M¨¢s naciones
Un titular de ABC me llama la atenci¨®n: "La Naci¨®n filmada". ?Las naciones se filman, como se fotografiaban los ectoplasmas en aquellas sesiones de espiritismo cient¨ªfico en las que ten¨ªan tanta fe inteligencias de primera clase como W. B. Yeats o Arthur Conan Doyle? Yo imaginaba que las naciones, como los fantasmas, eran entidades inefables, dotadas de una existencia conjetural o metaf¨®rica, s¨®lo indudable gracias a un acto de fe. Las naciones, ha observado el historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco, tienen una naturaleza parad¨®jica: por una parte, seg¨²n sus adeptos, han persistido rocosamente id¨¦nticas a s¨ª mismas desde tiempo inmemorial; por otra, han de ser construidas o forjadas mediante esfuerzos educativos colosales, que suelen incluir la exposici¨®n de las mentes m¨¢s j¨®venes a dosis alarmantes de historia embustera y mediocre literatura.
La naci¨®n se construye, se forja. La naci¨®n se filma. A lo que se refiere el titular de ABC es a una pel¨ªcula de Jos¨¦ Luis Garci a punto de estrenarse, Sangre de mayo, que al parecer se inspira en uno o dos Episodios de Gald¨®s para fantasear sobre la sublevaci¨®n del 2 de Mayo en Madrid, con gran lujo de extras vestidos de manolos y chisperos y de protervos soldados franceses montados a caballo, exhibiendo corazas y penachos, esgrimiendo sables ensangrentados, cayendo abatidos por las navajas y los garrotazos del pueblo noble y heroico, de la Naci¨®n con su may¨²scula de fervor colectivo y existencia indudable. La cultura espa?ola, me dijo hace poco melanc¨®licamente un alto cargo del ramo, se extiende entre el principio del Paseo del Prado y el final de Recoletos, desde el Reina Sof¨ªa hasta la Biblioteca Nacional. La naci¨®n espa?ola, reverdecida por esta sangre cinematogr¨¢fica de Garci -las naciones, por alg¨²n motivo, se robustecen gracias a los derramamientos de sangre- comprende el territorio modesto de la Comunidad de Madrid, en el que este segundo centenario del 2 de Mayo ha despertado un curioso fervor de celebraciones patri¨®ticas. Si todo el mundo tiene su naci¨®n, ?por qu¨¦ nosotros ¨ªbamos a ser menos? Y no una naci¨®n cualquiera, una naci¨®n tibia, basada en esos principios de concordia constitucional que no entusiasman a nadie, y que tienen la antipat¨ªa de un matrimonio arreglado: una naci¨®n como Dios manda, con un pueblo primigenio y brav¨ªo, con retumbar de ca?onazos, con vivas y mueras en las gargantas roncas, una naci¨®n con testosterona.
Hace un siglo los gobiernos todav¨ªa encargaban pinturas de historia de extensi¨®n panor¨¢mica para celebrar las glorias de la patria. Ahora se ve que encargan pel¨ªculas. Tambi¨¦n grandes exposiciones y montajes de mucho aparato teatral, en los que nunca falta la tradicional provocaci¨®n vanguardista aportada por La Fura del Baus. En ABC Jos¨¦ Luis Garci le da las gracias a Esperanza Aguirre y a su opulento mecenazgo oficial, como el artista que besaba con reverencia la mano de su patr¨®n aristocr¨¢tico en el Antiguo R¨¦gimen. La parte m¨¢s le¨ªda de la derecha espa?ola invoca a veces el universalismo ilustrado para llevar la contra a los nacionalistas de la periferia, pero en este centenario del 2 de Mayo se ha lanzado desatadamente, al menos en Madrid, a un nacionalismo que copia sin reparo el de sus adversarios y al mismo tiempo recupera los decorados m¨¢s arcaicos de cart¨®n piedra, los trajes de ¨¦poca m¨¢s apolillados de la patrioter¨ªa hispana. De pronto es como volver a las ilustraciones de las enciclopedias escolares, a las pel¨ªculas grandilocuentes de los a?os cuarenta, a Dao¨ªz y Velarde, a Agustina de Arag¨®n. Individuos con patillas largas y pa?uelos a la cabeza llaman gabachos a los franceses y disparan trabucos. Las divisiones de clase se disuelven en el fiero entusiasmo un¨¢nime contra el invasor. ?Qui¨¦n va a negar la existencia de la naci¨®n espa?ola, si se alz¨® victoriosamente contra Napole¨®n, si hasta puede ser filmada?
