud¨ª para evacuar a la familia Bin Laden, as¨ª como a las varias docenas de miembros de la familia real saud¨ª y su s¨¦quito que viv¨ªan en EE UU. (Un grupo de miembros de la familia real hab¨ªa llegado al pa¨ªs antes del 11 de septiembre para comprar caballos purasangre en Kentucky, otros hab¨ªan ido de vacaciones a California y Las Vegas). Seg¨²n Bandar, llam¨® directamente al FBI para obtener permiso para los vuelos ch¨¢rter que hab¨ªa organizado, y asegurarse de que los ciudadanos saud¨ªes recib¨ªan la protecci¨®n adecuada ante posibles ataques vengativos. "Esas personas estaban repartidas por todo el pa¨ªs, y con el ambiente caldeado de aquel momento nos preocupaba que alguien se dejara llevar por las emociones y les hiciera da?o", dijo Bandar. No dijo a qui¨¦n hab¨ªa llamado del FBI, pero manten¨ªa una excelente relaci¨®n con el director, Louis Freeh. Tras arreglar las cosas con la oficina, Bandar llam¨® a Richard Clarke, el director del departamento de antiterrorismo de la Casa Blanca, que le dijo: "No tengo ning¨²n problema si el FBI no ve ning¨²n inconveniente".

Pasados unos tres o cuatro d¨ªas del 11 de septiembre, Bandar tambi¨¦n llam¨® a Fred Dutton, un abogado de Washington que hab¨ªa ejercido de asesor legal y pol¨ªtico para la familia real saud¨ª durante muchos a?os. Bandar le explic¨® que algunos hermanos de Osama estaban en Estados Unidos y quer¨ªan recibir consejo legal. "Hable con ellos para ver si puede ayudarles", le dijo Bandar. Dutton se mostr¨® remiso, pero acept¨®.

Dutton era un abogado decano de Washington de pelo canoso, ten¨ªa setenta y tantos a?os, un hombre que cuidaba su reputaci¨®n y que hablaba con precisi¨®n y cautela. Se dirigi¨® al hotel Four Seasons, en el borde de Georgetown, y subi¨® en ascensor a una suite de dos habitaciones. All¨ª se present¨® a Shafiq Bin Laden y Abdullah Bin Laden, el licenciado en derecho por Harvard. Los dos hermanos llevaban traje. Los tres se sentaron a hablar en la zona del sal¨®n de la suite.

Shafiq Bin Laden asist¨ªa a un congreso de inversores del Carlyle Group en el hotel Ritz-Carlton de Washington, cerca del C¨ªrculo Dupont, cuando el vuelo 77 de American Airlines se estrell¨® contra el Pent¨¢gono al otro lado del r¨ªo Potomac. Abdullah Bin Laden estaba comprando un caf¨¦ con leche en un Starbucks de Cambridge (Massachusetts), cuando las noticias de los atentados aparecieron en la televisi¨®n. Luego se dirigi¨® a Washington para encontrarse con su hermanastro, colaborar en los esfuerzos por evacuar a su familia y asesorar en c¨®mo manejar su situaci¨®n legal.

Los hermanos pidieron consejo a Dutton sobre "qu¨¦ hacer, c¨®mo actuar en lo que obviamente era una situaci¨®n muy embarazosa y ca¨®tica para la mayor parte del resto de la familia Bin Laden", seg¨²n recuerda Dutton. Dijeron que no ten¨ªan contacto con Osama, no lo hab¨ªan visto en mucho tiempo y lo consideraban la "oveja negra", seg¨²n Dutton.

Los hermanos no solicitaron los servicios del mismo Dutton, pero le preguntaron si pod¨ªa recomendarles letrados que estuvieran dispuestos a aceptar a los Bin Laden como clientes. Quer¨ªan un despacho de abogados que les asesorara en t¨¦rminos generales, pero que tambi¨¦n pudiera ayudarles en cuestiones legales concretas que pudieran surgirle a la familia en EE UU como consecuencia de los atentados suicidas. Las causas civiles presentadas en nombre de las v¨ªctimas eran una posibilidad evidente. El Gobierno estadounidense reanudar¨ªa sus investigaciones sobre la situaci¨®n financiera de la familia y otros temas relacionados. Dutton sab¨ªa que la familia Bin Laden hab¨ªa trabajado antes con Sullivan & Cromwell, pero los hermanos no dijeron si se hab¨ªan puesto en contacto con el despacho, cuya sede en Nueva York estaba cerca del World Trade Center, ni qu¨¦ hab¨ªa sucedido con su consulta si la hab¨ªan realizado.

