Nervioso, perfeccionista y mel¨®mano
Montagnier vive su momento de m¨¢xima gloria cient¨ªfica con cierto desapego
El profesor franc¨¦s llega con retraso a la entrevista, que se desarrolla en su despacho, en el piso 15 del edificio Bouvin de la Unesco, en Par¨ªs. La vista es espectacular, pero Montagnier no tiene tiempo para contemplaciones. Entra en la habitaci¨®n sorteando un par de bolsas que alguna de las visitas que ha recibido esta ma?ana ha olvidado en su despacho. Sobre las mesas descansan en equilibrio precario monta?as de carpetas, libros y folletos.
El profesor vive con prisa. Su cerebro galopa mientras el mundo a su alrededor aparece insufriblemente lento e imperfecto. Los periodistas le asedian pero su agenda est¨¢ ya sobrecargada de compromisos profesionales. Su trabajo es siempre apremiante. Peque?o de estatura, y de aspecto s¨®lido, el profesor viste traje azul oscuro con corbata del mismo color. La piel reluciente, pese a los 76 a?os cumplidos en abril.
Dicen que es su propia cobaya. Que es el primero en probar los tratamientos que se le ocurren en su laboratorio para mantener a raya el proceso de envejecimiento. "Tomo suplementos antioxidantes, desde luego. Adem¨¢s, tengo unos buenos genes", reconoce.
Montagnier vive en su propio mundo perfecto, como un director de orquesta pose¨ªdo por el horror a las disonancias. Da un salto en el asiento cuando el fot¨®grafo intenta levantar una persiana no precisamente silenciosa, y se resiste a ser fotografiado frente al ventanal por el que entra un sol cegador. Casado en 1961 con Dorothea Ackermann, Montagnier tiene tres hijos mayores, Jean-Luc, Anne Marie y Francine, de los que jam¨¢s habla en las entrevistas. Su vida privada es terreno vedado al que nadie puede acercarse.
Tampoco habla de sus aficiones, aunque se dice que es experto pianista con especial predilecci¨®n por Mozart. Su vida es un ir y venir entre Par¨ªs, donde preside la Fundaci¨®n Mundial para la Investigaci¨®n y Prevenci¨®n del Sida; Nueva York, la ciudad que le acogi¨® cuando las instituciones francesas le expulsaron del Pasteur, al cumplir los 65 a?os de edad; y los pa¨ªses de ?frica m¨¢s golpeados por el sida.
El hombre que ha dedicado su vida a investigar el papel de los virus en la g¨¦nesis de algunas enfermedades, incluido el c¨¢ncer, el que ha escrito libros sobre la importancia de los suplementos antioxidantes y mantiene la teor¨ªa de que el sida es una patolog¨ªa multifuncional, vive su momento de m¨¢xima gloria cient¨ªfica con cierto desapego.
Montagnier, hijo ¨²nico del contable Antoine Montagnier y de Marianne Rousselet, alumno brillante de las universidades de Poitiers, y de La Sorbona de Par¨ªs, donde se doctor¨® en Medicina, es as¨ª. Un personaje particular, con mucha vida por delante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.