El laboratorio del cambio
El cuartel general de la campa?a de Obama vive momentos de excitaci¨®n y caos
Las prisas y el caos en el cuartel general de Barack Obama, en el centro de Chicago, son tantas como puede imaginarse en el preludio de la batalla final. Los pasillos son una pista por la que corren de un lado a otro una multitud de muchachos con la excitaci¨®n reflejada en el rostro. Otros muchos, api?ados en los escritorios, subrayan papeles y mueven sus dedos sobre el teclado mientras hablan por el tel¨¦fono pegado al hombro.
En la puerta de las oficinas, en el piso 11 de uno de los rascacielos de Michigan Avenue, hay un mensaje escrito en una pizarra que refleja la euforia de ver tan cercana la meta y advierte sobre el peligro del exceso de confianza: "Dos semanas, dos palabras: New Hampshire". New Hampshire es el Estado que Obama perdi¨® contra todo pron¨®stico en las primarias dem¨®cratas despu¨¦s de su gran triunfo en Iowa.
Adem¨¢s de un gran orador, el candidato dem¨®crata es un gran recaudador
Las oficinas centrales no son, en realidad, un buen reflejo de lo que ha sido la campa?a del candidato dem¨®crata. Aqu¨ª todo es desorden. Es dif¨ªcil circular sin tropezarse con alg¨²n cable o alguna caja de golosinas o comida r¨¢pida. Las botellas de agua, los refrescos, las tazas de caf¨¦ reposan sobre cualquier artilugio con tanta naturalidad como si llevaran all¨ª meses. M¨¢s que el local que sirve de laboratorio para el cambio pol¨ªtico que se avecina en Estados Unidos, aquello parece el dormitorio de un colegio mayor.
La edad de los que ocupan el lugar contribuye a esa imagen. Es dif¨ªcil ver en el abarrotado horizonte un rostro que parezca mayor de los 30 a?os. Y todos se emplean con la energ¨ªa envidiable de esa edad. Es una fascinante concentraci¨®n de entusiasmo juvenil, con su fuerza electrizante y toda su agotadora anarqu¨ªa.
Gran parte de esa potencia transformadora se ha visto reflejada en la campa?a de Obama. Sin embargo, la exposici¨®n p¨²blica del candidato ha conseguido permanecer ajena al desorden que se vive entre bambalinas. El m¨¦rito de esto corresponde, en gran medida, a David Plouffe, el director de la campa?a, el hombre que, instalado en un peque?o despacho acristalado en el centro geogr¨¢fico del piso, dirige todo este ej¨¦rcito de cientos -no existe una cifra oficial- de empleados y voluntarios. "Es un tipo impermeable al drama, es inmutable. Jam¨¢s levanta la voz, pero sabe mandar con firmeza", ha dicho de Plouffe su jefe, David Axelrod, el principal estratega de la campa?a.
Los dos David, que colaboran desde hace ocho a?os y son socios en la misma empresa consultora de Chicago son, sin duda, los principales art¨ªfices del ¨¦xito de esta operaci¨®n. Frente a los permanentes vaivenes y relevos en los equipos de sus rivales (primero Hillary Clinton y ahora John McCain), los dos David le han dado a Obama un sello de constancia y seriedad que ha resultado decisivo para convertir a un verdadero alev¨ªn de la pol¨ªtica nacional en un cre¨ªble candidato presidencial.
Axelrod, de 53 a?os, se ocupa del gran dise?o de la obra. Aunque tiene despacho en Michigan Avenue, pasa m¨¢s tiempo junto al candidato o en las oficinas de su compa?¨ªa, AKP and D Message and Media. Plouffe, de 41 a?os, est¨¢ casi siempre entre estas cuatro paredes, encargado del d¨ªa a d¨ªa; es el cerebro detr¨¢s de la expansi¨®n del mensaje de Obama en los medios y de la multiplicaci¨®n de las organizaciones populares de apoyo en todo el pa¨ªs, incluso en lugares que jam¨¢s hab¨ªan visto antes de cerca a un dem¨®crata.
Axelrod y Plouffe han trabajado con otros candidatos y han desarrollado sus habilidades sobreviviendo entre la maquinaria pol¨ªtica de Chicago, que pasa por ser la m¨¢s exigente e inh¨®spita del pa¨ªs. Pero lo m¨¢s parecido que han hecho antes del ascenso de Obama ha sido el triunfo de Deval Patrick, un joven negro de perfil post-racial, como gobernador de Massachusetts. De all¨ª tomaron la inspiraci¨®n y muchos de los discursos que despu¨¦s funcionaron tan exitosamente con Obama. Este cuartel general tiene muchas ¨¢reas que merecen reconocimiento. Una de ellas es la de los nuevos medios de comunicaci¨®n, donde la edad de los que all¨ª trabajan se reduce ya casi hasta la edad escolar. Otra es la que dirige Alyssa Mastromonaco, responsable del calendario y agenda de actos. Pero los dos departamentos estrella del local son aquellos en los que, sin duda, se ha asentado especialmente esta campa?a: el de finanzas y el de los escritores de discursos.
Si s¨®lo se pudiera reconocer dos m¨¦ritos de Obama, estos ser¨ªan los de gran orador y gran recaudador. La cifra de 150 millones de d¨®lares (unos 117 millones de euros) del ¨²ltimo mes bate todos los r¨¦cords y todas las expectativas de las dos mujeres al frente de la red financiera, Penny Pritzker y Julianna Smoot.
Los discursos son responsabilidad de bastante gente, entre ellos el propio Obama, que se encierra con su ordenador en v¨ªsperas de las alocuciones especiales. Influye tambi¨¦n el director de comunicaciones, Robert Gibbs. Pero los originales corren a cargo de los dos principales ayudantes de Gibbs, John Favreau y Adam Frankel, otros dos treinta?eros que confiesan haber le¨ªdo en estos ¨²ltimos dos a?os miles de discursos de los pol¨ªticos m¨¢s famosos de la historia.
En estas oficinas nadie se acuerda de comer y se ha perdido ya la noci¨®n de d¨ªa y noche. Todos est¨¢n contagiados por eso que tanto ha dicho Obama en sus discursos, citando a Martin Luther King, "la ansiosa urgencia del ahora", la cita con la historia a la vuelta de la esquina.
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