Quiz¨¢ Lorca, quiz¨¢
Un agricultor desenterr¨® en los a?os cincuenta un esqueleto junto a la fosa del poeta. Y lo tir¨®
Antes de que amaneciera, el 19 de agosto de 1936, un coche o un cami¨®n recogi¨® a cuatro detenidos en Las Colonias, una finca situada en la localidad de V¨ªznar (Granada) donde pasaban su ¨²ltima noche quienes iban a ser ajusticiados. El veh¨ªculo, que enfil¨® la carretera hacia Alfacar, no se detuvo en el barranco. Sigui¨® un kil¨®metro y medio m¨¢s, hasta llegar al paraje de la Fuente Grande, junto a un campo de olivos. Fue un fusilamiento sin luna. Quedaban pocas horas para el amanecer y ya se hab¨ªa escondido por detr¨¢s de los cerros. Alumbrados por los faros de un coche, los asesinos acribillaron sin piedad a dos banderilleros anarquistas, a un maestro cojo y a un poeta. La fosa fue abierta all¨ª mismo por un joven, Manuel Castilla, que indic¨® al hispanista brit¨¢nico Ian Gibson el lugar exacto del crimen. "Los enterr¨® en una zanja estrecha, uno encima del otro, al pie de un olivo que todav¨ªa existe, al lado del plinto que se?ala el lugar del suceso", escribi¨® el investigador.
"No s¨¦ lo que har¨ªan con el cuerpo. Me imagino que lo tirar¨ªan", cuenta Francisco V¨ªlchez, que trabaj¨® en la zona
El lugar que se?al¨® Castilla se encuentra en la localidad de Alfacar. All¨ª, en los a?os ochenta, la Diputaci¨®n de Granada levant¨® un parque en memoria de Garc¨ªa Lorca despu¨¦s de que ese paraje permaneciera durante d¨¦cadas en manos privadas.
A mediados de los a?os cincuenta, un agricultor al que apodaban El Chato Bigotes trabajaba en una finca del cerro de las Torices, donde se encuentra la fosa. Como cada d¨ªa, aquel joven hab¨ªa acudido con sus dos mulas para arar la tierra, que cada vez era menos productiva en la zona. A primera hora de la ma?ana, en el per¨ªmetro de la finca que limita con la actual ubicaci¨®n del parque, las mulas se detuvieron asustadas. Las garras de acero que arrastraban hab¨ªan sacado de la tierra un cad¨¢ver. "Las mulas se asustaron mucho y el patr¨®n de los terrenos orden¨® que no se diera importancia al asunto. El cuerpo no s¨¦ lo que har¨ªan con ¨¦l; imagino que lo tirar¨ªan", cuenta Francisco V¨ªlchez Torres, que tambi¨¦n trabaj¨® en esos terrenos y que conoci¨® al agricultor. "El Chato Bigotes est¨¢ muerto desde hace a?os. Despu¨¦s, trabaj¨® tambi¨¦n como lechero. Recuerdo perfectamente el momento en que me cont¨® aquello", explica el anciano, que no tiene ninguna intenci¨®n de conducir a nadie hacia una nueva u original ubicaci¨®n de los restos de Garc¨ªa Lorca. "Garc¨ªa Lorca estar¨¢ por aqu¨ª; eso no lo dudo. Dicen que est¨¢ en el parque, junto a un olivo. El cuerpo que encontr¨® El Chato Bigotes ser¨¢ el de alg¨²n pobre hombre de los que mataron por aqu¨ª; debe de haber cientos", explica.
No contento con su relato, V¨ªlchez, al que apodan El Frascollas, decide mostrar el lugar exacto donde fue desenterrado el cuerpo. Se trata de un pinar flanqueado por el parque Garc¨ªa Lorca y por unas casas bajas construidas hace varias d¨¦cadas. "Fue aqu¨ª, en este pinar que antes era una finca de labranza donde hab¨ªa olivos. La carretera pasaba por all¨ª, a pocos metros. Conozco perfectamente este paraje, porque estos pinos los plant¨¦ yo mismo. Tra¨ªa el agua de la Fuente Grande para regarlos con calderos", a?ade. Si la memoria de V¨ªlchez no falla, el lugar donde El Chato Bigotes encontr¨® unos restos humanos est¨¢ a escasos 10 metros de la ubicaci¨®n que Manuel Castilla dio a Gibson.