Dutton recuerda que "intent¨® arrojarles un jarro de agua fr¨ªa" dici¨¦ndoles que no cre¨ªa que en aquel momento una representaci¨®n legal sirviera de ayuda real a la familia Bin Laden, ya que era demasiado pronto y los sentimientos estaban a flor de piel, pero acept¨® investigar el tema.

Los d¨ªas siguientes, Dutton llam¨® a algunos abogados de prestigio de Washington para sondearlos. No iba a implicar a gente que no conociera con llamadas en fr¨ªo. Por las conversaciones que mantuvo dedujo: "No es el momento, no se puede hacer".

Llam¨® a los Bin Laden y se lo cont¨®. Les dijo que no cre¨ªa siquiera que tuviera sentido organizar reuniones de sondeos. Les insinu¨® que retrocedieran y "dejaran pasar un tiempo de respiro". Asimismo, les aconsej¨® que evitaran trabajar con los abogados que estuvieran dispuestos a aceptar su caso en aquel ambiente, al final resultar¨ªan ser jactanciosos y no ayudar¨ªan a la familia. Dutton ten¨ªa la sensaci¨®n de que la propuesta "no ten¨ªa la m¨¢s m¨ªnima posibilidad".

Shafiq y Abdullah tambi¨¦n se reunieron en Washington durante aquellos primeros d¨ªas despu¨¦s del 11 de septiembre con Chas Freeman, el anterior embajador estadounidense en Arabia Saud¨ª que hab¨ªa entablado relaci¨®n con Bakr. Tras abandonar el Gobierno, Freeman era presidente del Consejo para la Pol¨ªtica de Oriente Pr¨®ximo de Washington, al que los Bin Laden hicieron aportaciones econ¨®micas durante muchos a?os. Tambi¨¦n negociaba tratos comerciales en Arabia Saud¨ª y otros lugares del extranjero. Los hermanos le contaron a Freeman que estaban recibiendo una serie de amenazas terribles. La respuesta del FBI hab¨ªa sido "sol¨ªcita y amable", y ellos hab¨ªan intentado ser ¨²tiles al contestar a sus preguntas sobre la historia familiar y la situaci¨®n de Osama en ella, pero, dadas las circunstancias en Estados Unidos, los Bin Laden que a¨²n permanec¨ªan en el pa¨ªs ten¨ªan la sensaci¨®n de estar bajo la protecci¨®n del FBI.

Hablaron con Freeman sobre el problema de las relaciones p¨²blicas de la familia. Despu¨¦s de que Osama declarara la guerra a Estados Unidos, los Bin Laden hab¨ªan contratado a un antiguo periodista de The Wall Street Journal, Timothy Metz, que hab¨ªa creado su propia agencia de comunicaci¨®n en Nueva York, pero era sobre todo un mero canal de contacto con los medios estadounidenses; les transmit¨ªa las preguntas de los periodistas y les pasaba recortes sobre los Bin Laden de la prensa. Freeman aconsej¨® a Shafiq y Abdullah que contrataran a alguien con experiencia concreta en gesti¨®n de comunicaci¨®n de crisis. Consideraba que los despachos de abogados no eran los asesores ideales en una situaci¨®n as¨ª porque ten¨ªan una orientaci¨®n distinta. Los hermanos Bin Laden dijeron que reflexionar¨ªan sobre la idea de Freeman. (...)

Cuando el primer avi¨®n se estrell¨® en el World Trade Center, Yeslam Bin Laden se dirig¨ªa al aeropuerto de Ginebra con un amigo. Su tel¨¦fono m¨®vil son¨®: otro amigo, un banquero de inversiones norteamericano de Nueva York, le cont¨® la noticia. Al principio, Yeslam pens¨® que era un accidente, que un avi¨®n hab¨ªa perdido la ruta de alguna forma. Su amigo volvi¨® a llamarle pasados unos minutos para informarle del segundo choque. Yeslam declar¨® m¨¢s adelante que entonces supo que no se trataba de un accidente, pero que aun as¨ª no se le ocurri¨® pensar que su hermanastro estuviera implicado. Le parec¨ªa "demasiado sofisticado" para ser obra de Osama. "Nunca pens¨® ni por un segundo" que Osama "pudiera estar solo en aquel asunto".

