La mala fe
Estremece la carga de maldad contenida en la ¨²ltima frase de Rajoy ("hay 180.000 extranjeros cobrando el seguro de desempleo"); asombra la mezquindad que le ha llevado a contarlos uno a uno; da miedo la naturalidad con la que afirma no haber dicho lo que dijo. El extranjero, el extra?o, el que no es "de aqu¨ª". No hay miedo m¨¢s at¨¢vico ni menos racional que el que se profesa al que tiene distinto el color de la piel, al que habla un idioma diferente, al que practica unas costumbres desconocidas, al otro, en fin, que viene a arrebatarnos el alma, la cultura, el dinero, el asiento del autob¨²s, la cama del hospital... No por casualidad el t¨¦rmino b¨¢rbaro, que originalmente significaba extranjero, ha devenido en sin¨®nimo de bruto.
Entonces llega un se?or que es "de aqu¨ª" de toda la vida, un se?or que quiz¨¢ es tonto, pero que es un tonto "de aqu¨ª", un tonto nuestro, y te sopla al o¨ªdo: "Yo puedo acabar en dos patadas con toda esta gentuza que llena los servicios de urgencias, que hace cola en la ventanilla del paro, que cobra el seguro de desempleo, que lleva rastas o trenzas o que adereza la ensalada con salsas absurdas". Frente a un discurso de tal naturaleza, qui¨¦n entra en complejidades intelectuales sobre el derecho a cobrar por lo que se ha pagado. No son de aqu¨ª y punto. Rajoy presume de se?or de provincias, de sensato, de tener un sentido com¨²n excepcional y de odiar, l¨®gicamente, al extranjero (una cosa lleva a la otra).
Si Ibarretxe hubiera pronunciado una frase como la del dirigente del PP, nos habr¨ªamos echado todos encima, y con raz¨®n, por nacionalista. Hay que ser muy nacionalista o muy malvado para decir que 180.000 extranjeros cobran el subsidio del paro (lo cobran -da verg¨¹enza insistir- porque han cotizado previamente). O sea, que a lo mejor hay que ser muy nacionalista y muy malvado a la vez.
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