Pakist¨¢n, 'el Padrino' en la presidencia
No hay razones para el j¨²bilo por el relevo en la jefatura del Estado paquistan¨ª. El cargo pasa de un apolillado general, Musharraf, a un pol¨ªtico corrupto, Asif Al¨ª Zardari, el viudo de Benazir Bhutto
Asif Al¨ª Zardari -que, elegido por el destino para convertirse en esposo de Benazir Bhutto, hizo posteriormente todo lo que pudo para evitar caer de nuevo en el olvido- no tardar¨¢ en ser el nuevo presidente de Pakist¨¢n. Los empalagosos par¨¢sitos que tanto abundan en el pa¨ªs montar¨¢n unas cuantas celebraciones y las lenguas siempre prestas de los antiguos compinches (algunos ahora nombrados embajadores en capitales occidentales) hablar¨¢n de cu¨¢nto ha mejorado la democracia. Tambi¨¦n estar¨¢ encantado el c¨ªrculo de amigos m¨¢s pr¨®ximo a Zardari, que, despu¨¦s de compartir el bot¨ªn del poder con ¨¦l la ¨²ltima vez, ha mantenido su lealtad, rechazando todos los incentivos para testificar en su contra en las denuncias de corrupci¨®n de que ha sido objeto. Poco cabe sorprenderse entonces de que en Pakist¨¢n la definici¨®n de democracia dependa de quien la haga.
Como el afgano Karzai, Zardari est¨¢ capacitado para ser un leal t¨ªtere de Washington en la zona
El viudo de Benazir Bhutto es la segunda persona m¨¢s rica de Pakist¨¢n
En las calles no habr¨¢ manifestaciones de j¨²bilo para se?alar la trasmisi¨®n de poderes, que pasan de un apolillado general a un agusanado pol¨ªtico. El afecto que sienten ciertos sectores por la familia Bhutto no es transferible. Si Benazir, que hab¨ªa barajado a otros dos veteranos pol¨ªticos para el puesto de presidente, siguiera viva, Zardari no habr¨ªa obtenido ning¨²n cargo. Y si hubiera mostrado tendencias m¨¢s democr¨¢ticas, nunca habr¨ªa tratado a su partido con tanto desd¨¦n, reduci¨¦ndolo a la condici¨®n de reliquia familiar que, legada a su hijo, su marido habr¨ªa de gestionar en calidad de regente hasta que el muchacho fuera mayor de edad. ?nicamente esta situaci¨®n es la que ha propiciado que Zardari llegue a la cima. A muchos de los m¨¢s estrechos partidarios de su esposa en el Partido Popular de Pakist¨¢n (o Partido de la Familia Bhutto, como lo denominan miembros desafectos) no les agradaba Zardari, ni siquiera en vida de la propia Bhutto. Achacaban a la codicia y los comportamientos mafiosos del marido la p¨¦rdida del poder de la esposa en dos ocasiones anteriores, algo que siempre me ha parecido ligeramente injusto. Ella lo sab¨ªa todo. Era una empresa conjunta. Benazir nunca vio en la pol¨ªtica una ¨²nica y arrebatadora pasi¨®n vital, y siempre envidi¨® la forma de vida y los modales de los multimillonarios. Por otra parte, Zardari actuaba con descaro para alcanzar esa posici¨®n. Hoy en d¨ªa es la segunda persona m¨¢s rica de Pakist¨¢n y tiene desperdigadas por varios continentes cuentas bancarias y propiedades inmobiliarias, entre ellas una mansi¨®n en Surrey valorada en varios millones.
Muchos de los integrantes del c¨ªrculo ¨ªntimo de Benazir, marginados por el nuevo jefe (Zardari les restreg¨® bien por la cara el hecho de que su apol¨ªtica hermana resultara elegida en Larkana, hasta ese momento feudo de la familia Bhutto), le muestran abiertamente su odio. El t¨ªo de Benazir, Mumtaz Bhutto (jefe del clan), le ha censurado sin ambages. Algunos llegan incluso a alentar la grotesca hip¨®tesis de que ¨¦l tuvo alguna relaci¨®n con la muerte de su esposa. Pero es absurdo. Zardari s¨®lo intenta cumplir con su legado. No hay duda de que fue acusado de ordenar el asesinato de su yerno, Murtaza Bhutto, cuando Benazir era primera ministra, pero el caso nunca lleg¨® a ser juzgado. Como cab¨ªa esperar, una de las primeras medidas de Zardari tras la victoria de su partido en las elecciones de febrero fue el nombramiento de Shoaib Suddle, agente de polic¨ªa relacionado con la emboscada y asesinato de Murtaza Bhutto, para el cargo de jefe de la Agencia de Inteligencia Federal. La lealtad siempre se paga hasta el ¨²ltimo c¨¦ntimo.