Yeslam fue al hotel de Ginebra donde se alojaban su madre y su hermano Ibrahim, que estaban de visita. Vieron las noticias y oyeron mencionar a Osama como sospechoso de ser el cerebro de los atentados. Su madre cay¨® enferma de la tensi¨®n y tuvieron que llamar a un m¨¦dico.

Al d¨ªa siguiente por la ma?ana, la polic¨ªa suiza llam¨® por tel¨¦fono. Le pidieron a Yeslam que acudiera para una entrevista. En su d¨ªa, cuando Yeslam hab¨ªa solicitado la nacionalidad suiza, los investigadores suizos ya le hab¨ªan interrogado sobre la historia familiar y su relaci¨®n con Osama. En aquel momento quer¨ªan formularle las mismas preguntas en mayor profundidad. La sesi¨®n dur¨® varias horas, seg¨²n Yeslam. Ese d¨ªa decidi¨® enviar un comunicado por escrito desde Ginebra: "Estoy impactado por el atentado terrorista criminal que mat¨® a gente inocente ayer. Me gustar¨ªa expresar mi m¨¢s sentido p¨¦same. Toda vida es sagrada y condeno todos los ataques contra la libertad y los valores humanos. Mis pensamientos y mi profunda compasi¨®n est¨¢n con las v¨ªctimas, sus familiares y el pueblo estadounidense".

Era la primera y m¨¢s extensa expresi¨®n de condolencia de un miembro de la familia Bin Laden sobre el 11 de septiembre. (...)

Yeslam vol¨® a Cannes (Francia) para encontrarse con Bakr y otro hermano Bin Laden el primer fin de semana despu¨¦s de los atentados. Comentaron "la posibilidad de llevar a todo el mundo de vuelta a Arabia Saud¨ª" para reagruparlos.

La reacci¨®n de Bakr a los atentados parec¨ªa cautelosa. No realiz¨® ninguna declaraci¨®n en nombre de la familia, ni concedi¨® entrevistas a los medios ni hizo ning¨²n comentario p¨²blico durante toda una semana. En aquel momento, la oficina de Bakr emiti¨® un breve comunicado por escrito en nombre de la familia Bin Laden, firmado por su t¨ªo, Abdullah, el hermano anciano de Mohamed. El comunicado expresaba "la firme denuncia y condena de aquel desgraciado incidente, que caus¨® la p¨¦rdida de muchos hombres, mujeres y ni?os inocentes, y que contradice la fe isl¨¢mica".

En privado, Bakr era m¨¢s franco. Sabry Ghoneim, el asesor de comunicaci¨®n de la familia en Egipto, recuerda que Bakr le dijo: "Es un acto criminal. Si Estados Unidos busca venganza, est¨¢ en su derecho, porque es el precio a pagar por la gente que ha muerto". No era una forma de expresarse nueva cuando Bakr hablaba de Al Qaeda en privado. (...)

En cambio, el tard¨ªo comunicado autorizado por Bakr sigui¨® lo que se hab¨ªa convertido en la pol¨ªtica del Gobierno saud¨ª. Durante los primeros d¨ªas y semanas despu¨¦s del 11 de septiembre, los pr¨ªncipes y portavoces saud¨ªes denunciaron la terrible violencia de aquel d¨ªa, expresaron su compasi¨®n por las v¨ªctimas y dijeron que los atentados contradec¨ªan los principios del islam. No obstante, los manifiestos saud¨ªes por lo general no hac¨ªan referencias concretas a Osama, a Al Qaeda ni a la nacionalidad saud¨ª de 19 de los secuestradores del 11 de septiembre. De hecho, en diciembre de 2002, el pr¨ªncipe Nayef, ministro de Interior, que hab¨ªa tenido una larga relaci¨®n con Osama y los Bin Laden, a¨²n se negaba a reconocer que los secuestradores fueran saud¨ªes e insinu¨® que el 11 de septiembre hab¨ªa sido una conspiraci¨®n sionista destinada a desacreditar a los musulmanes. (...) Las palabras de Nayef corrieron en los c¨ªrculos pol¨ªticos y en los medios de comunicaci¨®n estadounidenses como un gas t¨®xico lanzado desde una cueva sellada hace tiempo.

