Garz¨®n, la derecha y el franquismo
El juez Garz¨®n ha decidido poner nombre a los cr¨ªmenes del franquismo: cr¨ªmenes contra la humanidad. Y la derecha se ha puesto hist¨¦rica. La primera funci¨®n del juez es tipificar los delitos, es decir, identificarlos. Si algo raro hay aqu¨ª es que 70 a?os despu¨¦s del triunfo de la rebeli¨®n militar ning¨²n ¨®rgano judicial hubiera querido o podido ni siquiera ponerles nombre. Algo repara Garz¨®n con su ¨²ltima extravagancia.
Los aduladores y detractores del juez Garz¨®n var¨ªan seg¨²n la circunstancia. Los que ahora tratan de ridiculizar sus ¨²ltimas actuaciones le ensalzaban como un h¨¦roe nacional cuando eran los socialistas los que estaban en su punto de mira. Garz¨®n es un personaje peculiar, sin duda. Pero a estas alturas ya le conocemos todos. Sobre su personalidad exhibicionista o su car¨¢cter narcisista se han dicho un mont¨®n de vulgaridades. En un mundo en el que mandan el oro y la insolencia alg¨²n rasgo caracteriol¨®gico particular hay que tener para enfrentarse con determinados delitos. Y a Garz¨®n debemos que el GAL no quedara impune, que la presi¨®n sobre el entorno judicial de ETA haya llevado a esta organizaci¨®n hasta la asfixia, que no todos los mafiosos vivan tranquilos, que Pinochet sufriera un arresto y unas detenciones que no reparan sus cr¨ªmenes pero ponen a su imagen en su sitio, y as¨ª sucesivamente. Alg¨²n coraje se necesita para estos desaf¨ªos en un mundo que est¨¢ pagando estos d¨ªas las consecuencias de una gran quiebra moral de buena parte de sus ¨¦lites.
La derecha espa?ola no acepta que tiene ra¨ªces en el franquismo
Sin duda, la actuaci¨®n de Garz¨®n contra los responsables de los cr¨ªmenes franquistas es discutible desde un punto de vista jur¨ªdico, con solventes argumentos a favor y en contra. Sin duda, se puede preferir mirar el dedo -los tr¨¢mites- que la luna -los cr¨ªmenes del franquismo- y ridiculizar el hecho de que Garz¨®n haya pedido verificaci¨®n de la muerte de Franco. Es curioso, sin embargo, dicho sea al paso, la asociaci¨®n de figuras que Esperanza Aguirre hizo: Franco y Napole¨®n. Nunca Franco lleg¨® tan alto ni Napole¨®n tan bajo. Pero pol¨ªticamente, en la medida en que este pa¨ªs no ha querido, hasta el d¨ªa de hoy, afrontar la realidad de los cr¨ªmenes de la dictadura, la decisi¨®n de Garz¨®n merece por lo menos consideraci¨®n. As¨ª lo han entendido algunos medios de comunicaci¨®n extranjeros para los que es dif¨ªcil comprender el temor reverencial al franquismo que la derecha ha impuesto a este pa¨ªs. Y que ha impedido que Espa?a elaborara el duelo de aquel per¨ªodo.
