Y el libro se hizo m¨®vil
Las novelas descargadas en el tel¨¦fono saltan al papel en Jap¨®n - 25 millones han le¨ªdo en pantalla 'Koizora', el ¨²ltimo 'boom' - el fen¨®meno es lento en Europa, pero ?estamos en puertas de una revoluci¨®n?
La novela ha encontrado una forma nueva de vida en la era tecnol¨®gica. En Tokio, en la l¨ªnea Ginza de metro, una mujer pulsa entusiasmada las teclas de su m¨®vil. La pantalla del dispositivo es enorme -sobre todo si se compara con una europea-, y en el vag¨®n reina un silencio total. No est¨¢ escribiendo un SMS especialmente largo. Est¨¢ redactando una novela. En Jap¨®n, m¨¢s de 25 millones de personas han devorado el libro electr¨®nico titulado Koizora (literalmente, Cielo de amor) en las pantallas de sus m¨®viles. Koizora es una historia rom¨¢ntica escrita por una joven nipona cuyo nombre real se mantiene en el anonimato y que ha elegido llamarse igual que la protagonista del libro celular: Mika.
Los 'e-books' est¨¢n penalizados en Europa con m¨¢s impuestos Un novelista que publica en Internet paga mucho menos a los intermediarios
?Matar¨¢n las novelas digitales al autor?, se pregunta una revista literaria El libro tradicional genera recuerdos y afectos aunque a¨²n no se haya le¨ªdo
Los editores espa?oles esperan a ver la reacci¨®n del mercado de EE UU La prohibici¨®n de hablar por tel¨¦fono en el metro invita a los nipones a leer
En Jap¨®n no se trata de un fen¨®meno nuevo. Los nipones suelen enloquecer con relatos que se descargan y se leen en terminales m¨®viles desde el a?o 2000, cuando naci¨® Mahou no iRando, una web con una idea que en un principio a muchos pudo parecer peregrina: crear un software para colgar en la Red novelas en construcci¨®n a trav¨¦s del tel¨¦fono.
Una estrategia nada casual si se tiene en cuenta que en Jap¨®n el 75% de los usuarios de m¨®viles emplea su dispositivo para navegar por Internet, seg¨²n un estudio del Wireless Watch Japan. La web Mahou no iRando, que permite a todos los cibernautas comentar las obras de otros usuarios, atrajo la atenci¨®n de una sociedad que utiliza el m¨®vil para todo: "Los japoneses lo usan para atender llamadas, para navegar por la Red, escuchar m¨²sica, hacer fotos, grabar v¨ªdeos, jugar a videojuegos, aprender ingl¨¦s, como monedero electr¨®nico... Hasta reciben alertas en caso de terremoto", cuenta Ana M. Goy Yamamoto, doctora en Econom¨ªa y Gesti¨®n Empresarial de Jap¨®n de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. El h¨¢bito de lectura en el suburbano responde tambi¨¦n a una prohibici¨®n: en Jap¨®n no est¨¢ permitido hablar por el m¨®vil en el metro, as¨ª que el silencio invita a sumergirse en las historias que se narran en la pantalla.
La revoluci¨®n digital de las keitai shosetsu (literalmente, novelas celulares) es un proceso imparable. El boom medi¨¢tico de comunidades virtuales como Mahou no iRando se produjo hace dos o tres a?os, y el pasado enero, la web dej¨® caer la cifra: m¨¢s de un mill¨®n de escritores en ciernes utilizaban su servicio. Las principales editoriales niponas -Tohan, Kodansha y Shogakukan...- han animado a los escritores cibern¨¦ticos a adaptar sus ¨¦xitos al papel. El resultado ha sido que decenas de best sellers como Clearness, Deep love o If you ocupan las estanter¨ªas de las librer¨ªas tradicionales. Y aqu¨ª est¨¢ la paradoja: la literatura celular ha reanimado a la agonizante industria del papel. Las obras escritas a trav¨¦s de un m¨®vil -en general por veintea?eras- han supuesto un bal¨®n de ox¨ªgeno para los editores.
Entre los 10 libros m¨¢s vendidos en Jap¨®n en 2007, cinco de ellos -incluidos los tres primeros de la lista- se basan en novelas celulares. Koizora, con dos millones de copias vendidas desde su publicaci¨®n en papel en 2006, figura en esta lista. La industria del entretenimiento aprovecha tambi¨¦n el fil¨®n: Koizora ha saltado al papel, al cine y a la televisi¨®n en forma de serie.
