Las chapuzas del arzobispo
La creaci¨®n de centros y titulaciones universitarias no es discrecional, sino que se encuentra perfectamente regulado por normas que garantizan los requisitos m¨ªnimos de calidad en el contexto europeo. Es una responsabilidad del Estado y son los ¨®rganos t¨¦cnicos competentes quienes deben dictaminar, aceptar o rechazar las propuestas. Cualquier ciudadano entiende que la formaci¨®n de profesionales en todas las ¨¢reas del conocimiento y las t¨¦cnicas requiere, hoy m¨¢s que nunca, infraestructuras, laboratorios, equipos y material de investigaci¨®n, espacios docentes adecuadamente dotados con tecnolog¨ªas innovadoras, espacios asistenciales, grupos de investigaci¨®n potentes y profesorado con experiencia y altamente cualificado de acuerdo con criterios de selecci¨®n homologables internacionalmente. Todo ello no se improvisa y ese conjunto de factores es el que ha colocado a las universidades p¨²blicas valencianas entre las m¨¢s prestigiosas de Espa?a y eso, afortunadamente, lo saben bien nuestros paisanos.
Garc¨ªa-Gasco denuncia una persecuci¨®n porque se le exige lo mismo que al resto de universidades
La mayor¨ªa de los ciudadanos entiende que una universidad no es una academia, un simple espacio docente, ni un negocio y que el Estado es responsable de garantizar la calidad, una correcta planificaci¨®n y distribuci¨®n de las ofertas docentes universitarias, y unas tasas que no vulneren el derecho fundamental de los ciudadanos a la educaci¨®n y la cultura. Muchas de las universidades espa?olas, p¨²blicas y privadas, han visto frustradas sus expectativas de implantar estudios universitarios debido a carecer de los medios adecuados o a la innecesaria proliferaci¨®n de ofertas. Hace d¨¦cadas que, por ejemplo, la Universitat de les Illes Balears reclama sin ¨¦xito la implantaci¨®n de los estudios de Medicina. Las universidades privadas, en este contexto, gozan de ciertos privilegios que, a mi entender son cuestionables, en relaci¨®n con las tasas acad¨¦micas, la calidad y las condiciones laborales del profesorado; gozan de cierta autonom¨ªa en tanto que privadas pero, obviamente, el Estado no puede renunciar a exigir unas condiciones m¨ªnimas de calidad: deben cumplir los par¨¢metros establecidos por la legislaci¨®n.
Por otra parte, el sistema p¨²blico universitario espa?ol posee una larga tradici¨®n y unos ¨ªndices de calidad perfectamente homologables a escala europea, especialmente si se compara su financiaci¨®n o coste/beneficio. Aulas, laboratorios, instrumentos cient¨ªficos y equipos de investigaci¨®n, salas hospitalarias, bibliotecas, parques tecnol¨®gicos o aulas inform¨¢ticas son espacios socialmente rentables que contribuyen ampliamente al desarrollo y la modernizaci¨®n de nuestro pa¨ªs, incluso cuando los gobiernos que las financian no les dan el apoyo necesario para que mejoren.
La Iglesia ha ejercido tradicionalmente en nuestro pa¨ªs una funci¨®n social subsidiaria del Estado y subsidiada por el Estado y por la filantrop¨ªa de las clases dirigentes en aspectos de la asistencia social, la educaci¨®n y la sanidad; de ah¨ª que su posici¨®n institucional haya sido habitualmente reacia al desarrollo de un sistema p¨²blico estatal que le restara hegemon¨ªa en esas esferas. Tambi¨¦n tiene una larga tradici¨®n de ejercicio de su poder espiritual sobre una poblaci¨®n cat¨®lica, ha sabido repartir indulgencias y ocupar directa o indirectamente esferas del poder pol¨ªtico que le han aportado un alto grado de impunidad frente a las normas sociales que rigen para el conjunto de la sociedad. Su situaci¨®n privilegiada a lo largo de casi todo el siglo XX representa hoy un modelo anacr¨®nico y premoderno de relaciones con el Estado democr¨¢tico, que hunde sus ra¨ªces en el nacional-catolicismo implantado por el franquismo desde su victoria tras el golpe militar de 1936. La insistencia en ese modelo por parte de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica es lo que sigue planteando tensiones, debido a la postura de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola, muy lejos del talante abierto que mostr¨® nuestro paisano el cardenal Enrique y Taranc¨®n durante los primeros a?os de la transici¨®n democr¨¢tica.
El arzobispo de Valencia denuncia una persecuci¨®n contra su universidad por el simple hecho de que para implantar los estudios de medicina se le exige que cumpla las normas establecidas para todos los centros universitarios. Su queja resultar¨ªa delirante si no conoci¨¦ramos los antecedentes mencionados y la reiterada vulneraci¨®n de las leyes y de la cortes¨ªa que viene practicando: su universidad ha inscrito estudiantes en titulaciones que no estaba autorizada a impartir y ha utilizado p¨²blicamente argumentos sibilinos para desprestigiar la honorabilidad de los profesionales de las instituciones p¨²blicas cuestionando su talante moral.
Nuestra sociedad necesita centros de excelencia, privados o p¨²blicos y las leyes deben aplicarse por igual para todos y no es aceptable la postura teocon, cuyo objetivo es minar los fundamentos del estado democr¨¢tico de derecho. La Iglesia cat¨®lica posee cierta tradici¨®n universitaria que, si bien es minoritaria, posee centros prestigiosos, como en Deusto o Navarra. Sin embargo, en nada benefician a la sociedad valenciana los proyectos oportunistas e improvisados, las chapuzas que s¨®lo buscan la rentabilidad econ¨®mica y el desprestigio de los centros p¨²blicos. En una sociedad abierta, quien quiera ganarse el prestigio lo tendr¨¢ que hacer con recursos intelectuales y materiales, y eso exige inversiones y tradici¨®n que no pueden eludirse con apoyo pol¨ªtico y poder espiritual. Estoy convencido de que en las actuales condiciones de nuestro pa¨ªs y en el contexto internacional cualquier proyecto universitario que s¨®lo busque la rentabilidad econ¨®mica tiene un futuro muy dif¨ªcil. Mis principios me dicen que no aceptar la legalidad y manipular a la opini¨®n p¨²blica es moralmente reprobable. Creo adem¨¢s que uno lo acaba pagando, no s¨¦ si con el infierno, pero s¨ª con el desprestigio y la p¨¦rdida de clientes.
Josep L. Barona es catedr¨¢tico de la Universitat de Valencia y presidente de Valencians pel Canvi.
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