De todos los argumentos contra la acci¨®n de Garz¨®n respecto a los cr¨ªmenes franquistas, el m¨¢s rid¨ªculo de todos ellos es el que le acusa de abrir heridas felizmente cerradas. Es una falsifi-caci¨®n interesada de la realidad, que hay que relacionar con el intento sistem¨¢tico de la derecha de hacer una lectura de la transici¨®n con un solo objetivo: blanquear el franquismo. Las heridas del franquismo nunca han sido cerradas. Simplemente, han sido tapadas. Este tipo de heridas s¨®lo se cierran si un pa¨ªs las afronta abierta y lealmente, con voluntad de comprensi¨®n y con generosidad. Aqu¨ª no ha habido luto. Aqu¨ª simplemente lo que hubo durante la transici¨®n fue una amnist¨ªa, reforzada con un compromiso t¨¢cito de amnesia, arrancado bajo el chantaje del ruido de sables y del riesgo de un golpe de Estado. Las relaciones de fuerzas impusieron una amnist¨ªa que era humillante para los dem¨®cratas: sus delitos cometidos durante el franquismo -la inmensa mayor¨ªa de los cuales no lo hubieran sido en una sociedad democr¨¢tica- fueron amnistiados al precio de aceptar la impunidad para los cr¨ªmenes del r¨¦gimen franquista. A eso, por generosidad de la izquierda se le llama reconciliaci¨®n. Una reconciliaci¨®n que lo menos que se puede decir es que fue bastante poco equitativa.
Otro de los argumentos detr¨¢s de los cuales le gusta parapetarse a la derecha es el de la simetr¨ªa. Hubo cr¨ªmenes por todas partes: por el lado de los republicanos y por el lado de los rebeldes. Hasta aqu¨ª nada que objetar. S¨®lo que no vale olvidar todo lo dem¨¢s. Que los rebeldes se levantaron contra un r¨¦gimen democr¨¢tico legalmente constituido. Que las atrocidades del lado republicano se terminaron con la guerra y fueron cruelmente sancionados por el nuevo r¨¦gimen o pagadas con el exilio por los que pudieron escapar. Y que las atrocidades del franquismo siguieron practic¨¢ndose durante la legalidad que ellos instalaron, con y sin simulacros judiciales. Con lo cual la simetr¨ªa se desploma r¨¢pidamente.
Una de las virtudes que tiene la acci¨®n de Garz¨®n es que mucha gente se va a retratar. Porque aqu¨ª el problema no es una decisi¨®n judicial que en cualquier caso llega tarde y que todos sabemos que no ir¨¢ m¨¢s lejos de una reparaci¨®n simb¨®lica. El problema es la relaci¨®n entre la derecha espa?ola y el franquismo. O m¨¢s precisamente: la incapacidad de la derecha espa?ola de aceptar que tiene ra¨ªces en el franquismo y que ¨¦ste forma parte de su tradici¨®n. En Espa?a desgraciadamente escasea, a derecha e izquierda, la tradici¨®n liberal. La derecha espa?ola se ha movido casi siempre de la mano de la Iglesia y de los militares. La realidad es as¨ª. Y por mucho que la derecha quiere disimularlo la historia no va a cambiar. La tradici¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica de la derecha espa?ola pasa por el franquismo. El PP proviene de AP, un partido surgido del franquismo que consideraba demasiado renovadores a los dirigentes de UCD, muchos de ellos salidos tambi¨¦n de las familias franquistas. ?ste es el gusano del que la derecha sale, por metamorfosis, convertida en un partido democr¨¢tico de amplio espectro como es el PP. Negar esta evidencia s¨®lo indica escasa voluntad de separar en su propia familia el grano democr¨¢tico de la paja franquista. Los l¨ªderes democr¨¢ticos del PP deber¨ªan ser los primeros en aceptar esta realidad de la historia de la derecha espa?ola. Porque entonces perder¨ªan el miedo a que se se?alen los cr¨ªmenes del franquismo. Y ganar¨ªan la legitimidad democr¨¢tica del que reconoce lealmente los desmanes del pasado. El PP dejar¨ªa as¨ª de ser un partido bajo sospecha. Si no lo hacen es simplemente porque piensan -o saben- que la cultura del franquismo todav¨ªa anida en una parte de sus electores y tienen miedo a molestar. Este miedo se vence f¨¢cilmente con convicci¨®n democr¨¢tica. Y hay gente en el PP que podr¨ªa ejercerla ya. Y entonces s¨ª se habr¨ªan acabado los fantasmas y podr¨ªamos hablar del pasado libremente, sin prejuicio alguno.
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