La mayor¨ªa de las obras celulares son melodramas de amor, con un estilo trufado de frases cortas, salpicado de emoticonos -los s¨ªmbolos que expresan estados de ¨¢nimo- y con tramas y personajes que la cr¨ªtica tacha de "pobres y planos". "Las leen mujeres de entre 14 y 25 a?os, aunque las hay para treinta?eros. Est¨¢n llenas de neologismos, coloquialismos... Es como si el autor le contara una historia a un amigo. Algunas son improvisadas y las hay colectivas", describe Yamamoto. Ante el ¨¦xito de lo coloquial, la revista nipona Bungakukai, especializada en literatura, se preguntaba el pasado enero en su portada: "?Los novelistas celulares matar¨¢n al autor?".
Los seguidores de la novela celular alegan que se trata de un nuevo g¨¦nero literario creado y devorado por una generaci¨®n adicta al manga y rodeada de tecnolog¨ªa. Sus detractores se echan las manos a la cabeza: temen que su triunfo suponga el fin de la literatura japonesa, que seg¨²n los cr¨ªticos dio al mundo su primera novela (Genji Monogatari, escrita en el siglo XI).
Dejando al margen el debate literario, las cifras hablan por s¨ª solas: las editoriales online y las tradicionales no se hunden. Levantan el vuelo. Seg¨²n datos de la Digital Content Association of Japan, la venta de libros celulares gener¨® 6.900 millones de yenes (44,5 millones de euros) en 2006, y 9.400 millones de yenes (60,7 millones euros) en 2007. Y seg¨²n publicaba a principios de septiembre el diario franc¨¦s Le Monde, desde abril de 2007 hasta marzo de 2008, la descarga de este tipo de obras ha supuesto 28.500 millones de yenes (184,2 millones de euros). Buenas cifras para un sector que hoy en Occidente y no hace mucho en Jap¨®n estaba de capa ca¨ªda.
La extravagancia -obras escritas por veintea?eros en tel¨¦fonos m¨®viles salvan a una industria en crisis- plantea varios interrogantes. Empecemos por la crisis: ?cabe la posibilidad de que el libro celular acuda al rescate de los escritores, editores y librer¨ªas tradicionales en Espa?a?
La omnipresencia de la telefon¨ªa m¨®vil en Espa?a indica que s¨ª. Seg¨²n la Comisi¨®n del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), en agosto de 2008, hab¨ªa 49,6 millones de l¨ªneas telef¨®nicas, lo que supone una proporci¨®n de 109,8 l¨ªneas por 100 habitantes, es decir, m¨¢s de una l¨ªnea por habitante. Lo curioso es que en Jap¨®n la proporci¨®n es m¨¢s baja: en abril de 2008, seg¨²n un estudio del grupo TelecomPaper, el 80% de los nipones ten¨ªan l¨ªnea.
Las novelas celulares tienen el terreno abonado. La ubicuidad del m¨®vil en Espa?a podr¨ªa facilitar su aterrizaje. Pero existen limitaciones antropol¨®gicas. Barreras que dificultan el salto del papel al p¨ªxel. "Si a los occidentales les dices que ma?ana van a leer novelas en tel¨¦fonos m¨®viles, la mayor¨ªa te mirar¨¢ como si estuvieras loco. El negocio del e-book
sigue siendo residual. Lo que deja pocas esperanzas para un posible libro celular", plantea Enrique Dans, profesor del Instituto de Empresa y especialista en nuevas tecnolog¨ªas. En EE UU, el panorama es distinto. "All¨ª el sector est¨¢ m¨¢s maduro. El Kindle de Amazon
[un soporte digital, al que llaman iPod de los libros] ha dinamizado el mercado. Llevan 300.000 unidades vendidas", informa Dans.
La novela celular se enfrenta adem¨¢s a un problema de h¨¢bito: en Espa?a, el m¨®vil se emplea poco para navegar por Internet. Seg¨²n un estudio de Vodafone, en 2007 la penetraci¨®n de Internet en m¨®viles en Espa?a rondaba el 8%, mientras que en Jap¨®n, ya en 2005, el 50% de los usuarios acced¨ªa a la Red desde el m¨®vil, por encima del 40%, que lo hac¨ªa a trav¨¦s del ordenador, seg¨²n datos del Ministerio de Informaci¨®n y Comunicaci¨®n de Jap¨®n.