Algunos saud¨ªes celebraron los atentados del 11 de septiembre. Saad al Faqih, el disidente exiliado, a?rm¨® que corr¨ªan mensajes de texto en los m¨®viles por todo el reino diciendo "Felicidades" y "Oremos por Bin Laden", y que se mataron ovejas y camellos para los banquetes de celebraci¨®n. Se puede cuestionar la credibilidad de Faqih porque no se encontraba en el reino saud¨ª, pero otros que s¨ª estuvieron all¨ª reconocen que la celebraci¨®n era por lo menos un elemento de la reacci¨®n popular inicial. La alegr¨ªa se mezclaba con el miedo a las represalias contra los ¨¢rabes y musulmanes, adem¨¢s de la confusi¨®n sobre c¨®mo pod¨ªa haber llevado a cabo una conspiraci¨®n tan ambiciosa un grupo suelto de individuos con base en Afganist¨¢n. La inverosimilitud de los atentados era interpretada por mucha gente como una prueba emp¨ªrica de la implicaci¨®n sionista. En el fondo de esa reacci¨®n se encontraba el sentimiento de agravio hacia Estados Unidos e Israel alimentado por muchos ¨¢rabes, aunque la mayor¨ªa no tuviera un contacto significativo con ninguno de esos pa¨ªses. Los medios y Gobiernos ¨¢rabes cultivaban ese discurso en parte porque desviaba la rabia por los fracasos locales. El 11 de septiembre exacerbaba todas esas percepciones. (...)

Bassim Alim, un abogado de Yedda relacionado por su matrimonio con la familia Bin Laden, resum¨ªa la t¨ªpica actitud saud¨ª: "Aunque no apruebo lo que ha hecho Osama, no voy a llorar por los corazones rotos de las madres, las hijas y los padres estadounidenses [...] Tal vez lo que hizo estuvo mal, pero es la justicia divina, la manera que tiene Dios de ayudarnos. A veces ocurre que un criminal mata a otro criminal: es la manera que tiene Dios de impartir su propia justicia". Tras los atentados de Nueva York y Washington, dijo Alim, asisti¨® "a muchos eventos y reuniones sociales con gente de distintas clases sociales, fueran extremistas liberales o extremistas religiosos, y se compart¨ªa esta idea: 'Osama ha destruido nuestra imagen. [... ] Pero, al fin y al cabo, los estadounidenses se lo merecen". (...)

El 19 de septiembre, mientras el avi¨®n que llevaba a Najia y Jason Blum volaba hacia Orlando desde Los ?ngeles, agentes del FBI escoltaron a Jalil y su familia al aeropuerto internacional de Orlando. Entre los viajeros se encontraba Isabel, la esposa de Jalil, y su hijo Sultan. Los agentes del FBI interrogaron a los pasajeros que embarcaban y examinaron su equipaje.

Jalil sali¨® a la pista, all¨ª se encontr¨® con Jason Blum y se enter¨® de la revuelta de la tripulaci¨®n del vuelo (...)

Blum gast¨® la bater¨ªa de su m¨®vil hablando con Bob Bernstein, el ejecutivo de Ryan Air a cargo del vuelo ch¨¢rter, intentando resolver con ¨¦l las exigencias monetarias de la tripulaci¨®n. Blum y Bernstein bromearon por tel¨¦fono con que ellos s¨®lo eran dos jud¨ªos que intentaban sacar a la familia Bin Laden del pa¨ªs. Al final solucionaron la cuesti¨®n econ¨®mica, b¨¢sicamente cediendo a las peticiones de la tripulaci¨®n, seg¨²n Blum.

El piloto y la copiloto volvieron a subir a bordo, los Bin Laden ocuparon sus asientos y despegaron hacia el aeropuerto internacional Dulles de Washington. En una terminal de aviaci¨®n privada se encontraron con Sha?q y su ejecutivo financiero afincado en Londres, Akber Moawalla, que le hab¨ªa acompa?ado a EE UU para asistir a la reuni¨®n del Carlyle Group el 11 de septiembre.

Tambi¨¦n embarc¨® en el avi¨®n de Washington Omar Awad Bin Laden. Al parecer, una vez hab¨ªa compartido un discurso con el Abdullah Bin Laden que dirig¨ªa la oficina local de la Asamblea Mundial de J¨®venes Musulmanes. (...) De todos los pasajeros del vuelo Bin Laden, Omar es el ¨²nico que se sepa que podr¨ªa haber tenido relaci¨®n con las pr¨¦dicas o la organizaci¨®n islamista. Sin embargo, por extra?o que parezca, Omar fue uno de los pocos pasajeros del ch¨¢rter a los que el FBI no interrog¨®.

