El d¨ªa que Juan XXIII cen¨® aparte
Contra lo que suele decirse, la elecci¨®n de Juan XXIII, el 28 de octubre de 1958, hace 50 a?os, no fue una sorpresa para el interesado. Lo revela la documentaci¨®n que en estos a?os se ha ido conociendo, y en primer lugar la del propio electo.
El 24 de octubre, v¨ªspera de la apertura del c¨®nclave, el cardenal Roncalli escribi¨® a su ¨ªntimo amigo monse?or Battaglia, obispo de Faenza, para dejar arreglada una cuesti¨®n familiar, que no quer¨ªa tener que afrontar siendo ya Papa. Un sobrino de Roncalli, Battista, estudiaba en el seminario de Faenza, en situaci¨®n delicada porque proven¨ªa de la di¨®cesis de B¨¦rgamo, cuyo clero, desde la muerte del gran obispo Radini-Tedeschi, de quien Roncalli hab¨ªa sido secretario y gran admirador, estaba dividido entre los partidarios del nuevo obispo y los que echaban de menos la l¨ªnea del difunto. De estos ¨²ltimos era Battista, y el futuro Papa, que lo hab¨ªa colocado en Faenza, dice ahora al obispo que no le permita ir a Roma los d¨ªas del c¨®nclave, para no dar p¨¢bulo a rumores.
Se cumple medio siglo del acceso al papado del renovador cardenal Roncalli
Escogi¨® su nombre como si supiera que su pontificado iba a ser corto
Estaba en la mente de muchos la pol¨¦mica suscitada, a comienzos de aquel mismo a?o, por las revelaciones de la revista L'Espresso sobre las facilidades fiscales y otros privilegios de que hab¨ªan gozado los parientes de Pacelli [el anterior papa, P¨ªo XII].
En un ambiente como el romano, "tan viciado", escribe Roncalli, "por la maledicencia oral y de la prensa", le resultar¨ªa enojoso el rumor: "He aqu¨ª al sobrino, he aqu¨ª los parientes. Ocurrir¨ªa lo mismo, y no quiero permitirlo. Yo sigo las huellas de P¨ªo X y basta. Cuando oiga usted decir que he tenido que ceder al vuelo del Esp¨ªritu Santo, expresado por las voluntades reunidas, , deje venir a don Battista a Roma, acompa?ado con su bendici¨®n (...). En cuanto a m¨ª, ?ojal¨¢ quisiera el cielo ut transeat c¨¢lix iste! Por esto tenga la caridad de orar por m¨ª y conmigo. Yo estoy en un estado que si se tuviera que decir de m¨ª: Has sido pesado y no has dado el peso [alusi¨®n al fest¨ªn de Baltasar, Daniel 5,27], me alegrar¨ªa ¨ªntimamente y bendecir¨ªa por ello al Se?or. De todo esto, naturalmente, acqua in bocca (punto en boca)".
El 25 por la ma?ana, Roncalli se entrevist¨® con Andreotti para tratar de la cesi¨®n, por parte del Estado, de cierto edificio p¨²blico, que se destinar¨ªa a seminario menor de Venecia. Pero el astuto pol¨ªtico no dej¨® de referirse al inminente c¨®nclave. Roncalli, seg¨²n Andreotti, le habr¨ªa comentado: "He recibido un mensaje de augurio del general De Gaulle, pero esto de hecho no significa que voten en tal sentido los cardenales franceses. S¨¦ que quisieran elegir a Montini, y ciertamente ser¨ªa ¨®ptimo; pero no es posible superar la tradici¨®n de escoger entre los cardenales".
