Del 'bello sexo'
Esta semana vemos cerrar todos los telediarios con la procesi¨®n de las modelos patilargas por la Pasarela Cibeles -qu¨¦ despiste, quer¨ªa decir por la Madrid Fashion Week-. Ya se apagaron los ecos de la pol¨¦mica que levant¨® la norma instaurada en la edici¨®n de hace dos a?os: ya saben, la de pesar a las modelos y no dejar desfilar a las que tengan un ¨ªndice de masa corporal inferior a 18. La medida, encaminada a poner ciertos l¨ªmites a la imagen anor¨¦xica que a menudo transmiten las escu¨¢lidas maniqu¨ªes, no ha cundido, sin embargo, en las principales pasarelas internacionales. ?Por qu¨¦? Seg¨²n dicen, porque son los dise?adores todopoderosos quienes seleccionan a sus modelos y, claro, no les gusta que les pongan ninguna cortapisa: lo que mejor sienta a sus fabulosos dise?os -parecen pensar- es una percha descarnada.
Con la facilidad de los retoques digitales, la belleza artificial es a¨²n m¨¢s bella que la original
Pero no es s¨®lo la industria de la moda la que sirve de modelo y espejo para el conjunto de las mujeres (y en menor medida, de los hombres). En la sociedad de la imagen somos continuamente estimulados por la visi¨®n de individuos bellos, de cuerpos juveniles estilizados y perfectos. Se nos muestran en la publicidad, en la televisi¨®n, en Internet, en pr¨¢cticamente cada una de las p¨¢ginas de las revistas m¨¢s le¨ªdas. Estamos tan rodeados por todas partes de esos cuerpos ideales que ya nos resultan normales. Esto es, normal ya no nos parece lo que es propio de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, sino lo que corresponde al aspecto f¨ªsico de las personas que salen en las portadas de las revistas.
M¨¢s perverso todav¨ªa: con la facilidad de los retoques digitales que borran cualquier atisbo de imperfecci¨®n, la belleza artificial es a¨²n m¨¢s bella que la original. Es imposible competir con ella y, sin embargo, queramos o no, est¨¢ ah¨ª como referencia para la comparaci¨®n. ?No les sorprende a ustedes en las primeras visitas a la playa cada verano y ante la visi¨®n de esa masa de gente en cueros -con sus pieles colgando, sus barrigas y sus celulitis- el pensamiento de pertenecer a una raza degenerada, apenas emparentada con la de las diosas y los dioses de las revistas?
Me consta que hay mujeres que no se atreven a ir a la playa porque no soportan la idea de mostrar un cuerpo que consideran tan dolorosamente alejado de los c¨¢nones de belleza y esbeltez. Unos c¨¢nones, desde luego, mucho m¨¢s imperativos para ellas que para ellos, como lo demuestra el hecho de que las gigantescas industrias de la cosm¨¦tica, la diet¨¦tica, la moda y la cirug¨ªa est¨¦tica est¨¦n abrumadoramente dirigidas a ellas, y s¨®lo incipientemente a ellos.
Tantos a?os de lucha feminista para alcanzar la igualdad de derechos y de oportunidades, ?y ninguna relajaci¨®n respecto al imperativo de constituir el bello sexo! Es m¨¢s: es evidente que se ha acrecentado. El mito de la belleza, como lo design¨® Naomi Wolf, prescribe en realidad una conducta (las mujeres han de estar constantemente en lucha contra sus arrugas, sus kilos y sus imperfecciones corporales) y una frustraci¨®n (puesto que los modelos a imitar son inaccesibles, se sentir¨¢n inc¨®modas en su cuerpo, difusamente culpables por no conseguir ser lo suficientemente atractivas, delgadas y j¨®venes). Y es que darse cuenta de que las modelos no son modelos requiere un alto grado de conciencia y de autoestima, valores ciertamente no tan promocionados por las grandes industrias del consumo.
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