Contra los delirios de la pol¨ªtica y de la ideolog¨ªa el mejor ant¨ªdoto es el trabajo de los historiadores. Espantado por el regreso de la ¨¦pica del 2 de Mayo -la ¨¦pica es siempre el envoltorio palabrero de la carnicer¨ªa- voy a buscar refugio en el historiador ?lvarez Junco, en un libro literalmente imprescindible, Mater Dolorosa: la idea de Espa?a en el siglo XIX, que trata del modo en que hechos hist¨®ricos y puras ficciones se mezclan para crear la leyenda de un pasado nacional que legitime los sue?os o los desvar¨ªos pol¨ªticos del presente, que d¨¦ algo de solidez al terreno movedizo en el que suele asentarse cualquier tentativa de comunidad civil. A lo largo del siglo XIX, el 2 de mayo de 1808 dej¨® de ser un acontecimiento confuso y ambiguo, f¨¢cilmente desfigurado por el recuerdo, sometido al escrutinio de la historia, para convertirse en el d¨ªa sagrado de la fundaci¨®n nacional. Fundaci¨®n de lo nuevo y tambi¨¦n despertar de lo antiguo: el problema es que ese espejismo de unanimidad encubr¨ªa explicaciones de los hechos opuestas entre s¨ª, relatos que ten¨ªan en com¨²n poco m¨¢s que los detalles escenogr¨¢ficos. Para los liberales, el pueblo sublevado era la encarnaci¨®n de la soberan¨ªa nacional, y por tanto de las libertades constitucionales que habr¨ªan de barrer el Antiguo R¨¦gimen; para los reaccionarios, el pueblo era la noble masa oscurantista y cat¨®lica alzada en rebeld¨ªa contra las ideas extranjeras y corruptoras de la Revoluci¨®n Francesa; el pueblo, analfabeto y primigenio, desbord¨® a las ¨¦lites ilustradas que se hicieron c¨®mplices del invasor y prepar¨® el terreno para el regreso triunfal del rey absoluto, don Fernando VII. Muchos a?os despu¨¦s, cuando la guerra casi hab¨ªa desaparecido de la memoria viva, en los tiempos de fr¨¢gil esperanza liberal de la Revoluci¨®n de 1868, Benito P¨¦rez Gald¨®s fij¨® la ¨¦pica liberal y popular del 2 de Mayo, en la primera serie de los Episodios Nacionales.
Pero muy pronto, en la 'Segunda serie', la c¨¢ndida enso?aci¨®n progresista de los primeros episodios se contamina de desaliento y oscuridad, como si de las litograf¨ªas patri¨®ticas en colores chillones Gald¨®s hubiera pasado a las tinieblas siniestras de los Desastres de la guerra, donde Goya no dej¨® ni un resquicio para las mentiras de la ¨¦pica. En la primera serie Gabriel Araceli empieza siendo un p¨ªcaro y llega a ser un h¨¦roe; en la segunda, su protagonista, Salvador Monsalud, tiene la pesadumbre de quien se encuentra atrapado por los espectros de un pa¨ªs fratricida. Lo que hay en Goya y en el Gald¨®s desenga?ado es una forma de lucidez incompatible con los entusiasmos baratos del patriotismo y con la complacencia que debe de sentir quien se imagina miembro de una colectividad sagrada, limpia de culpa y de mancha, separada de los extranjeros y de los enemigos por una l¨ªnea indudable. La Guerra de la Independencia, que seg¨²n ?lvarez Junco tard¨® mucho en llamarse as¨ª, fue sobre todo, como cualquier guerra, un vendaval de destrucci¨®n y de envilecimiento, de crueldad sin motivo y sacrificio de inocentes; tambi¨¦n una guerra civil cuyas heridas, en lugar de curarse, se agravaron a lo largo del siglo, con una persistencia en la discordia y el desastre de la que nadie, ni el patriota m¨¢s obtuso, puede estar orgulloso. Como Luis Cernuda en el destierro, la ¨²nica patria en la que uno se siente acogido es el pa¨ªs ancho y generoso que invent¨® Gald¨®s. -
Mater Dolorosa. La idea de Espa?a en el siglo XIX. Jos¨¦ ?lvarez Junco. Taurus. 304 p¨¢ginas. 22,95 euros.
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