?All¨¢ pel¨ªculas!
En el reciente desfile de la Pasarela Cibeles (perd¨®n: Madrid Fashion Week), un periodista pregunt¨® al modisto Lomba sobre la tendencia de su nueva colecci¨®n, cuyos modelos paseaban contone¨¢ndose sugestivamente en ese momento: "Me he inspirado en la soledad humana", repuso el artista. Era de temer. No pertenec¨ªa a este g¨¦nero art¨ªstico la pen¨²ltima pel¨ªcula de Jaime Rosales, titulada precisamente La soledad -sobria, sugestiva y, a mi juicio, m¨¢s que notable-, pero lamento decir que en cambio s¨ª su posterior Tiro en la cabeza. Respecto a los m¨¦ritos cinematogr¨¢ficos de ¨¦sta, nada puedo a?adir a la excelente cr¨ªtica de Carlos Boyero (s¨®lo superada en concisi¨®n y contundencia por la de una se?ora sentada cerca de m¨ª durante el pase en San Sebasti¨¢n quien, al ver que los personajes mov¨ªan los labios y no se o¨ªa nada, protest¨® en voz alta: "?Sonoro!"). Pero en cambio creo que merece comentario la rueda de prensa posterior del director barcelon¨¦s, de casi una hora de duraci¨®n. All¨ª se escucharon, si no me equivoco, las razones por las que el filme permanece silente.
Querr¨ªamos o¨ªr lo que los etarras dicen, porque por eso matan
Digamos para empezar que Jaime Rosales es un director con doctrina, aunque le oigamos abominar del exceso de ideolog¨ªa en torno al conflicto vasco. Porque sin justificaci¨®n te¨®rica -es decir, sin ideolog¨ªa- nadie puede infligir a sus semejantes sesenta minutos de est¨¢tica inanidad (ojo, no est¨¦tica ni significativa) hasta que llega la reconstrucci¨®n policial del atentado de Capbreton, que tampoco pasa de ser eso, un documental sobre conjeturas. Con su multiplicaci¨®n de gestos triviales y charlas inaudibles, Rosales dice que trata de asentar que los etarras tambi¨¦n son humanos como los dem¨¢s y que la violencia entre semejantes que comen, parlotean y se rascan por igual es un absurdo. Bueno, que los etarras son tan humanos como cualquiera es algo que nadie creo que ponga en duda: si fuesen cocodrilos o bacterias no nos enfadar¨ªamos moralmente contra ellos cuando matan. Es m¨¢s, porque los tenemos por humanos escuchamos y discutimos sus razones, cosa por cierto que en Tiro en la cabeza no se hace. No es verdad que tanto v¨ªctimas como verdugos sean igualmente normales: lo son mientras gesticulan en cine mudo, pero no ya cuando comienzan a hablar. Hitler era normal cuando se afeitaba o se limpiaba los dientes, pero no cuando peroraba sobre la raza aria. Por eso hubi¨¦ramos querido o¨ªr lo que dicen los etarras antes de matar, puesto que por eso matan: ah¨ª se acaba la "normalidad", como puede comprobar cualquiera viendo una pel¨ªcula del mismo festival donostiarra, La casa de mi padre, dirigida por Gorka Merch¨¢n, fiel retrato aunque menos "art¨ªstico" de la sociopat¨ªa terrorista (?no se la pierdan!). Puede que, como sostiene Rosales, todos llevemos un monstruo dentro, pero ¨¦se no es el problema: lo malo es que algunos lo llevan fuera.
La violencia no es absurda, ni mucho menos: quiz¨¢ la vida humana en general es absurda -si suponemos que debiera tener un sentido trascendente del que carece- pero no aquellas acciones humanas que resultan ¨²tiles, aunque sean detestables. Y la violencia es ¨²til para perseguir determinados objetivos, por eso precisamente est¨¢ prohibida en las sociedades civilizadas. En efecto, cuando las vidas humanas se reducen a gestos mudos todas son iguales, pero difieren cuando cada uno explica lo que vivir significa para ¨¦l. El m¨¢s profundo condicionamiento neurol¨®gico de los humanos, querido Arcadi, es lo que llamamos pensamiento y se expresa con palabras o silencios. Acallando el pensamiento no mostramos respeto por las v¨ªctimas... ni siquiera por sus verdugos.
Porque adem¨¢s el terrorismo trata de imponer el silencio y potenciar el af¨¢n de supervivencia, m¨¢s ac¨¢ de cualquier ideolog¨ªa. El propio festival donostiarra de cine es muestra de ello. Por primera vez, en esta edici¨®n se ha condenado un atentado terrorista. Antes hab¨ªa que guardar silencio ante ellos (como bien recordar¨¢ la hoy jurado Leonor Watling de sus tiempos de presentadora) o incluso aceptar que en cada inauguraci¨®n los proetarras subieran al escenario con sus pancartas, gritos y reivindicaciones. Agobios de la cobard¨ªa: antes daba miedo hablar pero hoy, en un clima diferente y con el ojo p¨²blico sobre lo que all¨ª ocurre, lo peligroso es callar. De modo que el festival ha exteriorizado su rechazo del crimen: eso s¨ª, con una an¨®nima cinta en off -escuchada no s¨¦ si antes o despu¨¦s de la que pide apagar los m¨®viles- a la que s¨®lo faltaba a?adir aquello de "esta grabaci¨®n se autodestruir¨¢ dentro de treinta segundos". ?Silencio para comprender mejor? Venga hombre, no nos pongamos artistas...
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