A medida que con cada parada el n¨²mero de miembros de los Bin Laden a bordo del 727 aumentaba, en la cabina cada vez se respiraba m¨¢s un ambiente de reuni¨®n familiar triste, recuerda Blum. Algunos de los Bin Laden a bordo hac¨ªa mucho tiempo que no se ve¨ªan y se saludaban exaltados. Otros lloraban y se mostraban visiblemente disgustados. Unos tomaban t¨¦ o refrescos en la barra. Casi todos fumaban nerviosos. (...)

Mientras el avi¨®n volaba hacia su salida definitiva del espacio a¨¦reo estadounidense, daba la sensaci¨®n de que los Bin Laden podr¨ªan estar abandonando EE UU para siempre, o como m¨ªnimo por mucho tiempo. Najia y Jalil comentaron a Blum que tal vez tendr¨ªan que cambiarse el nombre si regresaban alg¨²n d¨ªa.

En Boston embarc¨® un grupo de estudiantes universitarios de la tercera generaci¨®n de la familia. Uno era Nawaf, el primog¨¦nito de Bakr; otro, Salman, el hijo de Salem, estudiante en la Universidad de Tufts. Unos doce miembros m¨¢s j¨®venes de los Bin Laden subieron al avi¨®n en Boston, y muchos ten¨ªan un aspecto y un acento muy estadounidenses. Uno de los estudiantes varones coment¨® que acababa de empezar el segundo curso en la universidad y que por fin hab¨ªa conseguido un documento de identidad falso de cierta calidad para poder salir a discotecas y bares con sus amigos, y que no le iba a servir de mucho en Arabia Saud¨ª. (...)

El FBI realiz¨® su ¨²ltima inspecci¨®n en el avi¨®n en el aeropuerto internacional Logan de Boston, comprob¨® el equipaje y habl¨® con los pasajeros. El piloto y la copiloto desembarcaron y subi¨® una nueva tripulaci¨®n. En teor¨ªa, Blum deb¨ªa abandonar el avi¨®n en Boston, pero Najia y Jalil le pidieron que se quedara todo el viaje hasta Par¨ªs, y ¨¦l acept¨®. Al final despegaron y abandonaron el espacio a¨¦reo estadounidense. Debido a la limitada autonom¨ªa del 727, iban a reponer combustible en Nueva Escocia, y luego en Islandia, antes de llegar a Francia, pero al fin EE UU quedaba atr¨¢s.

2. El refugio

Egipto se convirti¨® en un centro de recuperaci¨®n y santuario para los Bin Laden tras el 11 de septiembre. Estaba la granja de Jaled y sus otras propiedades en El Cairo y los alrededores, as¨ª como otras casas unifamiliares y fincas propiedad de otros hermanos de Bakr. All¨ª se encontraba la isla Bin Laden y el complejo tur¨ªstico independiente propiedad de Bakr en Sharm el Sheikh, en el mar Rojo. Como Beirut, Egipto ofrec¨ªa un respiro de la humedad puritana de Yedda, pero sin las complicaciones que surg¨ªan al cruzar fronteras o utilizar tarjetas de cr¨¦dito en Europa o EE UU. Era un pa¨ªs activo y acogedor, un lugar donde tanto el sector de la familia de la mezquita como el del Hard Rock Cafe pod¨ªan relajarse.

Tambi¨¦n ofrec¨ªa la distracci¨®n del trabajo. La filial Bin Laden en Egipto empleaba unas mil personas y hab¨ªa logrado varios contratos de obras en el aeropuerto de El Cairo y Sharm el Sheikh despu¨¦s de 2002. Dichos proyectos contaban con el apoyo parcial del Banco Mundial, que ofrec¨ªa una aprobaci¨®n visible de la legitimidad de las empresas familiares. La violencia de Osama oblig¨® a realizar un ajuste: el Gobierno egipcio pensaba que si las se?ales de construcci¨®n repartidas por dos de sus aeropuertos internacionales m¨¢s importantes llevaban el nombre Bin Laden, los turistas extranjeros podr¨ªan sentirse confusos y preocupados, as¨ª que la filial local cambi¨® el nombre por Al Murasim.

