Tu cerebro te puede delatar
La intimidad del pensamiento peligra - Nuevas t¨¦cnicas para leer la mente impulsan el detector de mentiras para acusados y empleados
Hasta ahora ha sido una posibilidad m¨¢s o menos remota, y m¨¢s o menos inc¨®moda. Pero un tribunal en India lo ha convertido en realidad: una mujer fue condenada en junio por asesinato tras haber aceptado el juez como prueba el resultado de un detector de mentiras cerebral. La acusada -que se declara inocente y se someti¨® voluntariamente a la prueba- no tuvo que abrir la boca; su cerebro, supuestamente, lo dijo todo, y acab¨® inculp¨¢ndola. La marea de reacciones no se ha hecho esperar, entre otras cosas porque la noticia cae en campo abonado.
En los ¨²ltimos a?os empresas estadounidenses han anunciado su intenci¨®n de ofrecer este tipo de servicio, as¨ª que los neurocient¨ªficos y los expertos en ¨¦tica y en derecho llevan tiempo pregunt¨¢ndose si la t¨¦cnica es fiable... y m¨¢s cosas: ?Qu¨¦ m¨¢s se podr¨ªa leer en el cerebro, adem¨¢s de la mentira? ?Es un avance o un peligro?
Un tribunal indio utiliz¨® el nuevo m¨¦todo para resolver un crimen
Los especialistas alertan de que no existen m¨¢quinas fiables al 100%
El Pent¨¢gono comprueba la sinceridad de 5.700 trabajadores al a?o
El esc¨¢ner se ofrece a parejas celosas o a padres de adolescentes
El comportamiento y las actitudes est¨¢n producidos por las neuronas
Los expertos piden l¨ªmites al uso de las tecnolog¨ªas, pero ¨¦stas avanzan
Cuando la ciencia y la sociedad van por caminos distintos hay problemas. Como los que encuentran los alimentos transg¨¦nicos para entrar en el mercado europeo, o los que deben sortear los propios investigadores para trabajar con c¨¦lulas madre embrionarias. Los neurocient¨ªficos lo saben, y por eso ha ganado peso entre ellos una corriente que aboga por discutir los aspectos ¨¦ticos, y sociales en general, de muchos de sus resultados.
La neuro¨¦tica se considera ya una nueva disciplina. En la publicaci¨®n cient¨ªfica con ese mismo nombre, Neuroethics, se analiza desde la responsabilidad penal de los adictos hasta el uso de f¨¢rmacos para alterar la memoria -hay al menos un caso real: una mujer que escuch¨® en la mesa de quir¨®fano el grave diagn¨®stico del c¨¢ncer que padec¨ªa y a la que el anestesista borr¨® deliberadamente, y con ¨¦xito, el recuerdo de haberlo escuchado-. El desarrollo de detectores de mentiras cerebrales es uno de los temas estrella.
El caso indio es paradigm¨¢tico del uso que podr¨ªa darse a esta versi¨®n sofisticada del pol¨ªgrafo: tras examinar con el detector de mentiras a 75 sospechosos de cr¨ªmenes, Aditi Sharma, de 24 a?os, fue la primera condenada por el tribunal de Bombay -con cadena perpetua- por haber envenenado junto a su novio actual a su ex pareja con ars¨¦nico en un MacDonald's, informa Ana Gabriela Rojas.
En Espa?a, la onda neuro¨¦tica a¨²n no ha llegado con toda su intensidad, pero los expertos reaccionan r¨¢pido si se les pide opini¨®n. Alberto Ferr¨²s, del Instituto Cajal de Neurociencias, del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), responde rotundo sobre el caso: "Si se acepta esto, no hay argumento alguno que pueda impedir la clonaci¨®n humana y tantas otras cosas que no queremos para nuestra sociedad". Su colega Javier Cudeiro, del grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidad de A Coru?a, dice que recurrir a los esc¨¢neres cerebrales para detectar mentiras, hoy por hoy, es "conceptualmente similar" al uso de la frenolog¨ªa hace dos siglos, cuando se analizaba la personalidad de un individuo midiendo los relieves de su cr¨¢neo -molde de los bultos que, en el cerebro, albergar¨ªan sentimientos como el amor, el odio o el sentido de justicia-.
