La nueva clase
As¨ª que, despu¨¦s de todo, Marx ten¨ªa raz¨®n cuando afirmaba en aquel genial panfleto que fue su Manifiesto del Partido Comunista: "El Gobierno del Estado moderno no es m¨¢s que el comit¨¦ de administraci¨®n de los negocios comunes de toda la clase burguesa". Todos los conceptos de esta frase escrita hace m¨¢s de siglo y medio han recuperado su brillo a la luz de los recientes acontecimientos. Gobierno del Estado moderno / comit¨¦ de administraci¨®n / negocios comunes / clase burguesa: nada falta, nada sobra. Ah¨ª se encierra buena parte de la sabidur¨ªa pol¨ªtica de nuestro tiempo. L¨¢stima que la hayamos tenido tan olvidada.
S¨ª, claro, ha cambiado la cuarta pata del edificio, la clase burguesa, de la que el mismo Marx enton¨® la m¨¢s sentida de las alabanzas, y que ahora se ha transformado en pelot¨®n de facinerosos de los de toma el dinero y corre. ?Qu¨¦ tendr¨¢ que ver la nueva clase de ejecutivos financieros, que despu¨¦s de arruinar a sus empresas apa?an multimillonarios despidos, con aquella burgues¨ªa que hab¨ªa ahogado el sagrado ¨¦xtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo peque?o burgu¨¦s en las heladas aguas del c¨¢lculo ego¨ªsta? Han sustituido las aguas heladas por piscinas climatizadas, y el c¨¢lculo ego¨ªsta, por incentivos perversos. No forman una clase, son una bandada de aves de rapi?a. Que, no satisfecha con los incentivos propios, asaltaron el Gobierno del Estado con Busch al frente. La decadencia de la Rep¨²blica Imperial, que algunos vaticinaban como un eslab¨®n m¨¢s de la inexorable ley del auge y la ca¨ªda de los imperios, tiene su origen en el olvido de la regla de oro del capitalismo enunciada por Marx: el Gobierno del Estado como comit¨¦ de gesti¨®n de los negocios comunes; no, como ha ocurrido en Estado Unidos, como presa arrojada a la voracidad de los elementos m¨¢s rapaces de la nueva clase. As¨ª no hay posibilidad de que el c¨¢lculo ego¨ªsta redunde en beneficio del capital en su conjunto. As¨ª lo que se logra es que se hundan los negocios comunes y que el Estado naufrague en el empe?o de sacarlos a flote.
La nueva clase mordi¨® la manzana que le ofrec¨ªa la serpiente en su para¨ªso. Tras fagocitar la Banca, pretendi¨® merendarse al Estado. Fuera el Estado interventor, barrer la basura socialdem¨®crata, escupir al rostro de la vieja Europa, hermosa como una Venus de museo, pero blanda, d¨¦bil, mujer al fin. Era, hace 10 a?os, el New American Century, esa especie de Mein Kampf de los neoconservadores. Robert Kagan vend¨ªa desde?oso su averiada mercanc¨ªa por las universidades europeas. Due?os del mercado financiero mundial, convirtieron al Estado imperial en un Marte armado hasta los dientes. Despreciaban el Estado regulador; les bastaba el Estado depredador.
Y cuando llevaron el estrago a su propio sistema y la destrucci¨®n al ¨²ltimo rinc¨®n del mundo, un l¨ªder del Partido Laborista chapado a la antigua encendi¨® en la vieja Europa la lucecita que alumbraba el camino de salida. No es casualidad que haya sido Gordon Brown el partero de la mejor ocurrencia para sacar las casta?as del fuego a los negocios comunes de toda la clase burguesa. A ning¨²n gobernante procedente de la nueva clase, que hoy arruina Lehman y ma?ana exprime el Tesoro, se le pod¨ªa ocurrir la f¨®rmula de salvaci¨®n; son ellos los que han hundido el sistema financiero mundial y los que han dejado a la Rep¨²blica Imperial endeudada hasta las cejas. Y es un Gobierno del Estado moderno el que salva la situaci¨®n, como ha ocurrido desde que existe ese sistema que hemos olvidado llamar capitalismo.
Es, por lo dem¨¢s, el secreto a voces del triunfo hist¨®rico del capital: que los gobernantes de los Estados no son sus propietarios; m¨¢s a¨²n: que entre unos y otros hay una incansable hostilidad, traducida en una permanente vigilancia. Cuando se funden en un abrazo, se caen de bruces. Bush y Cheney al frente de sus negocios, vale; pero si su negocio es gobernar al Estado, malo, no para sus negocios, sino para el Estado y para los negocios de la clase burguesa en su conjunto. Por eso, el futuro es de China, que ha aprendido la lecci¨®n. Ah¨ª el Gobierno del Estado es un poder compacto, situado aparte, con sus ritos, sus decorados y sus corrupciones herencia del socialismo real, pero que act¨²a como un comit¨¦ de gesti¨®n de los negocios de toda la clase burguesa. Mientras la Rep¨²blica Imperial decae, China emerge como gran potencia capitalista: hemos visto la muerte del socialismo; no veremos el fin de la historia del mundo como historia del capital. -
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