Volvo Ocean, a puto remo

Llegaron las infantas y amadrinaron dos barcos que dar¨¢n la vuelta al mundo, y posiblemente, de paso, ojearon las fastuosas obras del puerto impulsadas a todo trapo y a toda pasta, y que se inauguraron precisamente anoche. Pena que las infantas no ojearan la desolaci¨®n de la ciudad: desde el centro mismo, hasta los barrios y los barracones de los colegios p¨²blicos, donde los escolares se las pelan, a?o tras a?o. Llegaron las infantas, con el alcalde dimitido, pero nadie les dijo lo que se dice siempre tan empalagosa como solemnemente: Alicante es una ciudad abierta, porque despu¨¦s de D¨ªaz Alperi, Alicante es una ciudad abierta en canal. Tampoco se les dijo lo que escribi¨® un grafitero, con letras historiadas de derribos, de guirnaldas de especulaciones y favores, y solares de confitura: Si donde pisa el caballo de Atila no crece la hierba, donde pisa el alcalde D¨ªaz Alperi no crece la ciudad. Pero ahora y por primera vez en su historia, Alicante tiene una alcaldesa y todo anda en suposiciones y revolicas: desde la oposici¨®n municipal socialista, hasta partidos pol¨ªticos, sindicatos, plataformas ciudadanas, y vecinos. La alcaldesa Sonia Castedo despu¨¦s de sentenciar que "gobernar es dialogar", acudi¨® al convento de las capuchinas, donde el PP hace de la plegaria treta electoral, y le llev¨® flores al cuerpo incorrupto de una monja. De salida, la nueva alcaldesa y algunos de sus fieles nos dejan una estampa con toda la ranciedad del nacionalcatolicismo. Pero la nueva alcaldesa conoce el arte del regate, y ha elogiado al Gobierno de Espa?a, por los millones de euros que ha invertido en las obras del puerto, y las desgravaciones fiscales que ha concedido a los patrocinadores de la Volvo, elogio, en fin, que ha sosegado los ¨¢nimos del PSOE y de la subdelegada del gobierno, Encarna Llinares. Sonia Castedo es h¨¢bil y descubre as¨ª, en el env¨¦s del halago, unas inversiones que junto a las de la Generalitat, deber¨ªan haberse destinado a obras sociales, a regenerar el tejido industrial, tan deteriorado, o a otras urgencias, de una ciudadan¨ªa que, a lo que se ve, cuenta poco o nada.

Con la Volvo Ocean Race, Alicante se incorpora a ese turbio mapa de clamorosos y memorables eventos, con los que Camps ensombrece y arrincona los despojos m¨ªticos de Zaplana, y levanta una comunidad de ficciones, de espejismos y de apariencias, y as¨ª nos va. La Copa del Am¨¦rica y la F¨®rmula 1 fueron tan ef¨ªmeros, como in¨²tiles: un despilfarro de los dineros de todos los valencianos, una fugaz diversi¨®n para enjoyar la testera de Camps. La Volvo no mejorar¨¢ la calidad de vida, ni el medio ambiente, ni los servicios m¨¢s necesarios de esta ciudad. Puede que beneficie, por unos d¨ªas, a los hoteleros, pero, como ha declarado a este diario, el presidente de los mismos: "A partir del 12 de octubre volveremos a la m¨¢s triste realidad". Una realidad que se impone a las pretenciosas cifras que abanderan este nuevo evento. Cuando las temerarias embarcaciones desplieguen sus velas y zarpen hacia el fin de los mares, nosotros seguiremos a puto remo y a puro grito. Pero a tanta paciencia ya hay que darle aire: s¨®lo es un disfraz de la resignaci¨®n.