D¨ªa de necesidades
Ayer tuve un d¨ªa lleno de necesidades. Ninguna grave ni urgente, es cierto, pero puedo asegurar que anduve todo el d¨ªa insatisfecho; que cuando parec¨ªa que ya ten¨ªa todo lo que necesitaba, aparec¨ªa una nueva circunstancia y con ella cambiaban las necesidades. Y por hache o por jota, yo siempre era del grupo de los demandantes, siempre me faltaba algo.
Todo hac¨ªa presagiar un d¨ªa intenso, y el presagio se cumpli¨®. Era una etapa corta y nerviosa, con un principio de etapa en el que se enlazaban cuatro peque?as subidas, una fase intermedia con dos puertos de primera, y un final por un valle ascendente que conduc¨ªa a la estaci¨®n de esqu¨ª de Fuentes de Invierno.
Mi primera necesidad incumplida fue que se saliese tranquilo. Ya s¨¦ que era pedir un imposible, pero como pedir es gratis, yo lo ped¨ªa ampar¨¢ndome en un hipot¨¦tico cansancio general debido a la resaca del Angliru. Como preve¨ªa, no tuve suerte y pas¨¦ a necesitar m¨¢s fuerza en mis piernas para aguantar el ritmo de los de adelante cada vez que la carretera ascend¨ªa.
Por cierto, en estos primeros kil¨®metros era donde se suced¨ªan los ataques para formar la escapada del d¨ªa. No era ayer mi objetivo andar metido en esa guerra. Bastante ten¨ªa con sobrevivir. Para andar salseando, hubiese necesitado todav¨ªa m¨¢s.
Despu¨¦s de unos 30 kil¨®metros de guerra se form¨® la inevitable escapada, y entonces tuve otra necesidad: que la l¨®gica se cumpliese. Con unos cuantos cruces de miradas me sent¨ª comprendido y acompa?ado. Hab¨ªa muchos que no s¨®lo deseaban, sino que necesitaban lo mismo que yo.
Y durante un instante pareci¨® que la l¨®gica se cumpl¨ªa, pero fue un espejismo. Otro equipo, que no era el que entraba dentro de la l¨®gica, se puso a tirar a por la escapada y la cosa se lanz¨® y ya no se par¨® hasta la meta. ?Qu¨¦ agon¨ªa!
A partir de entonces necesit¨¦ unos prism¨¢ticos, un catalejo o cualquier otro instrumento ¨®ptico para observar a larga distancia. Yo pod¨ªa intuir lo que pasaba en la cabeza por lo efectos que provocaba en la cola -todo esto hablando del pelot¨®n, que nadie lo interprete de otra manera-, pero en realidad ver, poco ve¨ªa. Era tan larga la fila que la distancia era demasiado grande.
Y una vez en la fase final de la carrera, aunque parezca una iron¨ªa, lo ¨²nico que necesitaba era que la carretera comenzase a ascender definitivamente para poder irme tranquilamente al grupetto. Y no, aquello era un sinvivir, porque circul¨¢bamos por un falso llano que ascend¨ªa lentamente y que prolong¨® a¨²n m¨¢s la agon¨ªa.
Ahora lo que necesito es simplemente un descanso. Y como dice el refr¨¢n (m¨¢s vale tarde que nunca), acaba de llegar el momento en el que por fin voy a ver cumplidas mis necesidades. Ya iba siendo hora.
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