Guerra en las favelas
Buscan, capturan y matan. EL PA?S presenci¨® una operaci¨®n de la brutal polic¨ªa militar de R¨ªo de Janeiro
Favela de Reb¨², a las 9.30. Las aspas del helic¨®ptero de la Coordinadora de Recursos Especiales (CORE), el eufemismo con que se denomina a la tropa de ¨¦lite de la Polic¨ªa Civil de R¨ªo de Janeiro, quiebran con su estruendo el silencio del amanecer en la periferia oeste de la ciudad. Por tierra, un convoy de 30 todoterrenos encabezados por un carro blindado (el temido caveir?o en la jerga carioca) ocupa y cierra el principal acceso al suburbio. Ciento veinte hombres uniformados de negro y pertrechados con armamento de guerra (fusiles de asalto M-16 y FAL-762, ametralladoras M-60 y chalecos antibala) forman dos columnas que r¨¢pidamente se dispersan por ambos flancos de la arteria principal de la favela. Las callejuelas est¨¢n desiertas: alguien ha dado la voz de alerta minutos antes del desembarco de la polic¨ªa. Comienza una operaci¨®n m¨¢s de la CORE, uno de los dos cuerpos de ¨¦lite de R¨ªo, pol¨¦mico por la brutalidad con la que act¨²a all¨ª donde la polic¨ªa convencional no se atreve a pisar.
Los narcotraficantes ofrecen protecci¨®n a los vecinos a cambio de aceptar su ley
Los agentes han matado a 472 civiles en la primera mitad de 2008
Tras la violencia, la campa?a de las municipales inunda ahora las favelas
En Reb¨² campa a sus anchas la facci¨®n criminal Comando Vermelho (Comando Rojo). Los narcotraficantes han establecido en las angostas callejuelas de la favela varias bocas de fumo (puntos de venta de droga) y han dictado leyes paralelas para legislar la vida de sus moradores: todo el mundo est¨¢ obligado a colaborar con la firma y no se permiten robos dentro ni en las inmediaciones de la comunidad. El Comando Vermelho ofrece a cambio protecci¨®n al vecindario y, con los r¨¦ditos de la coca¨ªna, de vez en cuando subvenciona peque?os gastos dom¨¦sticos a quien lo pide, como la bombona del gas o alg¨²n medicamento de urgencia. Hoy, inusualmente, los delincuentes no han saludado con tiros la llegada de la polic¨ªa.
La operaci¨®n, lanzada el pasado mes de julio, tiene por objeto capturar a los jefes del narcotr¨¢fico, los due?os de las bocas de fumo, vivos o muertos. En R¨ªo se da por hecho que la CORE, as¨ª como el Batall¨®n de Operaciones Especiales de la Polic¨ªa Militar de R¨ªo (BOPE), tiene carta blanca para casi todo: puede disparar a bocajarro, puede registrar viviendas sin autorizaci¨®n judicial, puede someter a dram¨¢ticos interrogatorios a cualquier sospechoso de manejar informaci¨®n sobre las personas buscadas.
Ronaldo Oliveira, jefe del grupo especializado en Robos y Hurtos de Autom¨®viles (DRFA), capitanea la columna derecha. Ahora, el silencio en la favela es casi absoluto, s¨®lo roto por el leve crujido de la gravilla bajo las botas de los efectivos y por el llanto premonitorio de un ni?o, que instintivamente percibe el sinsentido que se avecina. Oliveira no se dirige a sus soldados con palabras, sino con un intrincado c¨®digo de gestos que s¨®lo manejan los hombres de la CORE y del BOPE.
El mando da la orden y su columna abandona la arteria principal, despleg¨¢ndose con agilidad por una callejuela adyacente. Comienzan los registros. El grupo est¨¢ encabezado por un sujeto cubierto con un pasamonta?as negro y un sombrero de camuflaje; es el sabueso de la operaci¨®n, lo que se conoce en la jerga del crimen como un X9, un chivato o desertor del narcotr¨¢fico que pretende pagar alg¨²n favor de la polic¨ªa entregando algunas cabezas m¨¢s importantes que la suya. El individuo se?ala con el ¨ªndice la puerta de una casucha.
La CORE no acostumbra a llamar a la puerta; directamente, intenta abrirla por los cauces civilizados y, si no puede, la echa abajo a patadas o, como ¨²ltimo recurso, recurre a los explosivos. No sabemos si ¨¦ste es el caso, ya que la polic¨ªa afirma que fueron los narcos los que lanzaron una granada contra la puerta, pero el estallido dispara el p¨¢nico en la favela, y ahora el olor a p¨®lvora, el humo, el polvo y los astillazos se mezclan con el grito de las mujeres y el llanto compungido de los ni?os.
Oliveira pide cobertura a sus hombres y entra el primero en la casa enca?onando con un M-16 todo lo que parece moverse entre la humareda. Sale una mujer de una habitaci¨®n pidiendo entre sollozos misericordia para su marido. El polic¨ªa ni se molesta en contestarle; simplemente, la aparta de su camino con el antebrazo y penetra en el habit¨¢culo, donde encuentra escondido en un armario a A. R. M., uno de los principales cabecillas del narcotr¨¢fico en la favela de Reb¨², que se entrega sin oponer la m¨ªnima resistencia.
