Jorge Oteiza, silencio y misticismo
Un paseo por la personalidad y el proceso creativo del escultor vasco en su centenario
Situado entre dos mundos, el de una modernidad dominada por el idealismo de Clement Greenberg y el del arte de campo expandido de los a?os sesenta y setenta, Jorge Oteiza no ha tenido fuera de nuestro pa¨ªs el reconocimiento que deber¨ªa, a pesar de esfuerzos loables como supuso, por ejemplo, su presencia en la ¨²ltima Documenta. La figura de Oteiza no cuadra en los par¨¢metros oficiales, que constituyen esa historia lineal y ortodoxa del arte moderno que tan bien conocemos. Su etapa de formaci¨®n no pasa ni por Par¨ªs ni por Nueva York, consideradas como las capitales del arte del momento, sino por Latinoam¨¦rica. Sabido es que de 1935 a 1948 estuvo viajando, aprendiendo e impartiendo clases por diversos pa¨ªses suramericanos, como Argentina, Chile, Colombia, Ecuador o Per¨².
Oteiza entiende como pocos la relaci¨®n entre lenguaje y muerte
La modernidad latinoamericana vivi¨® los a?os cuarenta y cincuenta con preocupaciones po¨¦ticas propias. A diferencia de los movimientos que se produjeron en Norteam¨¦rica o Europa, no exist¨ªa all¨ª una burgues¨ªa nacional que tuviese que defender un arte oficial ni otra que quisiera robar la idea del arte moderno. Se desarroll¨®, por el contrario, un arte interesado en la geometr¨ªa y los campos de fuerza. En sus mejores representantes, esta abstracci¨®n no remit¨ªa a formas ideales de car¨¢cter plat¨®nico, sino a una comprensi¨®n fenomenol¨®gica del mundo. No ten¨ªa nada que ver con el existencialismo ni con el informalismo, que no pod¨ªan alcanzar una representaci¨®n plena del vac¨ªo y la nada porque ¨¦stos adquir¨ªan a menudo una dimensi¨®n expresiva o figurativa. Buscaba la experiencia f¨¢ctica de la vida, una mirada que no se hiciese visible de un modo inmediato en la representaci¨®n sensible, sino desvelando lo invisible en las situaciones concretas de la existencia humana.
As¨ª, la obra de Oteiza se mueve entre un an¨¢lisis sistem¨¢tico y constante de las formas y una urgencia por volver a lo primitivo, a aquello que nos devuelve al ritual y al mito. No anhela la perfecci¨®n del canon sino su an¨¢lisis, como podemos ver en la experimentaci¨®n exhaustiva que llev¨® a cabo en su famoso laboratorio de tizas, por s¨ª solo uno de los hitos de nuestro arte m¨¢s reciente. Tampoco estamos ante un artista en busca de una sociedad pre-ling¨¹¨ªstica, a-culturada y primigenia. Al contrario, Oteiza es consciente de la imposibilidad de escapar al lenguaje, y entiende como pocos la relaci¨®n esencial entre lenguaje y muerte: el hombre es mortal a la vez que hablante, es consciente de la muerte porque desarrolla una cultura.
?sta es la paradoja de Oteiza, que se mueve constantemente entre la afirmaci¨®n y la destrucci¨®n. Una contradicci¨®n que supo encarnar como nadie, no s¨®lo a trav¨¦s de sus esculturas, sino tambi¨¦n en sus escritos y aun en su presencia vital, como intelectual y activista.
Su propuesta coincide con la de aquellos autores que, en un mundo en el que la capacidad del sistema por cancelar cualquier atisbo de cr¨ªtica parec¨ªa, como hoy, inconmensurable, se separaron de la producci¨®n art¨ªstica tradicional por considerarla periclitada o condenada al ensimismamiento. No nos sorprende que en 1959, despu¨¦s de m¨¢s de una d¨¦cada de haber alcanzado las cimas de la creatividad, Oteiza decidiese concluir su pr¨¢ctica como escultor, para dedicarse a la escritura y ejercer su posici¨®n como intelectual. Si hay un personaje en el que obra y persona son inseparables, ¨¦se es Oteiza. Entendi¨® que la escultura no se limitaba a cuestiones formales, sino que implicaba una forma de entender el mundo y el papel que el arte juega en ¨¦ste.
La muerte art¨ªstica de Oteiza es como la de los m¨ªsticos, una muerte moral de la que se vuelve con renovada energ¨ªa, en una vida nueva. ?Por qu¨¦ empe?arnos, pues, en devolverlo a la vida? El silencio de Oteiza debe ser interpretado no como algo excepcional, sino como un m¨¦todo de trabajo. Quiere desnudar al yo creador de las caracter¨ªsticas o atributos personales, que le impiden afirmar su ser. No es una tendencia irracional. Es la eliminaci¨®n de lo superfluo que se da en la obra y en el propio artista.
Este misticismo tiene incluso m¨¢s sentido en la actualidad que en su momento. En un tiempo de marcas, de especulaci¨®n, de asimilaci¨®n f¨¢cil, el arte de Oteiza se sostiene sobre el vac¨ªo de la realidad que quiere describir. Lo ¨²nico abstracto es la nada, el resto es figurativo. Es seguramente hacia ese silencio al que nos deber¨ªamos dirigir en el contexto de la reivindicaci¨®n obsesivamente formalista que ha sufrido Oteiza por parte de no pocos artistas en las ¨²ltimas d¨¦cadas; porque s¨®lo a trav¨¦s del silencio podemos escuchar el mensaje de uno de nuestros artistas m¨¢s radicales.
Manuel Borja-Villel es director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa.
Centenario de palabra, obra y recuerdo
- El congreso internacional 'Oteiza y la crisis de la modernidad' arranca hoy en el Museo de Navarra de Pamplona (hasta el viernes) con la participaci¨®n de 25 artistas y expertos en la obra del escultor de Orio.
- En el marco del congreso se proyectar¨¢ este jueves el documental '1908-2008 y sigo', de Alberto Gorritiberea, y ma?ana tendr¨¢ lugar un concierto sinf¨®nico de homenaje al artista, con obras de Bach, Ravel, Lazkano y Webern.
- El Museo Oteiza de Alzuza (Navarra) celebra desde hoy una semana de puertas abiertas, un programa de visitas guiadas y actuaciones musicales (www.museooteiza.org).
- La Sala Kubo del Kursaal donostiarra acoge el proyecto 'Izan eta izango', con talleres, conferencias, audiciones y proyecciones sobre Oteiza. Tambi¨¦n el ayuntamiento de Orio, localidad natal del artista, le dedica una semana de recuerdo.
Babelia
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