Esto ya responde a la primera pregunta de la lista: no, actualmente ninguna t¨¦cnica de detecci¨®n de mentiras es fiable. Pero no s¨®lo las basadas en la neurociencia; tampoco es seguro el pol¨ªgrafo, ni los movimientos involuntarios de los ojos, ni la medici¨®n de la temperatura del rostro, entre otras variadas t¨¦cnicas a las que se ha recurrido alguna vez -la Inquisici¨®n daba pan y queso a sus v¨ªctimas y si se atragantaban es que ten¨ªan la boca seca y, por tanto, ment¨ªan-. Esa es, hoy por hoy, la opini¨®n mayoritaria de la comunidad cient¨ªfica internacional.
El pasado agosto, el Consejo Nacional de Investigaci¨®n estadounidense -una agencia de la Academia Nacional de Ciencias- hizo p¨²blico un informe sobre el inter¨¦s potencial para defensa y seguridad de tecnolog¨ªas derivadas de la neurociencia. El trabajo, financiado por la Agencia de Inteligencia para la Defensa, afirmaba categ¨®ricamente: "No ha habido hasta ahora suficiente investigaci¨®n de calidad que respalde emp¨ªricamente el uso de cualquier dispositivo neurofisiol¨®gico para detectar el enga?o". Este organismo lleg¨® en 2003 a la misma conclusi¨®n sobre el pol¨ªgrafo.
Las m¨²ltiples cr¨ªticas que los neurocient¨ªficos hacen al uso de esc¨¢neres cerebrales para detectar mentiras se basan en argumentos muy simples. Uno, fundamental, es que los experimentos en que se hace mentir a voluntarios no se acercan ni de lejos a la vida real: no es lo mismo mentir en un laboratorio sobre si se ha cogido una carta u otra, que jugarse la familia, el patrimonio, la reputaci¨®n o todo junto en un juicio. Otra dificultad consiste en aplicar a una sola persona valores medios, obtenidos tras experimentar con un grupo peque?o. Las investigaciones en esta ¨¢rea publicadas en revistas cient¨ªficas de prestigio -en las que cada art¨ªculo, antes de ser aceptado, es revisado por cient¨ªficos independientes y tan expertos como el autor- son a¨²n pocas. Y est¨¢n basadas en voluntarios sanos y j¨®venes. ?C¨®mo saber si los resultados valen para drogadictos o ancianos, por ejemplo?
Una ¨²ltima cr¨ªtica. Los esc¨¢neres cerebrales para detectar mentiras parten del principio de que el cerebro trabaja m¨¢s para mentir. Pero ?y si el sospechoso cree cierto un hecho falso? Si un psic¨®pata sin remordimiento alguno enga?a tranquilamente a un pol¨ªgrafo, ?qu¨¦ dir¨¢ un cerebro con falsos recuerdos? "Los resultados ser¨ªan muy distintos si el sospechoso fuera un neur¨®tico frente a un psic¨®pata; el primero puede tender a autoculparse, y el segundo ni se emociona con la rememoraci¨®n del caso. Si ya es dif¨ªcil saber la verdad con palabras, ?por qu¨¦ esperan que sea m¨¢s f¨¢cil registrando la actividad cerebral?", dice Jos¨¦ Mar¨ªa Delgado Garc¨ªa, neurofisi¨®logo de la Universidad Pablo de Olavide.
