S¨ªsifo
Esta vez le toc¨® a Luis Conde. Y pod¨ªan haber sido muchos m¨¢s: el coche bomba es un ca?¨®n que despliega por los aires el ideario cruel de sus autores, un proyectil de fuego que busca su fest¨ªn de sangre. Despu¨¦s del ruido y de la furia, despu¨¦s de la muerte, vienen las reacciones. Que no por mil veces repetidas dejan a veces de asombrar. La del lehendakari, por ejemplo: "Cada vez nos dan m¨¢s asco sus actos" (los de ETA). ?Ah, s¨ª? ?A qui¨¦nes? ?Y por qu¨¦ "nos daban" menos asco antes, se?or Ibarretxe, le importar¨ªa explic¨¢rnoslo? Tambi¨¦n causa cierto estupor la afirmaci¨®n de Antonio Basagoiti de que los terroristas "no son vascos". Me recuerda a una de las consignas m¨¢s coreadas en las m¨²ltiples manifestaciones contra ETA de los ¨²ltimos lustros: "?No son vascos, son asesinos!". Siempre me ha parecido un grito extra?o: como si esos dos conceptos fueran ontol¨®gicamente incompatibles, como si ser vasco fuera un timbre de gloria que no merecen m¨¢s que las personas de recta conducta moral, como si no se pudiera ser vasco y asesino, vasco y estafador, vasco y cabr¨®n. Se entiende, claro, el sentido que late detr¨¢s de la consigna: no aceptamos que esos terroristas se erijan en representantes del pueblo vasco, no admitimos que se nos confunda con unos matones.
Todos somos responsables de colaborar en la tarea de su deslegitimaci¨®n social
La tristeza de las noticias me trajo a la cabeza, una vez m¨¢s, a S¨ªsifo. Ya saben c¨®mo reza el mito: los dioses hab¨ªan condenado a S¨ªsifo a subir sin cesar una roca hasta la cima de una monta?a desde donde la piedra volv¨ªa a caer por su propio peso. As¨ª una y otra vez, en un eterno retorno ingrato y absurdo. Pues bien, me parece que, en cierta forma, todos somos S¨ªsifo y estamos condenados a cargar sobre nuestros hombros con la pesada roca del terrorismo. Para muchos ciudadanos que hacen su vida cotidiana con indiferente normalidad no es una gran carga, es verdad: a lo sumo una gravilla que les entra de vez en cuando en los zapatos. Para los directamente amenazados (que no lo somos todos, no confundamos) la piedra es tan enorme y tan alta la monta?a, que tienen mucho m¨¦rito en caminar erguidos como lo hacen. El resto lleva piedras de distinto tama?o y, de vez en cuando, se libera de ellas -ruedan ignoradas ladera abajo- y desciende ligero, alegremente atareado en sus otros pensamientos. Hasta que otro atentado vuelve a hacerle sentir el peso de la roca sobre sus hombros.
Piedras de distinto tama?o, he dicho. A pesar de que ETA difunde el terror en todo el territorio espa?ol y afecta al conjunto del Estado, es a los ciudadanos vascos a quienes nos coloca las piedras m¨¢s pesadas. Precisamente porque pretende actuar en nuestro nombre, en un "todo para el pueblo sin el pueblo" antol¨®gico. La indiferencia, la pasividad, la mirada hacia otro lado, por eso mismo, no nos est¨¢ permitida: todos somos responsables -aunque sea en nuestro peque?o entorno familiar y laboral- de colaborar en la tarea de su deslegitimaci¨®n social. Y a los nacionalistas vascos, con quienes comparte definiciones y objetivos, les carga todav¨ªa con una piedra de mayor responsabilidad: su "no en nuestro nombre" ha de sonar con m¨¢s fuerza a¨²n, y ha de venir acompa?ado de un conjunto de medidas y actuaciones coherentes. Como la de juzgar positivamente, alguna vez (si no es mucho pedir), alguna de las medidas policiales, judiciales y pol¨ªticas que se vienen tomando para acabar con el terrorismo.
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