La Rep¨²blica del Papa
Ratzinger y Sarkozy coinciden en abrir el espacio pol¨ªtico a la fe religiosa
Con su viaje oficial a Francia, Benedicto XVI ha reafirmado su perfil como sucesor del carism¨¢tico Juan Pablo II. En sus intervenciones ante diversos auditorios -desde la jerarqu¨ªa del Estado franc¨¦s hasta un nutrido grupo de intelectuales, pasando por la Conferencia Episcopal de Francia y millares de peregrinos-, el Papa ha querido dejar claro que, como cabeza de la Iglesia, mantiene un ideario ultraconservador, al tiempo que, como jefe del Estado vaticano, dispone de un proyecto pol¨ªtico para llevarlo a la pr¨¢ctica. Esta combinaci¨®n se apoya, adem¨¢s, en una s¨®lida formaci¨®n como te¨®logo.
Benedicto XVI sorprendi¨® al sostener en Par¨ªs algo que la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica no defiende en otros pa¨ªses, como, por ejemplo, Espa?a: reafirm¨® la separaci¨®n entre los asuntos que competen a Dios y al c¨¦sar, elogiando a continuaci¨®n la laicidad del sistema republicano franc¨¦s. Sorpresa por sorpresa, el presidente Sarkozy pareci¨® por momentos rivalizar con Ratzinger en el empleo de un lenguaje teol¨®gico, ampar¨¢ndose en su idea de la "laicidad positiva". Pese a sus reiterados discursos sobre el asunto, el presidente franc¨¦s no ha conseguido por el momento abrir un debate sobre la laicidad en Francia ni sobre la ley de 1905 que la garantiza.
El discurso de Sarkozy ante Benedicto XVI tuvo, con todo, una consecuencia distinta: permiti¨® que el Papa invocara la autoridad del presidente de la Rep¨²blica para animar a los obispos franceses a trabajar por la "laicidad positiva". Si esta combinaci¨®n fue fruto del azar, Ratzinger supo aprovechar la puerta que le entreabri¨® Sarkozy. Pero si se trat¨® de una estrategia calculada, ni Sarkozy ni el Papa parecieron tener demasiado en cuenta los riesgos que hac¨ªan correr, no s¨®lo al Estado, sino tambi¨¦n a la propia fe cat¨®lica. Precisamente por el car¨¢cter laico de la Rep¨²blica, los cat¨®licos franceses est¨¢n m¨¢s comprometidos con su fe que en pa¨ªses en los que, como Espa?a, ha sido un credo obligatorio. Este compromiso no lo han percibido hasta ahora como algo incompatible con la Rep¨²blica ni han estado al acecho de la laicidad, intentado revisarla en cuanto se dieran las circunstancias propicias. Gracias a la entera libertad para creer o no creer, los cat¨®licos de Francia han podido tener tanto respeto por la fe como por la Rep¨²blica. Pero da la impresi¨®n de que eso a Ratzinger y a Sarkozy ya no les basta. A nosotros, s¨ª.
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