El hombre que cre¨® un monstruo
Quiz¨¢ hayan o¨ªdo hablar del italiano Vittorio Pozzo, el ¨²nico seleccionador con dos copas del mundo (1934 y 1938) y un oro ol¨ªmpico (1936). Se le recuerda como un fascista "noble y trabajador" (palabras de Giorgio Bocca, cronista oficioso de la Resistencia), como el hombre que asumi¨® la penosa tarea de reconocer los cad¨¢veres de los jugadores del Torino tras el accidente de Superga, como una gloria nacional. Pero cuando la Juve quiso que su nuevo estadio, el actual, fuera llamado Vittorio Pozzo, alguien sensato lo impidi¨®. Pozzo fue trabajador, pero no fue noble. Pozzo convirti¨® a un futbolista duro y corpulento en un criminal de los estadios. En nombre del r¨¦gimen fascista, Pozzo cre¨® un monstruo.
Vamos con la historia del monstruo.
Luis Fernando Monti, llamado Luisito Monti y apodado Doble ancho, naci¨® en Buenos Aires el 15 de mayo de 1901. Jugaba en el San Lorenzo cuando acudi¨® al primer Mundial de la historia, el de Uruguay, en el que la selecci¨®n anfitriona gan¨® la final contra Argentina. Los argentinos cuentan que ya por entonces lo amenazaron Mussolini y la mafia, con el fin de que se fuera a Italia a jugar como oriundo. El hecho es que en 1931, con 30 a?os, fond¨®n y casi obeso, emprendi¨® viaje hacia Italia, el pa¨ªs de sus padres. Y cay¨® en manos de Pozzo, la m¨¢xima autoridad del calcio.
Pozzo le hizo adelgazar y le coloc¨® en la Juve. Monti hab¨ªa sido un extraordinario mediocentro en Argentina. En Italia, sin embargo, el mediocentro jugaba incrustado entre los dos defensas, como un central contempor¨¢neo. Monti era muy grande y muy fuerte, pero sab¨ªa pasar un bal¨®n a 30 metros. Pozzo le ense?¨® un nuevo tipo de juego, m¨¢s relacionado con el crimen que con el deporte. Y Monti, disciplinado, aprendi¨®. Su primera v¨ªctima fue Schiavio, el mejor delantero italiano en aquellos a?os. En 1932, Juventus y Bolonia se jugaban el scudetto a un partido. A los pocos minutos de silbarse el inicio, el bolo?¨¦s Schiavio cay¨® al suelo. Monti corri¨® hacia ¨¦l y salt¨® sobre su rodilla. El delantero tard¨® meses en recuperarse.
Los planes de Pozzo para Monti se centraban en el Mundial de 1934, que hab¨ªa de disputarse en la Italia fascista. Mussolini exig¨ªa la victoria a cualquier precio, y para pagar ese precio alt¨ªsimo estaba Monti. Le acompa?aban otros dos oriundos argentinos, Orsi y Guaita, pero el trabajo penoso era el de Monti. Alcanzada la semifinal, tras dejar en la cuneta a Espa?a con ayuda del ¨¢rbitro, Italia se enfrentaba a Austria, la mejor selecci¨®n del momento. Austria ten¨ªa a un delantero sensacional, Sindelar, el Mozart del bal¨®n. E Italia ten¨ªa a Monti, que masacr¨® al pobre Sindelar.
Ese mismo a?o, Italia, ya campeona del mundo, fue a jugar un amistoso en Inglaterra: lo que hoy se conoce como la batalla de Highbury. Los futbolistas ingleses ten¨ªan ¨®rdenes de acabar con Monti antes de que Monti acabara con alguno de ellos, y le rompieron un pie a los pocos minutos. Al a?o siguiente, cuando Italia tuvo que jugar un amistoso en Austria, Pozzo prefiri¨® dejar en casa a Monti para evitar que los austriacos se vengaran.
Monti, ya retirado, trabaj¨® como entrenador en Italia y acab¨® arruinado. Antes de volverse a Argentina, donde muri¨® en 1983, se confes¨® con su amigo Antonio Gualco, amigo a su vez del periodista Gianni Brera. Por Brera conocemos la confesi¨®n. "Pozzo hizo de m¨ª un verdugo", dijo Monti. Doble ancho acept¨® la tarea criminal, la de romper al mejor jugador del equipo contrario, porque crey¨® que Italia reconocer¨ªa su sacrificio patri¨®tico. Qu¨¦ error. Monti no perdon¨® a Pozzo, ni se perdon¨® a s¨ª mismo.
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