A finales de 2005 estaba claro que los Bin Laden no s¨®lo iban a sobrevivir a Osama, sino que tal vez prosperar¨ªan como nunca. La familia real saud¨ª permaneci¨® a su lado y garantiz¨® la continuidad de su prestigio como los constructores de edificios m¨¢s importantes de La Meca y Medina. El rey Fahd muri¨® en el verano de 2005, pero Bakr ya hab¨ªa cultivado las relaciones con su sucesor, Abdullah. Los Bin Laden se apresuraron a reunirse en Riad ese verano para jurar lealtad al nuevo rey. En vez del inicio de un nuevo periodo de incertidumbre para los Bin Laden, el ascenso de Abdullah promet¨ªa nuevas oportunidades. Los Bin Laden no sufr¨ªan reacciones violentas pol¨ªticas en Arabia Saud¨ª. Como gran familia con su oveja negra correspondiente, los Al Saud actuaron seg¨²n sus principios apoy¨¢ndoles, pero Abdullah tambi¨¦n lanz¨® un mensaje subliminal al mundo isl¨¢mico: la familia real saud¨ª no aprobaba la conducta de Osama, pero no iban a clamar venganza contra ¨¦l ni su familia, como a veces ocurr¨ªa con las familias de disidentes en el mundo ¨¢rabe. Como siempre, los Al Saud necesitaban los conocimientos de los Bin Laden. Entretanto, la guerra de Irak degeneraba, los precios del petr¨®leo sub¨ªan por encima de los 70 d¨®lares el barril y la construcci¨®n viv¨ªa un momento de auge en el reino saud¨ª y el vecino Dubai. Se anunciaban nuevos rascacielos de apartamentos y oficinas, centros comerciales, autopistas, mezquitas y aeropuertos; hasta una constructora inexperta y mal organizada prosperar¨ªa en ese ambiente. (...) Los Bin Laden gozaban de una excelente posici¨®n para lucrarse.

El impulso de modernizar e internacionalizar las empresas familiares, supervisadas por Bakr y Yahya, hab¨ªa cosechado un gran ¨¦xito. Tal vez los hermanos ingenieros no fueran tan glamurosos ni divertidos como Salem, pero, tras muchos a?os de arduo trabajo, hab¨ªan situado a los Bin Laden en posici¨®n de disfrutar de una riqueza constante y segura, y hab¨ªan conseguido traspasar la fortuna familiar intacta a trav¨¦s de varias generaciones. (...)

Yahya Bin Laden dijo a finales de 2005 que esperaba que el n¨²mero de empleados de las empresas Bin Laden aumentara de 35.000 a unos 75.000 durante la d¨¦cada siguiente mientras la riqueza del petr¨®leo siguiera repercutiendo en la regi¨®n del Golfo. Esperaba seguir diversi?cando las empresas familiares para que los contratos de construcci¨®n tradicionales pudieran generar en ¨²ltima instancia s¨®lo un cuarto de los ingresos de los Bin Laden. Cit¨® un dicho ¨¢rabe: "La primera generaci¨®n gana dinero, la segunda intenta conservarlo y la tercera lo derrocha". (...)

Cuanto m¨¢s tiempo pasaba tras el 11 de septiembre, menos importancia parec¨ªan tener los atentados para el futuro de la familia. En Estados Unidos, las familias de las v¨ªctimas presentaban demandas, unificadas bajo el t¨ªtulo In Re Terrorist Attacks On September 11 [Sobre los atentados terroristas del 11 de septiembre], donde se mencionaba el Saudi Bin Laden Group, y a cuatro hermanos Bin Laden (Bakr, Omar, Tariq y Yeslam) como acusados. Una de las demandas alegaba que, "bajo el control de Bakr Bin Laden", el Saudi Bin Laden Group hab¨ªa "proporcionado importante material de apoyo y ayuda a Al Qaeda". Los Bin Laden contrataron a Jones Day, un gran despacho de abogados estadounidense cuyas o?cinas en Washington ocupaban un edi?cio de granito frente al Capitolio, para que llevara la defensa de la familia. Las facturas en servicios legales que pagaron los Bin Laden en ¨¦sta y otras cuestiones relacionadas enseguida superaron los 10 millones de d¨®lares, seg¨²n lo que Bakr le dijo al Gobierno saud¨ª, pero fue un dinero bien invertido: a principios de 2005, el juez de distrito Richard Casey de Nueva York desestim¨® la acusaci¨®n contra los Bin Laden como demandados seg¨²n fundamentos jur¨ªdicos. Permiti¨® que se siguiera investigando si el Saudi Bin Laden Group podr¨ªa haber tenido una actividad importante en Estados Unidos para justificar su inclusi¨®n en la demanda, pero como m¨ªnimo pasar¨ªan a?os hasta que la demanda considerara la relaci¨®n de la empresa con Osama, si es que hab¨ªa alguna.