Ian Gibson aclara algunos detalles al respecto. "No hay que confundir para nada el barranco de V¨ªznar, donde podr¨ªa haber miles de cuerpos, con la zona de Alfacar, que est¨¢ a un kil¨®metro de distancia". Es en esta segunda donde se encuentra la fosa del poeta. "No puedo negar la posibilidad de que existan otros cuerpos alrededor, aunque Manuel Castilla s¨®lo enterr¨® aquellos cuatro. Al principio de la guerra se fusilaba en esa carretera, y es posible que a 10 metros de la fosa pudiera existir otra. Tengo testimonios de que cuando levantaron el Parque Memorial salieron algunos restos", explica.
De lo que no parece haber duda es del descubrimiento del cuerpo por parte de El Chato Bigotes. Su hijo, Manuel Mart¨ªn Rojas, El Rubio Bigotes, a sus 76 a?os, trabaja como agricultor en Alfacar y conduce un tractor con destreza. "Mi padre tuvo muchos trabajos. Tambi¨¦n fue agricultor, como yo. Aqu¨ª siempre hemos tenido que ganarnos la vida con nuestro sudor", explica cuando empieza a caer el sol, despu¨¦s de una larga jornada en el campo. "Mi padre encontr¨® un cuerpo mientras labraba con dos mulas. A la hora de la comida, lo cont¨® en casa y se arm¨® alg¨²n alboroto. Nos dijo que los huesos eran amarillos y que parec¨ªan muy antiguos", rememora. Pese a que las palabras de su padre se repiten en su memoria con total claridad, incluso cree haber escuchado aquel d¨ªa que el lugar de donde salieron los cuerpos hab¨ªa sido marcado con unas piedras colocadas en fila, no se siente capaz de distinguir la zona en la que se produjo. "Pudo ser en cualquier parte; mi padre trabaj¨® en muchas fincas", explica.
La posibilidad de que existan otros cuerpos en los alrededores de la fosa de Lorca podr¨ªa dificultar las labores de b¨²squeda. Hasta el momento, los investigadores hab¨ªan se?alado que la zona estaba "limpia" en un radio de un kil¨®metro, si bien se contemplaba la posibilidad de que en el Caracolar, a 600 metros de la fosa, se pudieran haber realizado fusilamientos. "Si hay otros fusilados en los alrededores, habr¨ªa que buscarlos tambi¨¦n. Hay que buscar a todos", declar¨® Gibson, que expuso su queja de que la zona no se haya protegido lo suficiente a pesar de que se trata de "un verdadero cementerio".
La memoria de El Frascollas es una fuente inagotable de an¨¦cdotas relacionadas con la Guerra Civil. Cuando estall¨® ten¨ªa s¨®lo nueve a?os, pero hay recuerdos que no pueden borrarse por mucho que el tiempo lo pretenda. "Yo nunca hab¨ªa visto un cami¨®n. Una ma?ana, muy temprano, vi uno y decid¨ª seguirlo junto a un amigo. Llegamos hasta la zona del barranco de V¨ªznar. All¨ª vi algo que nunca podr¨¦ olvidar: estaban descargando los cuerpos del cami¨®n y los iban enterrando. Las fosas no deb¨ªan de ser muy profundas, porque la imagen que se me qued¨® grabada fue la de varios pies que sal¨ªan del suelo, hacia arriba, unos con alpargatas, otros descalzos y los menos con zapatos. Me acerqu¨¦ a ellos para ver m¨¢s de cerca aquellos zapatos", recuerda. Entonces, un falangista le descubri¨® y pens¨® que trataba de rob¨¢rselos. "Me mand¨® de vuelta a casa y nunca m¨¢s segu¨ª a los camiones, aunque nunca dejaron de atraerme", cuenta sin apenas emoci¨®n.
"No sab¨ªamos lo que era la guerra; ¨¦ramos ni?os y nos atra¨ªa. Recuerdo que una vez nos dijeron que el palo que llevaban colgado al hombro los falangistas eran fusiles. Nunca hab¨ªamos o¨ªdo hablar de un fusil", rememora. Pese a que en el pueblo sigue habiendo "mucho silencio" sobre todo lo que sucedi¨® durante la guerra, cree que con el tiempo "se van escuchando m¨¢s cosas" porque la gente "no tiene tanto miedo". De hecho, reconoce que durante las ¨²ltimas d¨¦cadas se han practicado desenterramientos. "Las fosas estaban marcadas con piedras. La gente hablaba con los vecinos y, cuando cre¨ªan saber d¨®nde estaba su familiar, iban all¨ª con una pala y lo sacaban. Ellos cre¨ªan que se trataba de su padre o de su abuelo. Yo no lo s¨¦", concluye.
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