La infanta invisible
El bajo perfil p¨²blico de do?a Cristina en Catalu?a, clave para su discreta integraci¨®n
La casa, en el coraz¨®n de Pedralbes, la zona m¨¢s se?orial de Barcelona, tiene algo de fortaleza. Los muros altos, rematados por algo de vegetaci¨®n, y las ventanas, semiocultas por paneles de madera, no se comunican con el exterior. En este refugio, que mira a un jard¨ªn interior de 1.300 metros cuadrados, viven, desde que lo compraron por seis millones de euros, en 2005, Cristina Federica de Borb¨®n y Grecia, de 43 a?os; su marido, I?aki Urdangar¨ªn Liebaert, de 40, y sus cuatro hijos.
Un lugar tranquilo hasta el pasado 13 de septiembre. Esa madrugada, Francisco Javier M. G., de 40 a?os, lleg¨® hasta el palacete conduciendo su propio coche y arroj¨® hacia el interior una garrafa con tres litros de gasolina y un c¨®ctel molotov. La mecha no prendi¨®, y el atentado qued¨® en mero intento. Pero esa acci¨®n, atribuida al desequilibrio mental del detenido, ha dejado mal sabor de boca en Catalu?a. Por m¨¢s que Francisco Javier M. G. no tenga relaci¨®n con el independentismo, el ataque frustrado ocurri¨® poco despu¨¦s de la celebraci¨®n de la Diada, cuando grup¨²sculos de radicales quemaron fotos de los Reyes junto a alguna bandera espa?ola.
I?aki Urdangar¨ªn cobra unos 300.000 euros como consejero de tres sociedades de Telef¨®nica
Los partidos pol¨ªticos insisten en que el radicalismo antimon¨¢rquico es minoritario, pero un paseo por la ciudad deja claro eso que el alcalde del PSC Jordi Hereu define como "la s¨®lida tradici¨®n republicana y federalista" local. En pleno centro, una enorme bandera tricolor adorna la fachada de la sede hist¨®rica de la Universidad de Barcelona (UB), donde acaba de inaugurarse una exposici¨®n sobre autonom¨ªa universitaria en la Rep¨²blica. Toda una met¨¢fora del ambiente en el que la Infanta ha vivido los ¨²ltimos 16 a?os.
La segunda hija de los reyes de Espa?a se instal¨® en Barcelona la primavera de 1992. All¨ª se cas¨®, en octubre de 1997, con un deportista vasco, I?aki Urdangar¨ªn. All¨ª han nacido sus cuatro hijos: Juan Valent¨ªn, de casi nueve a?os; Pablo Nicol¨¢s, un a?o menor; Miguel, de seis, e Irene, de tres. Los duques de Palma han encontrado un ambiente de propicia indiferencia, seg¨²n unos, y de respeto y comprensi¨®n, seg¨²n otros, en el que construir su vida.
Si la llegada de Cristina de Borb¨®n a Barcelona respondi¨® a una estrategia de Estado para fortalecer la posici¨®n de la Corona en Catalu?a, no se puede decir que la operaci¨®n haya sido un ¨¦xito. La Infanta no suele acudir a eventos oficiales, y cuando se le pregunta al alcalde Jordi Hereu en qu¨¦ actos ha coincidido con ella ¨²ltimamente, recuerda a bote pronto que se encontraron en el zoo. Para Hereu, ese encuentro es todo un s¨ªntoma de integraci¨®n, porque, a su juicio, la llegada de la Infanta "fue la decisi¨®n libre de una persona que es ya una barcelonesa m¨¢s, porque est¨¢ encantada de vivir aqu¨ª".
A los 43 a?os, la Infanta, que estudi¨® ciencias pol¨ªticas en la Universidad Complutense y remat¨® su formaci¨®n con un curso de relaciones internacionales en Nueva York, parece haber encontrado, eso s¨ª, un cierto equilibrio entre su yo privado y su discreto yo p¨²blico. Compagina los actos institucionales (la mayor¨ªa fuera de Catalu?a) con un trabajo que le gusta y una intensa vida familiar. Los duques de Palma cumplen con la rutina de llevar a sus hijos a la escuela en fechas se?aladas -los tres mayores estudian en el Liceo Franc¨¦s- y se dejan ver de cuando en cuando montando en bicicleta con los ni?os. Ese bajo perfil oficial ha disuelto no pocas inquinas contra la Monarqu¨ªa.