Por no hablar del bache sociol¨®gico. "Los soportes de lectura digital y las editoriales, en especial en Espa?a, tienden a reproducir la experiencia de lo anal¨®gico: todo gira en torno al libro. Los dispositivos de lectura digitales como Sony Reader [reader significa lector], Kindle y Readius [de to read, leer en ingl¨¦s] funcionan con met¨¢foras, con expresiones como "pasar p¨¢gina" y sus formatos son cuadrados, como el del libro. Las analog¨ªas aparecen cuando una tecnolog¨ªa est¨¢ en fase embrionaria. Pas¨® con el ordenador -Windows, met¨¢fora de ventana-, y con los peri¨®dicos online que al principio eran r¨¦plicas de los tradicionales", afirma Fernando Garrido, subdirector del Observatorio de la Cibersociedad. Y pronostica: "Cuando la sociedad se apropie del fen¨®meno, el libro trascender¨¢ el papel". Una posibilidad que produce v¨¦rtigo en los editores tradicionales. "Las editoriales se niegan a perder su rol y experimentan con modelos de negocio que les permitan conservar su papel de mediador entre creador y consumidor. Pero no ser¨¢ f¨¢cil: como ha sucedido en la m¨²sica, todo apunta a que la relaci¨®n se producir¨¢ sin intermediarios".
La primera revoluci¨®n editorial se fragu¨® con el paso de la cultura oral a la escrita y la segunda, con la llegada de la imprenta de Gutenberg en el siglo XV. Es la hora de la tercera. Superar el trauma cultural que conlleva no es sencillo.
"El contenido literario y el resultado cognitivo y emocional de la lectura de un texto son los mismos si se lee en ordenador, en un m¨®vil o en papel. La diferencia psicol¨®gica se produce con la relaci¨®n emotiva con el soporte. El libro convencional es un objeto f¨ªsico, ocupa espacio, se coloca en una estanter¨ªa, tiene presencia y puede suscitar emociones y recuerdos, incluso sin haberlo le¨ªdo", explica Javier Garc¨¦s, presidente de la Asociaci¨®n de Estudios Psicol¨®gicos y Sociales. La muerte del libro hiere sensibilidades. Aunque para algunos, como Igor S¨¢bada, doctor en Sociolog¨ªa y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid, hablar del fin del papel es exagerado: "Existe una tendencia excesiva, puro marketing, a escribir el obituario apresurado del Libro, con may¨²scula. Como en Jap¨®n, ambas dimensiones -la tradicional y la digital- coexistir¨¢n".
La mayor¨ªa de las editoriales est¨¢n esperando a ver qu¨¦ pasa en EE UU. "Estamos observando c¨®mo reacciona el mercado estadounidense a Kindle, que empez¨® a comercializarse en 2007", corrobora Gerardo Mar¨ªn, editor ejecutivo de Alfaguara. Otras, como Planeta, ya se arriesgaron. "Hace cinco a?os lanzamos la web Veintinueve.com con muchos t¨ªtulos para descargar. Fracas¨®. No exist¨ªan soportes de lectura adecuados... Veremos ahora", apunta Santos Palazzi, director general del ¨¢rea de Mass Market de Planeta. Y anuncia: "En 2009 esperamos ofrecer e-books en nuestra web y otras asociadas".
Para algunos, la dimensi¨®n del mercado es tan peque?a que no compensa el esfuerzo. "La editorial est¨¢ preparada, pertenecemos a un grupo internacional, y en EE UU, Reino Unido e Inglaterra vendemos e-books. Pero en Espa?a todav¨ªa no hay demanda. Los e-books llegar¨¢n cuando la gente los pida", afirma Nuria Cabuti, directora de comunicaci¨®n de Random House Mondadori. Stuart Applebaum, portavoz mundial del grupo, confirma: "A finales de 2008 contaremos con 8.000 libros electr¨®nicos en EE UU, con 1.000 en el Reino Unido y con 1.000 m¨¢s en Alemania. Es el formato con m¨¢s crecimiento en Random House. En EE UU hemos vendido m¨¢s e-books en los seis primeros meses de 2008 que en todo 2007".