Con tanto en contra, se dir¨ªa que la idea de pillar a un mentiroso por su cerebro deber¨ªa estar enterrada. Pero es al rev¨¦s. Y lo prueban hechos relacionados, como el hecho de que los principales usuarios del pol¨ªgrafo en Estados Unidos sean las agencias de seguridad y defensa, que someten a sus empleados a la prueba. Seg¨²n The International Herald Tribune, el Pent¨¢gono -que cuenta con un instituto especializado en t¨¦cnicas de detecci¨®n de mentiras, como el propio pol¨ªgrafo- pretende probar la sinceridad de 5.700 empleados y aspirantes cada a?o, para lo que tendr¨¢ que recurrir por primera vez a subcontratas. La ley que proh¨ªbe a las compa?¨ªas estadounidenses despedir o seleccionar a sus empleados bas¨¢ndose en el pol¨ªgrafo no afecta a los empleados p¨²blicos. Entonces ?cu¨¢l es la diferencia entre el caso en India y las dos empresas estadounidenses que comercializan servicios de detecci¨®n de mentiras con esc¨¢neres cerebrales? Ning¨²n tribunal ha aceptado a¨²n sus t¨¦cnicas y menos en un caso de asesinato. Pero tampoco ha hecho falta para que empiecen a ganar dinero.
Ambas compa?¨ªas recurren a la resonancia magn¨¦tica cerebral funcional (RMNF), que permite visualizar el cerebro en funcionamiento. La primera en salir al mercado, hace algo m¨¢s de un a?o, ha sido NoLie, que nace del trabajo de Daniel Langleben, de la Universidad de Pensilvania. En 2002 este investigador public¨® en la revista NeuroImage que en el cerebro de un grupo de estudiantes que ment¨ªan -sobre haber visto una carta u otra- se activaban ¨¢reas distintas que en los de quienes dec¨ªan la verdad. Langleben ha declarado a la revista Nature que la t¨¦cnica es fiable en un 88%, y eso parece bastar a los clientes de NoLie. El director de la compa?¨ªa, Joel Huizenga -que no ha respondido a los correos de este peri¨®dico-, dijo hace un a?o tener ya una docena de clientes, a los que cobraba unos 10.000 d¨®lares (7.000 euros) por an¨¢lisis. En su web, NoLie se dirige a quienes quieren probar su fidelidad ante parejas celosas; a los padres de adolescentes d¨ªscolos; y a cualquiera que vaya a tener una cita amorosa en estos tiempos tan malos para la sinceridad.
La competencia de NoLie es Cephos. Su responsable, Steven Laken, con una carrera en investigaci¨®n en biomedicina tras de s¨ª, explica por e-mail que el ¨ªndice de eficacia de su t¨¦cnica "ha variado del 78% al 97%. Con mejoras sutiles alcanzamos ahora el 97% de precisi¨®n". ?Qu¨¦ opina Laken de la condena en India? "Buscar en el cerebro las mentiras tiene una base cient¨ªfica mucho m¨¢s s¨®lida que analizar los rasgos faciales, como hace en EE UU el Departamento de Seguridad Interior; la voz, como hacen miles de comisar¨ªas, o el sudor, como hace el Departamento de Defensa. El electro-encefalograma (EEG), la resonancia magn¨¦tica funcional y el resto de t¨¦cnicas de detecci¨®n de mentiras deber¨ªan superar el mismo examen, esto es, una revisi¨®n rigurosa por expertos independientes". En su opini¨®n, la t¨¦cnica aplicada en el juicio contra Aditi Sharma -basada en el EEG- "no ha superado las pruebas que exigir¨ªa un tribunal estadounidense".
