La arist¨®crata ladrona
Shahra Marsh compraba joyas, arte y ropa de Dior con cheques sin fondo
Naci¨® hace 52 a?os en una acomodada familia de Teher¨¢n, hija de un parlamentario iran¨ª, y se acostumbr¨® a vivir rodeada de objetos hermosos. La ca¨ªda del Sha Reza Pahlevi y la llegada del ayatol¨¢ Jomeini le oblig¨® a ella y a su familia a abandonar el pa¨ªs y buscar refugio en Europa. Acab¨® cas¨¢ndose con un ciudadano brit¨¢nico que prolong¨® su vida de lujo y comodidades. El matrimonio se rompi¨® y con el divorcio desapareci¨® tambi¨¦n la buena vida.
Pero Shahra Marsh no pudo resignarse a la vulgaridad de una vida ordinaria y se convirti¨® en un personaje que ning¨²n guionista de Hollywood podr¨ªa haber creado sin recurrir a la fantas¨ªa: aprovech¨® su buena educaci¨®n, su fluido franc¨¦s y su capacidad para imitar el acento norteamericano para convertirse en una arist¨®crata dedicada a coleccionar vestidos de alta costura, joyas, muebles antiguos y pinturas. Todo ello pagado con cheques sin fondos.
Shahra Marsh, que se hac¨ªa llamar a veces Shahra Christina Sylvia Marsh de Savigny, estudiaba al detalle los cat¨¢logos de las grandes casas de subastas de Londres, Par¨ªs y Ginebra. Se vest¨ªa con sus mejores galas de Dior o Cartier, se cubr¨ªa con un abrigo de pieles de 25.000 euros y luc¨ªa collares, anillos y pendientes de diamantes para visitar los locales de Sotheby's, Christie's, Bonhams o Giaffery para familiarizarse con sus empleados y ganarse su confianza. Confianza era la palabra clave de todo su montaje: hacer creer a sus v¨ªctimas que era una multimillonaria de toda confianza y que hubiera sido de mala educaci¨®n dudar de ella y negarse a entregarle los tesoros que compraba hasta que el cheque con el que pagaba se hubiera hecho efectivo. Mientras el cheque segu¨ªa su curso, ella cambiaba de domicilio y de tel¨¦fono.
La elegante y seductora Shahra se inventaba cualquier excusa para que le adelantaran la entrega. Quer¨ªa aquellas joyas para lucirlas al d¨ªa siguiente en una fiesta. Si no pod¨ªa tenerlos para entonces prefer¨ªa no comprar. Y anulaba la orden. En una ocasi¨®n, un empleado de la sala Giaffery, en Par¨ªs, cogi¨® el Eurostar para entregarle con urgencia en Londres unas joyas de esmeraldas y diamantes.
En 2004 pas¨® 10 meses en la c¨¢rcel por fraude, pero eso no hizo m¨¢s que aumentar su obstinaci¨®n. Todo se acab¨® en abril del a?o pasado, cuando fue detenida por la polic¨ªa brit¨¢nica. Los investigadores descubrieron lo que el juez ha definido como "una cueva de Aladino" en un dep¨®sito del Este de Londres y una caja de caudales en el centro de Londres. Hab¨ªa joyas, ropas, cuadros y muebles antiguos valorados en cerca de tres millones de euros. No vend¨ªa nada. Lo guardaba todo para el futuro. Era su pensi¨®n. Su abogado defensor aleg¨® que Marsh es "una obsesiva coleccionista de objetos hermosos". Pero, tras declararse culpable de 38 acusaciones de estafa, el juez la conden¨® a seis a?os de c¨¢rcel.
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