Desert Bear sali¨® a la venta hacia 2004 por unos cuatro millones de d¨®lares, m¨¢s de veinte a?os despu¨¦s de que Salem comprara la finca y aterrizara con sus helic¨®pteros en el c¨¦sped. Como la propiedad y titularidad la ten¨ªa en Florida una corporaci¨®n liberiana, el comprador no pod¨ªa adquirir el terreno o la casa directamente, sino que deb¨ªa hacerse con acciones al portador transferibles en la empresa liberiana y luego intentar demostrar la titularidad a las autoridades de registro de propiedad de Florida, seg¨²n varias personas que preguntaron sobre la cotizaci¨®n de la propiedad. A los compradores potenciales se les dijo que tendr¨ªan que transferir o entregar dinero en el extranjero para comprar el control de la empresa liberiana, ya que los Bin Laden no quer¨ªan ir a EE UU a cerrar la transacci¨®n. Los interesados que resistieron en esas negociaciones pensaban subdividir la propiedad y construir casas residenciales. Era un final triste para la excepcional historia de la finca. (...)

A medida que se reduc¨ªa la presi¨®n sobre la familia, Bakr prosperaba. Tom¨® como tercera esposa a una mujer mucho m¨¢s joven, menor de 20 a?os cuando ¨¦l la conoci¨®, y se cas¨® con ella hacia 2004. Bak¨² introdujo m¨¢s ocio en su agenda: pasaba las vacaciones en una isla privada de las Maldivas, visitaba un complejo tur¨ªstico en Bali, se relacionaba con otros hombres de negocios ricos de Arabia Saud¨ª, propietarios de yates, en Beirut; asist¨ªa a espect¨¢culos a¨¦reos en Dubai, y charlaba durante horas con colegas sobre los ¨²ltimos modelos de jets privados. La seguridad de Bakr parec¨ªa ser un reflejo de la de Arabia Saud¨ª: el torturador del reino, Sadam Husein, estaba condenado a la horca, Osama estaba escondido y los atentados de Al Qaeda dentro de Arabia Saud¨ª, aunque en ocasiones resultaban inquietantes, eran poco m¨¢s que un fastidio; los precios del petr¨®leo estaban por las nubes, los planes pol¨ªticos y de sucesi¨®n de Arabia Saud¨ª eran estables, y seguro que EE UU tendr¨ªa cuidado con formular amenazas desde Ir¨¢n. ?Qu¨¦ ten¨ªan que temer?

En La Meca, el coraz¨®n del islam y centro de la fortuna Bin Laden, la York International Corporation de Pensilvania instal¨® durante 2005 un complejo de unidades de aire acondicionado industriales, o refrigeradores de agua, en una colina de roca volc¨¢nica llamada Jabal Qala, o Monta?a del Castillo. Era el proyecto de instalaci¨®n de aire acondicionado industrial m¨¢s grande realizado por York desde el proyecto de la mezquita del Profeta en Medina que hab¨ªan emprendido en asociaci¨®n con los Bin Laden. En aquella ocasi¨®n no se trataba de un santuario religioso refrigerado en el desierto, sino de un proyecto de apartamentos y un hotel de siete torres que daba a la Gran Mezquita de La Meca. Seg¨²n un ejecutivo de York, cuando se termin¨®, el proyecto de La Meca superaba al de la mezquita del Profeta como el sistema de aire acondicionado m¨¢s grande del mundo.

Durante el ¨²ltimo boom del petr¨®leo, todos los hombres de negocios del Golfo con beneficios en propiedades o un bono empresarial que gastar codiciaban un apartamento con vistas a La Meca. En 2005, la fiebre de las propiedades en la ciudad santa rivalizaba con la de South Beach en Miami. Al principio, los Bin Laden pensaron que no se iban a molestar con el tiempo y los gastos que supon¨ªa vender unidades individuales de apartamentos en la Monta?a del Castillo, as¨ª que vendieron una torre entera a inversores de Kuwait. Cuando supieron los precios de venta que estaban alcanzando los apartamentos del edificio, los Bin Laden (...) decidieron que en un futuro "vender¨ªan ellos mismos al detalle todos los apartamentos" para potenciar al m¨¢ximo los beneficios.