La ex diputada republicana Pilar Rahola, que llam¨® al Rey hace a?os "ciudadano Juan Carlos de Borb¨®n", parece ahora una admiradora de los duques de Palma. "Son una pareja muy salada", dice. "Est¨¢n muy incardinados en la sociedad catalana; son discretos, sencillos y caen bien". S¨®lo hay un pero: la Infanta no domina el catal¨¢n.
En La Caixa, donde trabaja desde 1993, aseguran que entiende perfectamente el catal¨¢n, aunque utilice m¨¢s el castellano. El tratamiento que se le reserva es "el que le corresponde, de alteza real". Un d¨ªa cualquiera, a las nueve de la ma?ana, decenas de empleados atraviesan los tornos de acceso a la sede de la Diagonal. No hay rastro de la Infanta, que, por motivos de seguridad, no comparte los horarios de la mayor¨ªa. Los que trabajan con ella la describen como una persona accesible, que se implica mucho en su trabajo. "En estos momentos lleva programas destinados a dar mayor vitalidad a las personas mayores y a los que atienden a gente con dependencias", explican.
A tenor de lo que opina el nacionalismo catal¨¢n, el ¨¦xito de su integraci¨®n reside en haberse vuelto casi invisible. Eso dice, por ejemplo, Ignasi Llorente, portavoz oficioso de Esquerra Republicana de Catalunya. "Ha pasado desapercibida en Barcelona, dicho en el mejor sentido de la palabra. Ha sido muy discreta. Hasta el punto de que aqu¨ª se la relaciona poco con la Corona; mucha gente la ve m¨¢s como la esposa de I?aki Urdangar¨ªn, un famoso jugador de balonmano del Barcelona, que como hija del Rey".
Es dif¨ªcil suscribir el juicio de Llorente. Aunque s¨®lo sea porque el balonmano dista de ser un deporte de masas, y porque Cristina de Borb¨®n lleva 15 a?os en La Caixa, espina dorsal de la vida econ¨®mica, social y hasta pol¨ªtica de Catalu?a.
La entidad catalana no le ha regalado nada a la Infanta. Empez¨® ocup¨¢ndose de organizar exposiciones fotogr¨¢ficas, y ha escalado, pelda?o a pelda?o, hasta su actual posici¨®n de directora de acci¨®n social, a cargo de un equipo de 22 personas. Aquella joven que sorprendi¨® a los barceloneses atravesando la Via Laietana -donde estaba entonces instalada la fundaci¨®n- cargada de bolsas del supermercado es hoy una ejecutiva con un salario en torno a los 200.000 euros anuales. En La Caixa no lo confirman. "Es un tema privado, pero la cifra parece algo fantasiosa".
Por si la entidad con m¨¢s proyecci¨®n exterior de Catalu?a no fuera un anclaje suficiente, el duque de Palma, ex vicepresidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol, mantiene intacta su relaci¨®n con otra instituci¨®n emblem¨¢tica catalana, el Bar?a, de cuya fundaci¨®n es patrono. Urdangar¨ªn, que ocup¨® cargos de consultor¨ªa deportiva nada m¨¢s abandonar el deporte activo en 2000, fue objeto de una fuerte pol¨¦mica hace un par de a?os por las cifras millonarias que cobr¨® de gobiernos auton¨®micos por organizar simposios y congresos sobre el tema.
El esc¨¢ndalo le oblig¨® a dimitir. Al d¨ªa siguiente, Urdangar¨ªn, que estudi¨® empresariales en la Universidad de Barcelona y en Esade, era consejero de Telef¨®nica Internacional (la rama latinoamericana) y miembro de los consejos de administraci¨®n de Telef¨®nica en Brasil, Telesp, y desde hace poco de la de M¨¦xico, adem¨¢s de pertenecer a la Fundaci¨®n Telef¨®nica.
Asiste a seis consejos anuales en cada compa?¨ªa, m¨¢s las comparecencias a las que le obliga estar en dos comisiones. En Telef¨®nica est¨¢n encantados con su efectividad como relaciones p¨²blicas. No hay datos exactos sobre la remuneraci¨®n que percibe, pero se situar¨ªa en los 300.000 euros anuales. El marido de la Infanta es, adem¨¢s, consejero externo de Motorpress Ib¨¦rica, que edita una mir¨ªada de publicaciones en papel y digitales.
Su agenda, como la de su esposa, est¨¢ repleta de anotaciones, pero pocas tienen que ver con la vida pol¨ªtica catalana. No es casual que el d¨ªa del frustrado atentado, ni el duque ni su esposa, la Infanta, estuvieran en Barcelona. Viajaron a Menorca aprovechando el puente de la Diada. -
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