Quedan m¨¢s preguntas. ?Y si la t¨¦cnica realmente llegara a ser fiable? Podr¨ªa llegar a ocurrir; el problema hoy estriba en la complejidad de la informaci¨®n a procesar, pero no existe un obst¨¢culo fundamental, dice Agn¨¦s Gruart, neurocient¨ªfica en la Universidad Pablo de Olavide. "El cerebro funciona por la activaci¨®n de determinados circuitos cerebrales en un tiempo y un orden determinados, as¨ª que es perfectamente correcto que alguien determine mediante t¨¦cnicas de neuroimagen o similares d¨®nde se produce dicha activaci¨®n, y sus caracter¨ªsticas. El problema es que a¨²n no podemos interpretar de forma precisa este funcionamiento. Todo el comportamiento y el pensamiento est¨¢n producidos en el cerebro; con m¨¢s informaci¨®n y refinamiento t¨¦cnicos podr¨ªa llegar a describir c¨®mo se generan el comportamiento y el pensamiento".
Tambi¨¦n Cudeiro diferencia entre hoy y pasado ma?ana: "Es posible que en un futuro no lejano seamos capaces de encontrar los correlatos neuronales de la intenci¨®n o de la verdad. En la actualidad la incertidumbre de los datos todav¨ªa no lo permite".
Es f¨¢cil imaginar: en los aeropuertos no habr¨ªa que abrir las maletas, sino el cerebro -eso s¨ª, el aparataje tendr¨ªa que cambiar mucho; hacerse hoy una RMN no es un proceso r¨¢pido, ni c¨®modo, ni para todo el mundo-. Quiz¨¢s tampoco har¨ªa falta jurados, y la polic¨ªa tendr¨ªa dispositivos port¨¢tiles. Para Javier S¨¢daba, director del Instituto de Bio¨¦tica y Humanidades M¨¦dicas, "la modificaci¨®n de la vida ser¨ªa bastante considerable". Pero es, en su opini¨®n, un escenario cre¨ªble: "Estamos entrando en el cerebro a una velocidad sorprendente, los avances son espectaculares y plantean cuestiones estrictamente morales relacionadas con la intimidad". Para S¨¢daba habr¨ªa que establecer l¨ªmites al uso de estas tecnolog¨ªas, pero deber¨ªa primar el bien com¨²n: "Imaginemos que la vida de 200 personas depende de si alguien miente. No tendr¨ªa ning¨²n inconveniente en recurrir a estas t¨¦cnicas".
El mentiroso no da pistas
"El que menos, miente unas 20 o 30 veces al d¨ªa", dice el catedr¨¢tico en ¨¦tica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid Javier S¨¢daba. La mentira forma parte de nuestra vida. "Pero claro, hay mentiras y mentiras. Las mentiras light, que no hacen da?o, la mayor¨ªa, ser¨ªan virtualmente indetectables por una m¨¢quina".
Ni por una m¨¢quina ni por una persona, se podr¨ªa a?adir. Varios trabajos psicol¨®gicos, como los de Bella DePaulo, de la Universidad de California (EE UU), han demostrado que los humanos no somos buenos detectores de mentiras: en los experimentos los participantes se dan cuenta de que se les est¨¢ mintiendo s¨®lo la mitad de las veces. Los investigadores advirtieron que, a la hora de detectar a un mentiroso, es f¨¢cil dejarse llevar por falsos estereotipos. Uno es que el mentiroso se siente atormentado por su conciencia y vive angustiado. Pero, seg¨²n DePaulo, hay mentirosos consumados que incluso sienten placer col¨¢ndola.
La conclusi¨®n es que no hay narices de Pinocho. Puede que si la mentira es complicada se hagan pausas m¨¢s largas al contarla; pero cuando la trola es sencilla puede salir sola.
Las mentiras podr¨ªan estar mejor preparadas, de forma que su relato sea m¨¢s claro, en orden cronol¨®gico, mientras que a menudo los hechos reales se narran con titubeos o de forma desordenada.
Adem¨¢s, los buenos mentirosos pueden conocer todos los trucos e inhibirlos, como explica DePaulo en The New Yorker: "No necesitan saber qu¨¦ distingue a un mentiroso de alguien que dice la verdad; s¨®lo saber qu¨¦ cree la gente que los distingue".
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