M¨²nich, Negr¨ªn y Franco
Se cumplen ahora 70 a?os desde que el Reino Unido y Francia se inclinaron ante Hitler y consintieron en la desmembraci¨®n de Checoslovaquia. Fue el momento culminante del "apaciguamiento" que el primer ministro brit¨¢nico, Neville Chamberlain, hab¨ªa seguido desde su nombramiento casi a?o y medio antes. Su hom¨®logo franc¨¦s, ?douard Daladier, no se atrevi¨® a separarse ni un mil¨ªmetro, a pesar de las humillaciones a que Chamberlain le someti¨®.
No fue una capitulaci¨®n inesperada. Los servicios de inteligencia brit¨¢nicos y franceses anticiparon la crisis mucho tiempo antes. Los sovi¨¦ticos tambi¨¦n. Incluso los republicanos espa?oles. Desgraciadamente, las interceptaciones de telegramas que los primeros practicaban habitualmente se han "extraviado" para el periodo julio-diciembre de 1938. Es veros¨ªmil que no se trate de una "casualidad". Siempre habr¨¢ gente que no desee ennegrecer a¨²n m¨¢s el oscuro comportamiento del Gobierno conservador de la ¨¦poca, cuya pol¨ªtica defienden algunos autores patriotas. Por su lado, los alemanes interceptaban los telegramas checos y conoc¨ªan la actitud brit¨¢nica. Hitler jugaba con ventaja. Conviene saber qu¨¦ cartas tiene el adversario.
El jefe de Gobierno republicano apost¨® por Londres y Par¨ªs hasta la capitulaci¨®n de Chamberlain
Negr¨ªn estaba al quite. Conoc¨ªa por los telegramas del embajador en Praga, Luis Jim¨¦nez de As¨²a, los temores checos y segu¨ªa muy de cerca la evoluci¨®n europea. La capacidad militar de la Rep¨²blica estaba a prueba en el Ebro. A principios de septiembre intent¨® verse con Daladier. Si la guerra estallaba en Europa, los republicanos estaban dispuestos a operar contra Marruecos y las Baleares tan pronto se les proporcionase material. Daladier no le recibi¨®. Negr¨ªn s¨ª recibi¨® a Vincent Auriol, ex ministro socialista franc¨¦s que hab¨ªa confirmado la conveniencia de tales operaciones aunque a cargo de Francia. El 21, Negr¨ªn anunci¨® sorpresivamente en Ginebra la retirada de las Brigadas Internacionales. Una semana m¨¢s tarde hizo un ofrecimiento al Gobierno brit¨¢nico para asumir las responsabilidades que correspond¨ªan a Espa?a como miembro de la Sociedad de Naciones. Si las potencias democr¨¢ticas se opon¨ªan por la fuerza a Hitler, los republicanos dar¨ªan un paso al frente. Era la culminaci¨®n de su gran estrategia: con las primeras todo lo que fuera posible, con la Uni¨®n Sovi¨¦tica hasta donde fuese necesario. Los brit¨¢nicos desde?aron la oferta mientras que por v¨ªas discretas Franco se apresuraba a declarar a Londres y Par¨ªs que en caso de conflicto permanecer¨ªa neutral. Esto caus¨® irritaci¨®n a sus protectores nazis, no porque ignorasen su dif¨ªcil situaci¨®n sino porque lo hizo sin consulta previa.
No se trat¨® de un rasgo de autonom¨ªa, sino, pura y simplemente, de temor. Mejor val¨ªa poner al Eje ante hechos consumados. Franco sab¨ªa que ni Hitler ni Mussolini iban a desengancharse. Hab¨ªan invertido demasiado en ¨¦l.
Chamberlain desde?¨® tambi¨¦n las ofertas sovi¨¦ticas. No se fiaba de quienes consideraba los aut¨¦nticos adversarios. En la conferencia de M¨²nich se comport¨® como un alumno atemorizado a la hora de entrevistarse con un profesor hura?o. Hitler le barri¨®. Goebbels exult¨® en su diario: "?Ya somos una potencia global! Ahora, ?a armarnos, armarnos, armarnos!". Ten¨ªa toda la raz¨®n. Las consecuencias de M¨²nich fueron devastadoras para las democracias. Tambi¨¦n para la Rep¨²blica.
Negr¨ªn, sin embargo, no dio todo por perdido. Todav¨ªa le quedaba una carta. Llevaba casi un a?o pidiendo armamento a Stalin. Vanamente. Es obvio que Negr¨ªn no le¨ªa los telegramas de la Embajada brit¨¢nica en Mosc¨², pero no se chupaba el dedo y acert¨® en su contenido al apostar por dos hip¨®tesis.
La primera era que Stalin no echar¨ªa a la basura todos los esfuerzos efectuados para montar con las democracias un frente com¨²n contra el fascismo. La segunda que, tarde o temprano, Francia y el Reino Unido reaccionar¨ªan ante los embates del Eje a no ser que quisieran perder su estatus de grandes potencias.
Dio en la diana. Lo que Stalin no hab¨ªa hecho durante un a?o, lo hizo despu¨¦s de M¨²nich. El Ej¨¦rcito Rojo prepar¨® env¨ªos masivos de material de guerra con destino a Espa?a. Por otro lado, en marzo de 1939 brit¨¢nicos y franceses comprobaron que las promesas de Hitler val¨ªan menos que el papel en que estaban escritas. Fue, evidentemente, demasiado tarde para la Rep¨²blica. Tambi¨¦n Franco se hab¨ªa apresurado a ceder todo lo que hubiera que ceder para recuperar la simpat¨ªa de Hitler. Los arsenales nazis se reabrieron. Franco se rearm¨® y prepar¨® una nueva ofensiva. No estaba seguro de si conven¨ªa dirigirse hacia Valencia o hacia Barcelona. Al final opt¨® por esta ¨²ltima. Acert¨® plenamente.
De esta historia los lectores que crean poder obtener las claves interpretativas imprescindibles para entender lo ocurrido leyendo a los autores profranquistas m¨¢s en boga se equivocar¨ªan de todas a todas. Cuando se hace el balance de prestaciones for¨¢neas y de contraprestaciones espa?olas, es decir, por ambos bandos, el desequilibrio en contra de Franco resulta abrumador. Aunque ello se haya ocultado cuidadosamente. Manipulaci¨®n obliga. Hay que ir a los archivos.
?ngel Vi?as es historiador.
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