Con la familia Faqih, otro grupo empresarial saud¨ª con una oveja negra que viv¨ªa en el exilio, los Bin Laden planearon un proyecto de una torre de apartamentos todav¨ªa m¨¢s ambicioso en la monta?a Omar, con vistas a La Meca, un proyecto que requer¨ªa eliminar la cima volc¨¢nica de la monta?a para poder construir. Este desarrollo contemplaba la construcci¨®n de cuatro torres, cada una de unas treinta plantas, con cien ascensores y un total de m¨¢s de 4.600 apartamentos. Habr¨ªa un hotel de cinco estrellas, un centro comercial y aparcamiento para 2.000 coches. La evoluci¨®n comercial, en expansi¨®n y rentable, de los lugares santos del islam hab¨ªa llegado a su punto culminante, y los Bin Laden participaban en todos los proyectos m¨¢s ambiciosos.

Tambi¨¦n eran socios en el proyecto Ciudad Econ¨®mica Rey Abdullah, anunciado a finales de 2005, cuando los precios del petr¨®leo subieron por encima de los 50 d¨®lares el barril. El nuevo rey se apropi¨® de terreno sin explotar a lo largo de toda la zona norte del mar Rojo en Yedda y anunci¨® una ciudad dise?ada para rivalizar con Dubai. Abdullah declar¨® que el proyecto costar¨ªa unos 27.000 millones de d¨®lares. Ten¨ªa pensado crear el puerto Millenium, que har¨ªa la competencia a los puertos comerciales m¨¢s grandes del mundo; v¨ªas ferroviarias de alta velocidad y a¨¦reas que conectaran el resto del pa¨ªs; un distrito industrial de plantas petroqu¨ªmicas y de otro tipo; un complejo tur¨ªstico junto al mar que atrajera a los turistas, coronado por el primer campo de golf de 18 hoyos de primera clase en el reino saud¨ª; una isla financiera con dos torres de oficinas que se elevaran con 60 o m¨¢s plantas hacia el cielo, una zona educativa llena de universidades modernas y, por supuesto, m¨¢s apartamentos. (...) Para las empresas Bin Laden, s¨®lo la construcci¨®n tendr¨ªa "un alcance absolutamente colosal".

"Para las carreteras que quedan por delante" era el titular de un anuncio de autopromoci¨®n del Saudi Bin Laden Group en The Washington Post a finales de 2005. "Puede que la construcci¨®n sea el centro de nuestra actividad, pero nuestros intereses tambi¨¦n se extienden al mundo de los medios de comunicaci¨®n, la venta al por menor, los proyectos industriales y las telecomunicaciones. Todo forma parte de nuestro proyecto para garantizar que Arabia Saud¨ª siga siendo un centro moderno y din¨¢mico de su regi¨®n en el siglo XXI".

Al parecer no hab¨ªa ning¨²n aspecto de la segunda ola de proyectos de modernizaci¨®n de Arabia Saud¨ª del que los Bin Laden no sacaran un gran beneficio. Incluso el inestable ambiente de seguridad del reino les ofrec¨ªa oportunidades. En mayo de 2003, las c¨¦lulas de Al Qaeda dentro de Arabia Saud¨ª perpetraron una serie de atentados, la mayor¨ªa poco efectivos, contra el Ministerio de Interior, propiedades estadounidenses en las zonas petrol¨ªferas y el consulado de EE UU en Yedda. Saad, hijo de Osama Bin Laden, exiliado en Ir¨¢n, fue acusado de haber participado en la organizaci¨®n de los atentados. Las fuerzas de seguridad saud¨ªes (...) lanzaron ofensivas violentas contra los sospechosos de ser simpatizantes de Al Qaeda. Cientos de islamistas cayeron en redadas (...). En abril de 2006, el Gobierno saud¨ª anunci¨® un proyecto urgente de construir nueve c¨¢rceles nuevas en todo el pa¨ªs en doce meses. El contrato de construcci¨®n se concedi¨® al Saudi Bin Laden Group por un valor estimado de 16.000 millones de d¨®lares.

Este texto pertenece a dos cap¨ªtulos del libro 'Los Bin Laden. Una familia ¨¢rabe en un mundo sin fronteras', que acaba de ser editado en Espa?a por RBA.

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