L¨ªnea de sombra
El 11 de junio de 1962, el presidente Kennedy pronunci¨® un discurso en la Universidad de Yale que merece recordarse en estos momentos, cuando la crisis golpea duramente las econom¨ªas transatl¨¢nticas. Delante de los alumnos que se graduaban ese a?o dijo algo que hoy deber¨ªa ser resaltado con letras may¨²sculas. Sin titubeo ni ambig¨¹edad, apel¨® a la prudencia de los pol¨ªticos que discriminan lo importante de lo accesorio, argumentando que los problemas econ¨®micos, si son profundos, tienen siempre m¨¢s posibilidades de resolverse si se encaran de frente y con sinceridad. No en balde reconoci¨® que lo que "est¨¢ en juego en nuestras decisiones econ¨®micas" es la "gesti¨®n pr¨¢ctica de una econom¨ªa moderna", esto es, la elecci¨®n adecuada de "las v¨ªas y los medios para alcanzar metas comunes" asociadas "al empleo y el crecimiento, a unos precios estables y a una moneda fuerte". Algo que hoy, cuando cientos de miles de personas se ven abocadas al desempleo y a la p¨¦rdida de su bienestar familiar, debe ser destacado en t¨¦rminos, incluso, de moralidad p¨²blica. No hay que olvidar que luchar pol¨ªticamente por dar a todo el mundo una oportunidad equitativa para obtener los beneficios de una sociedad rica y pr¨®spera es un asunto central en cualquier debate sobre c¨®mo debe fundamentarse una sociedad buena.
Ni el mercado ni sus fundamentos liberales est¨¢n hoy en crisis
El Estado debe garantizar que todos tengan cubiertas sus necesidades b¨¢sicas
Quiz¨¢, por eso, en el discurso que se comenta, Kennedy dedic¨® duras cr¨ªticas hacia aquellos que, ante estos problemas, se refugian en la simplificaci¨®n mit¨®mana de los clich¨¦s, los hechos prefabricados y el conformismo de una opini¨®n que elude las dificultades del pensamiento. Actitud que recuerda la mostrada estas ¨²ltimas semanas por amplios sectores de la izquierda que, de repente, han tratado de saldar cuentas con la econom¨ªa de mercado y sus fundamentos liberales, justificando as¨ª la vuelta a pol¨ªticas keynesianas y de mercantilismo de Estado que, de aplicarse, comprometer¨ªan seriamente las fuentes de generaci¨®n colectiva de nuestra prosperidad. Desplegar ante la complejidad de un escenario de crisis como el que pende sobre la econom¨ªa global una cr¨ªtica mit¨®mana y simplista basada en preconcepciones ideol¨®gicas del pasado es una irresponsable estrategia pol¨ªtica. M¨¢s a¨²n si, tal y como advert¨ªa Kennedy anticip¨¢ndose a los debates causados por la crisis actual, las cuestiones econ¨®micas son cada vez "m¨¢s sutiles y menos simples" que "los grandes temas morales y pol¨ªticos que centraban la atenci¨®n en ¨¦pocas anteriores", ya que tienen que ver con "las sofisticadas cuestiones t¨¦cnicas con las que hay que trabajar si se quiere mantener en movimiento una gran maquinaria econ¨®mica".Tratar de demonizar la libertad econ¨®mica aisl¨¢ndola de sus inevitables correlatos de autonom¨ªa moral y cobertura social, y al liberalismo identific¨¢ndolo torpemente con el neoliberalismo libertario, constituyen cr¨ªticas demag¨®gicas que habr¨ªa que evitar responsablemente a la vista de los problemas que pueden causar para la estabilidad del relato legitimador de nuestra econom¨ªa social de mercado. En este sentido, es una reflexi¨®n muy poco afortunada afirmar, tal y como ha hecho John Stiglitz, que se est¨¢ produciendo una especie de ca¨ªda del "Muro" de Wall Street. Primero, porque ¨¦ste fue un argumento que ya pusieron en circulaci¨®n en los a?os 30 tanto el comunismo como el fascismo cuando combat¨ªan a las democracias liberales tras producirse el famoso crash burs¨¢til del 29. Y segundo, porque el Muro de verdad, el de Berl¨ªn, cay¨® -y con ¨¦l la fe ciega en el socialismo de Estado y la econom¨ªa plani-ficada- cuando la pobreza y la tiran¨ªa hicieron inviable su continuidad hist¨®rica al dejar tras de s¨ª un balance inaceptable de miseria y dolor colectivos.