El delincuente es conducido al acceso principal de la favela, donde queda exhibido, como si de un trofeo de caza se tratase, ante los periodistas que cubren la operaci¨®n. Junto a ¨¦l se encuentran esposados otros cuatro presuntos criminales, algunos de ellos, con claras se?ales de violencia en el rostro (un ojo morado, algo de sangre coagulada en la comisura de los labios...). No son personas con aspecto de delincuentes peligrosos, sino adolescentes descamisados, con los ojos inyectados en sangre de fumar marihuana o crack.
A sus pies tambi¨¦n han quedado expuestos el abundante material b¨¦lico y las drogas incautadas: tres subfusiles Uzi, dos AK47, dos pistolas, varias bombas de fabricaci¨®n artesanal (cilindros de aluminio rellenos de p¨®lvora y metralla) y varios cientos de papelas de coca¨ªna. ?stos son los temidos soldados del narcotr¨¢fico de R¨ªo: desheredados de la tierra, en muchos casos, sin noci¨®n del bien y del mal, drogados y armados hasta los dientes.
"Los cr¨ªmenes aqu¨ª son muy violentos. Normalmente, son perpetrados por j¨®venes de 17 a 25 a?os con una capacidad mental bien reducida, que salen a la calle para hacerse con dinero r¨¢pido, y acaban matando a su v¨ªctima y cometiendo otras atrocidades", explica de una manera bastante gr¨¢fica el comisario Oliveira.
Hoy, en Reb¨², la CORE ha sido razonablemente quir¨²rgica y no se han producido v¨ªctimas mortales, pero a pocos kil¨®metros, en la favela de Coreia, la polic¨ªa militar ha intervenido con menos contemplaciones y ha matado a tres personas.
En R¨ªo de Janeiro, esto hace tiempo que dej¨® de ser noticia: la prensa local cuenta con secciones fijas en las que casi todos los d¨ªas se narra la guerra en las favelas y se contabilizan los muertos. Seg¨²n los datos que maneja la propia polic¨ªa militar, en 2007 se produjeron 20 bajas de efectivos en choques armados en el municipio de R¨ªo. En lo que va de 2008, 10 polic¨ªas militares han muerto. Estas cifras contrastan sospechosamente con las bajas que se cuentan en el otro bando; seg¨²n el Instituto de Seguridad P¨²blica de R¨ªo de Janeiro, s¨®lo en el primer semestre de este a?o se registraron 472 civiles muertos en lo que la polic¨ªa considera bajas leg¨ªtimas provocadas por la resistencia de los criminales a la autoridad. En el mismo periodo del a?o pasado, el n¨²mero de muertes ascendi¨® a 509. "Estamos ante una eficacia policial absurda", comenta a este diario el soci¨®logo espa?ol Ignacio Cano, miembro del laboratorio de An¨¢lisis de la Violencia de la Universidad Estatal de R¨ªo de Janeiro (UERJ). "No conocemos otra polic¨ªa en el mundo que cause tantos muertos en sus intervenciones como la de R¨ªo. Infelizmente, esta realidad responde a una concepci¨®n pol¨ªtica de la seguridad p¨²blica", a?ade.
Seg¨²n Cano, la polic¨ªa de operaciones especiales carioca tiene tres rasgos propios que la alejan de cualquier otro cuerpo policial del planeta. Primero, se trata de una fuerza militarizada que responde a una estrategia militar; es decir, los objetivos son eliminar al enemigo y ocupar su territorio. En segundo lugar, cuenta con un poder de fuego indiscriminado que causa gran n¨²mero de v¨ªctimas inocentes. Por ¨²ltimo, y como consecuencia de lo anterior, los ciudadanos pasan a un segundo plano cuando se toma la decisi¨®n de intervenir. "Una polic¨ªa europea que actuase as¨ª en ¨¢reas densamente pobladas, como son las favelas, ser¨ªa inaceptable", concluye el experto en violencia policial.
En el ¨²ltimo informe anual de la ONG Human Rights Watch, en la r¨²brica dedicada a la violencia policial en Brasil, se afirma: "Los polic¨ªas que cometen abusos son raramente sancionados, y, algunas veces, estos abusos son justificados por las autoridades como una consecuencia inevitable de sus esfuerzos por combatir las altas tasas de criminalidad en Brasil".
En la misma l¨ªnea, el fogueado reportero carioca Bartolomeu Brito, con 25 a?os de experiencia en la cobertura de conflictos en favelas (sus reportajes inspiraron el gui¨®n de Ciudad de Dios, del director Fernando Mireilles), opina que la polic¨ªa "primero dispara y despu¨¦s pregunta". "Existe una soluci¨®n a largo plazo: que las autoridades desmantelen las favelas y reubiquen a sus moradores en lugares decentes. Pero, infelizmente, los pol¨ªticos s¨®lo pisan estos lugares cuando necesitan pedir votos. Una vez que pasan las elecciones, vuelven a desaparecer", denuncia el periodista.
El comentario viene a cuento porque el domingo 26 de octubre se disputar¨¢ la alcald¨ªa de R¨ªo de Janeiro, entre otras muchas, en la segunda vuelta de las elecciones municipales brasile?as. Durante estos d¨ªas, los candidatos a alcalde y a concejales se afanan en hacerse fotos, sonrientes, junto a los vecinos de las favelas, donde se concentra el 19% de la poblaci¨®n carioca.
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