La vida privada del odio
Narrativa. Recupera Siruela, para a?adir a su copioso censo de libros de Amos Oz, La caja negra, que Grijalbo public¨® en 1989. La novela data de 1987, y en esta ocasi¨®n la editorial se ha servido de la traducci¨®n realizada del ingl¨¦s (excelente, por lo dem¨¢s), en lugar de hacerlo directamente del hebreo, como viene siendo habitual. Probablemente ha debido pesar en la decisi¨®n el buen trabajo de la traductora; no obstante, produce cierto pasmo que el beneficio del hecho consumado se lleve por delante la fidelidad al idioma original. Salvadas estas premisas, el lector tiene de nuevo a su disposici¨®n la que tal vez sea una de las novelas de ejecuci¨®n m¨¢s implacable de Amos Oz; o en todo caso, una de las m¨¢s bellamente descarnadas, que por momentos alcanza una jerarqu¨ªa shakespeariana, proporcionada por la turbiedad emocional de sus personajes, magn¨ªficamente desplegada a trav¨¦s de una restallante expresi¨®n dram¨¢tica en las voces de Alexander e Ilana, que antes fueron marido y mujer, y al comienzo de la novela son dos desconocidos que otra vez se necesitan para reavivar el proceso de destrucci¨®n rec¨ªproca que el divorcio ha mantenido latente durante siete a?os.
La caja negra
Amos Oz
Traducci¨®n de Gracia Rodr¨ªguez
Siruela. Madrid, 2008
296 p¨¢ginas. 19,90 euros
Eminente profesor, bien asegurado econ¨®micamente, Alexander se halla enquistado en una feroz misantrop¨ªa, fuera de Israel, dedicado al estudio de la patolog¨ªa del fanatismo (es autor de La violencia desesperada), mientras Ilana se ha casado con Michael Sommo, jud¨ªo ortodoxo, y entre ambos intentan, con una econom¨ªa de subsistencia, enderezar al salvaje Boaz, hijo de Ilana y Alexander, un atolondrado y gigantesco muchacho que desconf¨ªa por igual de su padre, de su madre y del marido de su madre; desnortado, violento, Boaz es la raz¨®n (o el pretexto) de que Ilana escriba a su ex marido reclam¨¢ndole que se comprometa con la vida impetuosa de su hijo. Esta carta ser¨¢ el inicio de una correspondencia, en la que tambi¨¦n intervienen Michael y otros miembros de la familia, adem¨¢s de detectives y asesores econ¨®micos del profesor, cuyos informes t¨¦cnicos se cruzan con la amalgama de reconvenciones, reprimendas y vej¨¢menes que los antiguos esposos tramitan en sus cartas con una energ¨ªa vengativa que s¨®lo el odio es capaz de encauzar. Un odio, conviene advertirlo, que aqu¨ª se mantiene en una subordinaci¨®n que tiene las trazas de un amor disfrazado con su propia incompetencia.
La caja negra es una novela epistolar. Este g¨¦nero, que ha propiciado novelas tan incisivas sobre la desolaci¨®n del alma humana como Las relaciones peligrosas, de Choderlos de Laclos, o el Werther de Goethe (por citar t¨ªtulos memorables), se renueva en la pluma de Amos Oz, al despojar las cartas del polvo de arqueolog¨ªa cultural que amenaza hoy con sepultarlas. Son ep¨ªstolas extraordinarias, un documento del alma erosionada que se consuela y se nutre confront¨¢ndose con la persona que la ha destruido. De esa hecatombe interior emerge el intercambio de ignominias entre Ilana y Alexander, pero el exceso de dolor da paso a una progresiva y acaso inconsciente necesidad de compasi¨®n mutua. Esta variable apenas se cuenta; m¨¢s bien aparece, inopinadamente, como una soluci¨®n. La ofensa incesante se proyecta como un v¨ªnculo de necesidad, y as¨ª el odio verbalizado de Ilana y Alexander deriva en una forma desesperada de comprensi¨®n que brota de la conciencia de la propia insensatez. La caja negra puede leerse como una formulaci¨®n contra el fanatismo de los sentimientos, sobre todo de los sentimientos exaltados: "Nos aniquilamos (y pronto borraremos a toda la especie) precisamente por culpa de nuestros m¨¢s altos anhelos, por culpa de la enfermedad teol¨®gica. Por la ardiente necesidad de ser salvados. Por culpa de obsesionarnos con la redenci¨®n".
No siempre se tiene la posibilidad de adentrarse en la zona m¨¢s turbulenta de un matrimonio que no tiene reparos en transparentar la vida privada del odio que los ha llevado a rechazarse. Una correspondencia es justamente eso: una caja negra que registra las causas del desastre, y tambi¨¦n, aunque a destiempo, las prevenciones que hubieran evitado la tragedia. En esta amarga y sombr¨ªa novela las prevenciones, sin embargo, son a¨²n estimulantes para el lector, si no tiene reparos en reconocer que los errores son siempre humanos. -
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