Una construcci¨®n cultural
Tal vez por una deformaci¨®n heredada del sentimentalismo rom¨¢ntico se encuentra hoy muy extendida la idea de identificar paisaje con naturaleza, sin embargo, es necesario empezar por aclarar que paisaje no es sin¨®nimo de naturaleza, que se trata de un concepto cultural. Disfrutamos con la estancia en determinados lugares y con la contemplaci¨®n de sus vistas porque hemos adquirido la capacidad de interpretarlos como paisajes, distinguiendo y valorando ciertas caracter¨ªsticas de coherencia interna que tienen relaci¨®n con las formas del territorio, la variedad de la vegetaci¨®n, la presencia de agua o los matices que ofrece la luz en determinado momento del d¨ªa o estaci¨®n del a?o. Cuando miramos el campo con ojos est¨¦ticos y contemplamos escenarios que provocan emociones estamos ante un paisaje, es decir, las cualidades paisaj¨ªsticas de un territorio dependen de las emociones que sean capaces de despertar en el sujeto que las contempla. El paisaje no es, por tanto, un hecho objetivo.
Cuando en cualquier lugar de Europa salimos al campo, ante nuestros ojos se ofrecen unos panoramas que nada tienen que ver con lo generado de forma espont¨¢nea por la naturaleza. Todo lo que vemos ha sido antropizado, ha sido transformado por el hombre, en mayor o menor medida, o ha sufrido las consecuencias de esas acciones. Lo que nos sobrecoge de los p¨¢ramos castellanos, de las dehesas extreme?as, de las suaves laderas olivareras andaluzas o del bosque mediterr¨¢neo es precisamente lo que cada uno de esos lugares tiene de antr¨®pico, de construido trabajosamente por decenas de generaciones de esforzados campesinos.
Todas las acciones que agricultores, ganaderos y mineros, unidas a las de constructores an¨®nimos, que han erigido hermosos pueblos, e ingenieros que han trazado caminos, abierto pasos, levantado diques o construido puertos, configuran ese paisaje que tanto placer est¨¦tico produce.
El territorio es, como explica Alain Roger, el grado cero del paisaje. El territorio, con sus fen¨®menos geol¨®gicos, sus particularidades clim¨¢ticas y sus posibilidades bi¨®ticas constituye la materia prima con la que se va a amasar el paisaje. Con buena harina podemos hacer un pan deformado y mal cocido mientras que con mala harina y buenas ma?as podr¨ªamos conseguir uno que no sea despreciable. Con el territorio pasa lo mismo. Un brezal ¨¢spero y agreste puede deparar enormes emociones est¨¦ticas, con sus cambios de texturas y matices de color seg¨²n se pone el sol de la tarde, mientras que un bosque exuberante, cerrado sobre s¨ª mismo, se puede convertir en una pesadilla y en foco de incomodidades y temores.
En muchas ocasiones, cuando hablamos de paisaje nos estamos refiriendo a lo m¨¢s ¨ªntimo de la relaci¨®n de un pueblo con un espacio vital, de un pueblo con su propio pa¨ªs. Los olivos de Ja¨¦n, trepando ordenados por las onduladas laderas, o los vi?edos de la ribera del Duero, son testimonios de nuestra historia y nuestra cultura m¨¢s antiguos y m¨¢s significativos que una iglesia renacentista que, al fin y al cabo, es un modelo de arquitectura originado en Italia. El paisaje nos habla de una manera m¨¢s profunda que el monumento ya que la manera de asentarse, cultivar, regar y cuidar la tierra, as¨ª como de transmitirla de padres a hijos, supone la acumulaci¨®n de saberes, sentimientos, sufrimientos y renuncias, mientras que los frutos y productos que extraen del suelo han determinado su dieta y, como consecuencia, han conformado su car¨¢cter y fisonom¨ªa. Toda la historia de un pa¨ªs est¨¢ grabada en su paisaje por medio de las formas de ocupaci¨®n del territorio, la divisi¨®n de las parcelas, la construcci¨®n de los bancales, los tipos de cultivo, la estructura de las acequias y la red de caminos.
Lo que ven nuestros ojos cuando salimos al campo suele ser percibido con una mirada distra¨ªda, con la mirada moderna del urbanita que a?ora un supuesto para¨ªso perdido y se conforta con constatar la diferencia con la sordidez de los escenarios de su vida cotidiana, pero para disfrutar del paisaje es necesario, como para disfrutar intensamente de la m¨²sica, tener una idea de c¨®mo es la partitura y c¨®mo se ha construido cada frase, es decir, es necesario distinguir cada elemento del territorio y apreciar qu¨¦ sentido tiene en el conjunto, en qu¨¦ radica su coherencia y armon¨ªa, cu¨¢les son sus cualidades est¨¦ticas, para comprender qu¨¦ posee el paisaje de sublime, de maravilloso o de pintoresco.
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