La convivencia es inevitable, sobre todo con los libros de consulta y de texto. En Santillana algunos editores trabajan con e-books. "Se pueden cargar muchos en el ordenador o en otro dispositivo y se ahorra papel", reconoce Gerardo Mar¨ªn, del grupo Santillana (al que pertenece Alfaguara). "SM y Santillana ofrecen libros de texto e infantiles en formato electr¨®nico, y Planeta y Oc¨¦ano venden enciclopedias digitales. Todas est¨¢n haciendo un gran esfuerzo", informa Antonio Mar¨ªa ?vila, director ejecutivo de la Federaci¨®n de Gremios de Espa?a (FGEE). "Y en derecho, cerca del 60% de los t¨ªtulos son e-books". Pero existen problemas fiscales. "Los libros electr¨®nicos o en CD-ROM no tributan igual que la obra tradicional. El IVA es del 16%, como en el caso de cualquier CD, y no del 4% que se aplica a los libros. La legislaci¨®n comunitaria considera al e-book prestaci¨®n de servicios".
Algo que no parece importar a las editoriales nacidas en Internet. Permiten a los autores editar y vender sus libros en formato digital y en papel. La pionera fue la estadounidense Lulu.com. Hay versiones espa?olas como Badosa.com, con 13 a?os de vida, o Bubok, nacida el pasado abril. Casi todas funcionan igual. "Se imprime bajo demanda y el autor decide si la descarga es gratuita o de pago", explica Luc¨ªa Llanos, de Bubok.
El intermediario se desvanece: "El autor se lleva el 80% de los beneficios. En una editorial tradicional el autor cobra entre el 8% y el 15%". Y a?ade: "Estamos contentos: m¨¢s de 70.000 visitas al mes y 12.300 e-books vendidos". En el sector de los soportes tambi¨¦n hay espa?oles. La empresa Grammata naci¨® en 2004. En enero de 2008 comercializ¨® Papyre, su lector de libros digitales. "Ofrecemos libros, wikipedias, peri¨®dicos, blogs, revistas... Hemos vendido m¨¢s de 2.000. En 2010 esperamos haber colocado en el mercado 50.000", conf¨ªa Juan Gonz¨¢lez de la C¨¢mara, director de la compa?¨ªa.
Las letras espa?olas coquetean con el lenguaje tecnol¨®gico. Las librer¨ªas han comercializado desde blognovelas -obras basadas en cuadernos de bit¨¢cora- hasta textos de estilo cibern¨¦tico, donde se mezclan cl¨¢sicos con SMS. David Tr¨ªas, editor de Plaza & Jan¨¦s, sabe mucho de bloglibros. Tr¨ªas se fij¨® en el argentino Hern¨¢n Casciari y en su blog Diario de una mujer gorda en 2005. Adaptaron el blog al papel. M¨¢s respeto, que soy tu madre -t¨ªtulo de la publicaci¨®n- fue un ¨¦xito. "La bit¨¢cora de Hern¨¢n era de las m¨¢s visitadas, y hab¨ªa material". Y da un consejo: "El lector tiene m¨¢s peso hoy que hace 10 a?os. Para saber lo que interesa, el editor debe rastrear Internet. Yo consulto FaceBook y MySpace para saber por d¨®nde respiran las nuevas generaciones".
El escritor Peio H. Ria?o es experto en "estilos tecnol¨®gicos". En Todo lleva carne (Caballo de Troya) Ria?o introduce extensiones de archivos como JPG: "No podemos negarnos al lenguaje virtual. Un JPG [formatos de im¨¢genes] es tan com¨²n en nuestras vidas como un paisaje. Con esta extensi¨®n quise jugar con la idea de un fogonazo, de una imagen que se presenta en unos segundos y se queda ah¨ª para siempre". A la pregunta de si se considera parte de la llamada generaci¨®n digital, Ria?o responde: "No s¨¦ si somos digitales, pero somos producto de lo que nos rodea. Y como nos hace, tambi¨¦n nos deforma, nos transforma, nos vuelve del rev¨¦s y nos ayuda a expresarnos con otros recursos".
La puerta est¨¢ abierta. El iPhone podr¨ªa ser la panacea. Parece que en Espa?a cae bien el artilugio de Apple. Fernando Garrido, del Observatorio de la Cibersociedad, lo ve as¨ª: "Todos los estudios que hemos hecho sobre el iPhone apuntan a una alta potenciabilidad de navegaci¨®n por Internet y a lo f¨¢cil que es leer en una pantalla grande. El iPhone podr¨ªa ser la soluci¨®n".
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