Ni el mercado ni sus fundamentos liberales est¨¢n en crisis en estos momentos porque no se puede cuestionar, al menos a la luz de la experiencia econ¨®mica de los ¨²ltimos siglos, que en un marco de competencia suficiente, el libre funcionamiento de un orden de mercado espont¨¢neo sigue siendo la f¨®rmula que mejor estimula la generaci¨®n colectiva de riqueza y, al mismo tiempo, la protecci¨®n global de las libertades individuales y sociales. Pero para que eso sea as¨ª, la experiencia hist¨®rica tambi¨¦n demuestra que se necesita la presencia ineludible de una ley que no se relaje a la hora de impedir la arbitrariedad y los abusos de aquellos que tratan de vulnerar la vigilancia de las autoridades econ¨®micas. Algo que explica muy bien Ralf Dahrendorf en El recomienzo de la historia al se?alar con rotundidad que el liberalismo, para que despliegue todos sus efectos socialmente beneficiosos, ha de ser capaz de defender la libertad "tanto de la jaula burocr¨¢tica de la servidumbre como de los peligros del fundamentalismo del mercado". De ah¨ª que un liberal siempre reclame, ya sea en tiempo de bonanza como en tiempo de crisis, que se conf¨ªe en el poder de una econom¨ªa libre para dar oportunidades de prosperidad al conjunto de los ciudadanos. Lo hace porque sabe que esto s¨®lo puede darse bajo la seguridad que brinda un Estado que, como explica Rawls en su Teor¨ªa de la Justicia, debe garantizar que el sistema funcione para que todos puedan tener cubiertas sus necesidades b¨¢sicas y as¨ª poder garantizar que se ejerzan realmente las libertades civiles y pol¨ªticas. Idea que, por otro lado, est¨¢ ya en el propio Adam Smith, cuando tanto en La Riqueza de las Naciones como en las Lecciones de Jurisprudencia y en La teor¨ªa de los sentimientos atribuye a los poderes p¨²blicos funciones orientadas a evitar la arbitrariedad de los operadores del mercado, impidiendo abusos que aseguraran el bienestar econ¨®mico y moral de los ciudadanos.
No cabe duda de que nos enfrentamos a una crisis de profundidad insospechada. La continuidad de nuestro bienestar econ¨®mico y social se ve amenazada y se requieren medidas que restablezcan la tranquilidad de todos. Por utilizar la imagen novel¨ªstica de Conrad, una especie de l¨ªnea de sombra se traza en el horizonte de nuestras decisiones pol¨ªticas y econ¨®micas. Si tuvi¨¦ramos miedo al miedo mismo podr¨ªamos ver frustradas las posibilidades de reaccionar con energ¨ªa ante las dificultades. Deslizarse por la pendiente de ese fraude a la verdad que son la demagogia, los clich¨¦s y los estereotipos denigratorios es la peor estrategia. En realidad, de lo que se trata es de palpar el sentido ¨²ltimo de las dimensiones humanas y sociales que encierra la crisis actual, y darles una respuesta pol¨ªtica que no incurra en la actitud de eludir la autocr¨ªtica a la hora de valorar la gravedad sobrea?adida que, por ejemplo en Espa?a, encierra la dif¨ªcil situaci¨®n por la que atravesamos. Hay que dar respuesta eficaz a la crisis, pues, como conclu¨ªa el presidente Kennedy en el discurso que se ofrec¨ªa al principio, hay que evitar que los problemas se multipliquen "estimulados por nuestra propia negligencia". S¨®lo as¨ª podremos generar "una visi¨®n y una energ¨ªa que demuestre de nuevo al mundo la enorme vitalidad y la fuerza de la sociedad libre". De lo contrario los enemigos de la libertad aprovechar¨¢n su oportunidad para espolear ese chovinismo del bienestar que puede hacer que emerjan nuevos ap¨®stoles de la sociedad cerrada.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle es secretario de Estudios del PP y diputado por Cantabria.
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