Ya est¨¢
Contador, tras un gran trabajo de Mosquera, sentencia la carrera en Asturias con una segunda victoria exultante
No es cuesti¨®n de minutos de diferencia, no es cuesti¨®n de que ayer concluyeran las etapas monta?osas en un puerto tendido, bonito y suave, de los que se suben con plato. No es cuesti¨®n de que ya s¨®lo quede la cronoescalada de Navacerrada como ¨²nico atractivo. El problema de los otros 149 ciclistas que a¨²n quedan en la Vuelta es que un tal Alberto Contador ha decidido finiquitar la carrera cuando dijo, en Asturias, despu¨¦s de muchos circunloquios sobre sus planteamientos estrat¨¦gicos.
Ayer en Fuentes de Invierno, en la frontera de Asturias con Le¨®n, Contador decidi¨® que no s¨®lo hab¨ªa que materializar su victoria final, sino que hab¨ªa que hacerlo a lo grande, ganando la etapa con una pierna, con la cadena suelta, que se dice, despu¨¦s de un magn¨ªfico trabajo de Mosquera, valiente, atrevido, quiz¨¢s inconsciente de lo que llevaba a sus espaldas (Contador y Leipheimer). Pero ?qu¨¦ iba a hacer? El gallego del Xacobeo s¨®lo ten¨ªa una opci¨®n: romper a sus rivales humanos (Sastre, Valverde, Rodr¨ªguez, Gesink) y olvidarse de los inhumanos (Contador, Leipheimer) en espera de un acto de caridad ciclista por parte del corredor de Pinto, un detalle de generosidad del ganador de la Vuelta.
"?Y ahora qu¨¦ vais a decir?", bram¨® ?lvaro Pino por la falta de relevos a su pupilo
En eso pensaba Mosquera, con una mochila tan pesada a sus espaldas, tratando de hablar con Contador para pactar una victoria final a cambio de una distancia abrumadora. "No hubo momento de hablar", dec¨ªa Mosquera, que s¨®lo mir¨® para adelante confiando en que la bonhom¨ªa de Contador arrastrara tambi¨¦n al estadounidense Leipheimer.
Nada de nada. ?lvaro Pino, el director del Xacobeo, bram¨® al t¨¦rmino de la etapa contra Contador. "Tanto hablar de las cr¨ªticas de Contador a Valverde cuando no quiso relevar en Pla de Beret, y ?ahora qu¨¦? ?Ahora qu¨¦ vais a decir?", requer¨ªa a la prensa.
Contador no perdon¨®. Se aprovech¨® del trabajo de Mosquera, que fue eliminando uno por uno a Valverde, primero, a Sastre, despu¨¦s, a Gesink, a Joaquim Rodr¨ªguez. Cada hachazo del ciclista gallego dejaba una herida en el escaso pelot¨®n. La selecci¨®n fue brutal en un puerto mediano. Y Contador se peg¨® a la rueda de Mosquera, insultante, con su compa?ero Leipheimer de escudero para lo que pudiera pasar.
Y surge la duda. ?Qu¨¦ hacer? ?Apoyar a Mosquera en los relevos, sentenciar la clasificaci¨®n y dejarle ganar, o aprovechar su tir¨®n, desgastarle y llegado el momento saborear la gloria del ¨¦xito puntual y definitivo al mismo tiempo? Contador eligi¨® lo ¨²ltimo. Dej¨® hacer al gallego, bravo, valiente y en la ultima zona de dificultad levant¨® el culo del sill¨ªn y dijo adi¨®s.
No trataba Contador de meter tiempo a sus rivales, sino de demostrarles que no hay nada que hacer, que ya est¨¢, que queda una semana de tr¨¢mite, con resoluciones previsibles o juegos de estrategias y de palabras. Y en la cronoescalada de Navacerrada, en la pen¨²ltima etapa, sellar el triunfo exultante, sin ning¨²n asomo de duda, para corroborar lo que anidaba en el esp¨ªritu de todos los ciclistas cuando la Vuelta arranc¨® en Granada: ganar a Contador ser¨ªa casi imposible.
Tras los m¨²ltiples escondites, ya est¨¢. Contador era el l¨ªder, el jefe, el candidato, el triunfador, y ya lo es una semana antes de tiempo. O quiz¨¢s dos semanas despu¨¦s de lo que se sab¨ªa. Hoy por hoy nadie puede ganar a Contador. Tanto fue as¨ª que gan¨® incluso cuando no lo pensaba. Y ya est¨¢.
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