En el conjunto del pa¨ªs, su reputaci¨®n, siempre escasa, ha ca¨ªdo hasta niveles a¨²n m¨¢s bajos. Puede que la mayor¨ªa de los 190 millones de ciudadanos de Pakist¨¢n sean pobres, analfabetos o semianalfabetos, pero de instinto no suelen estar mal. Una encuesta realizada por la New America Foundation hace unos meses pon¨ªa de manifiesto que los ¨ªndices de popularidad de Zardari estaban en horas bajas, en menos del 14%. Esa cifra confirma que ¨¦l es la peor rebanada posible de la desmigada naci¨®n paquistan¨ª. La gente no tendr¨¢ nada que decir en su elecci¨®n. Los concili¨¢bulos parlamentarios ya han decidido el resultado. No me tomo muy en serio la reciente revelaci¨®n de que un psiquiatra le hab¨ªa diagnosticado una grave demencia, y que era incapaz de reconocer a sus hijos debido a una p¨¦rdida de memoria irreparable. Como se sabe, la noticia iba dirigida a los tribunales que podr¨ªan juzgarle en Londres o Ginebra por delitos de blanqueo de dinero y corrupci¨®n a gran escala. Ahora, todo eso ha quedado en suspenso, porque se le ha proclamado figura esencial en la "guerra contra el terror".
Quedaba un peque?o misterio por resolver. ?Por qu¨¦ dej¨® de repente Estados Unidos de apoyar al general Musharraf? El 26 de agosto Helene Cooper y Mark Mazzetti, del New York Times, dieron una respuesta al enigma. Seg¨²n su reportaje, el Departamento de Estado no era partidario de una retirada indecorosa y apresurada pero, sin su conocimiento, un grupo radical neoconservador, dirigido por Zalmay Khalilzad, embajador estadounidense ante el Consejo de Seguridad, asesoraba sin descanso y en secreto a Zardari, ayud¨¢ndole a planear la campa?a de expulsi¨®n del general.
Seg¨²n un alto funcionario, Khalilzad hab¨ªa hablado por tel¨¦fono con Zardari, jefe del Partido Popular de Pakist¨¢n, varias veces a la semana durante el mes anterior, hasta que tuvo que responder de esos contactos. "?Puedo pedirle que me explique qu¨¦ clase de consejos y de ayuda est¨¢ usted proporcionando?", escribi¨® Boucher en un airado mensaje electr¨®nico dirigido a Khalilzad. "?Qu¨¦ clase de canal es ¨¦ste: gubernamental, privado o personal?". Otros destacados cargos del Departamento de Estado recibieron copias del mensaje, que termin¨® en las manos de New York Times.
Khalilzad es un conspirador empedernido y un maestro en el arte de la intriga. Despu¨¦s de colocar en Kabul a Hamid Karzai (con lamentables resultados, como muchos admiten ahora en Washington), estaba furioso con Musharraf por negarse a apoyar incondicionalmente a su protegido afgano. Khalilzad ve¨ªa ahora una oportunidad de castigar a Musharraf, intentando al mismo tiempo crear un equivalente paquistan¨ª de Karzai. Zardari reun¨ªa las condiciones, ya que est¨¢ perfectamente capacitado para ser un t¨ªtere absoluto de Washington. El Gobierno suizo decidi¨® prestar su ayuda, liberando millones de d¨®lares de cuentas bancarias de Zardari, congeladas hasta ese momento a causa de las denuncias de corrupci¨®n pendientes. Zardari, al igual que su difunta esposa, y como el dinero que gan¨® la ¨²ltima vez que ocup¨® el poder en calidad de Ministro de Inversiones, tambi¨¦n est¨¢ siendo "blanqueado". Esta debilidad le convertir¨¢ en un maleable presidente de Pakist¨¢n.
La mayor¨ªa de la poblaci¨®n paquistan¨ª est¨¢ totalmente en contra de la presencia de EE UU y la OTAN en Afganist¨¢n. Casi el 80% es partidaria de un acuerdo negociado y de la retirada de todas las tropas extranjeras. Hace tres d¨ªas, un comando estadounidense entr¨® en Pakist¨¢n "en busca de terroristas", causando la muerte de 20 personas inocentes. Se estaba poniendo a prueba a Zardari. Pero si ¨¦ste permite que las tropas estadounidenses entren "a sangre y fuego" en la provincia fronteriza del noroeste, su carrera ser¨¢ ef¨ªmera y, de una u otra manera, el Ej¨¦rcito volver¨¢. El Estado Mayor no puede hacer caso omiso a la ira que entre sus filas van acumulando los m¨¢s j¨®venes por verse obligados a matar a su propia gente.
Seg¨²n la Constituci¨®n de 1972, el presidente de Pakist¨¢n era una figura decorativa. Los dictadores militares minaron y alteraron la carta magna para adecuarla a sus intereses. ?Retomar¨¢ Zardari la Constituci¨®n impulsada por su difunto suegro o conservar¨¢ sus poderes actuales? El pa¨ªs necesita con urgencia un presidente que, actuando como conciencia del mismo, pueda mostrar cierta autoridad moral. En este sentido, la primera figura que se nos viene a la cabeza es el destituido presidente del Tribunal Supremo Iftikhar Chaudhry, y tambi¨¦n Imran Khan e I. A. Rehman (presidente de la Comisi¨®n de Derechos Humanos), pero la ¨¦lite gobernante y sus interesados patrocinadores de Washington nunca han tenido en cuenta las necesidades del pa¨ªs. Que tengan cuidado. Las chispas que saltan en la frontera con Afganist¨¢n pueden desatar un incendio incontrolable.
Tariq Al¨ª es novelista y ensayista paquistan¨ª; su ¨²ltimo libro, The Duel: Pakistan on the Flightpath of American Power, ser¨¢ publicado pr¨®ximamente. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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