Aquella misma tarde, a las cuatro, se abr¨ªa el c¨®nclave y se proced¨ªa a una primera votaci¨®n. Ya no se tratar¨¢ de rumores y pron¨®sticos de los vatican¨®logos, sino de votos reales, y algunos son para Roncalli. No sabemos cu¨¢ntos exactamente, pero a juzgar por lo que anot¨® en su preciosa agenda (que se acaba de publicar) ve confirmarse lo que ya supon¨ªa: "Por la tarde he tenido que leer yo mismo mi pobre nombre [luego era escrutador]. Queda a¨²n tiempo para una sorpresa que me pudiera alcanzar. La espero desde ahora para mi humillaci¨®n y para mi bien mejor". Tanta fuerza tiene su candidatura que, para evitar los comentarios de los dem¨¢s cardenales, "por la noche", escribe, "me dispens¨¦ de bajar a la Sala Borgia para cenar. Com¨ª algo en mi habitaci¨®n y despu¨¦s me fui a orar".
Siempre seg¨²n la agenda de Roncalli, el 27 ("el d¨ªa", anota, "que parec¨ªa que ser¨ªa el conclusivo y no lo fue") bajaron sus votos. Refiri¨¦ndose seguramente a alguien que habr¨ªa hablado mal de ¨¦l, cita la m¨¢xima de la Imitaci¨®n de Cristo, libro por ¨¦l tan querido, "olvido y perdono", y a?ade: "S¨ª, lo dejo correr y perdono de todo coraz¨®n y encuentro gusto en perdonar. Que el Se?or me conserve siempre la delicia interior de hacerlo y de hacerlo siempre mientras viva. ?ste es el modo m¨¢s perfecto de vivir y de morir". Y por la noche baja de nuevo a cenar con todos los cardenales, como si el peligro ya hubiera pasado. Pero el 28, en las dos votaciones de la ma?ana, las aguas vuelven al cauce roncalliano: "En los escrutinios IX y X mi pobre nombre vuelve a subir", escribe en la agenda, y otra vez se retira y come solo. Seguro ya de lo que se le viene encima, piensa en el nombre que adoptar¨¢ y para ello pide a su secretario el Annuario Pontificio y escribe en una hoja, que los editores de su agenda reproducen en facs¨ªmil, la lista de los Papas que se llamaron Juan, y junto a cada nombre apunta los a?os que reinaron. Tiempo atr¨¢s, despu¨¦s de la muerte de Le¨®n XIII (1903), ya hab¨ªa expresado Roncalli el deseo de que alg¨²n Papa quisiera llamarse Juan XXIII, para descartar definitivamente al que aparec¨ªa con este nombre y n¨²mero en las historias y aun en el Annuario Pontificio, a pesar de que el concilio de Constanza lo hab¨ªa declarado ileg¨ªtimo.
Seguro de que en el siguiente escrutinio alcanzar¨¢ los dos tercios requeridos, prepara las palabras de aceptaci¨®n y la justificaci¨®n del nombre elegido. Efectivamente: "En el XI escrutinio", leemos en la agenda, "eccomi nominato papa". Lo de explicar la raz¨®n del nombre no tiene precedentes ni tendr¨¢ seguidores. Los dem¨¢s Papas dec¨ªan simplemente c¨®mo quer¨ªan ser llamados, pero ¨¦l justificar¨¢ su opci¨®n con un discurso breve pero jugoso, t¨ªpicamente roncalliano, con una cascada de motivaciones que mezclaba desordenadamente los recuerdos personales y familiares m¨¢s entra?ables con profundos argumentos teol¨®gicos y b¨ªblicos: es el nombre de su padre, y el titular de la humilde parroquia donde fue bautizado, as¨ª como de innumerables catedrales de todo el mundo, y en primer lugar de la de Letr¨¢n, "nuestra catedral", y es el que m¨¢s Papas han llevado, "pues son veintid¨®s los Sumos Pont¨ªfices llamados Juan". Y como si quisiera dejar claro a Sus Eminencias que sab¨ªa muy bien por qu¨¦ lo acababan de elegir, a?adi¨®: "Casi todos tuvieron un corto pontificado".
Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.
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