Jo¨¦
Ahora que los socialistas valencianos se refundan y los populares, aunque a la b¨²lgara, tambi¨¦n, bueno ser¨¢ trazar el retrato robot de los votantes, esa mayor¨ªa silenciosa a la que siempre se apela y que tan mal se conoce. Hace d¨ªas que no se habla de Joe (pron¨²nciese You), el c¨¦lebre fontanero de Ohio que irrumpi¨® en la campa?a presidencial norteamericana con sus descaradas interpelaciones a los candidatos y especialmente a Obama. Como se le ve¨ªa un tanto el plumero, como McCain est¨¢ en ca¨ªda libre y como, para colmo, ni siquiera tiene t¨ªtulo de fontanero, los medios han optado piadosamente por irlo retirando del escenario. Eso pasa por no preparar bien las cosas. Si uno necesita un fontanero como s¨ªmbolo del votante protot¨ªpico, lo que no puede hacer es sacarlo de la chistera en plena campa?a electoral. Acu¨¦rdense de la ni?a de Rajoy, otra chapuza imperdonable: si se hubiera paseado por el Palacio de Congresos de Valencia el pasado fin de semana, unos la habr¨ªan tomado por la fallera mayor infantil y otros, por una militante provida de las del foll¨®n del puerto, dos planteamientos que no tienen nada que ver. No, decididamente, al votante protot¨ªpico hay que conocerlo a fondo y, luego, obrar en consecuencia. ?C¨®mo funciona mentalmente nuestro Joe de la terreta?
Lo primero que hay que decir es que se asombra de cualquier nader¨ªa como si se tratara de un logro que va a cambiar su destino. Tanto que su exclamaci¨®n protot¨ªpica suele ser jo¨¦ y como tal lo conoceremos. ?Que hay una carrera de coches, un festival de acrobacias a¨¦reas, una cabalgata medieval, una entrada de moros y cristianos, una paella gigante...?, se quedar¨¢ con la boca abierta y dir¨¢: ?jo¨¦! Sin embargo, nuestro Jo¨¦ s¨®lo se asombra del espect¨¢culo, casi nunca de la ineficiencia o del disparate. ?Que acude a las urgencias de un hospital privado concertado y, tras tenerlo sentado cuatro horas en una silla de pl¨¢stico, le dicen que no le pueden hacer el esc¨¢ner porque el aparato -para ahorrar, obviamente- no funciona?, Jo¨¦, sin inmutarse, soltar¨¢, lac¨®nico, la famosa exclamaci¨®n. ?Que a sus hijos les ha salido moho en los tobillos porque los barracones en los que cursan la ESO no han resistido la ¨²ltimA gota fr¨ªa?; nuestro h¨¦roe, pacientemente, comprar¨¢ linimento en la farmacia y les dar¨¢ unas friegas mientras cabecea musitando: ?jo¨¦! Otra caracter¨ªstica de Jo¨¦ es su extremado victimismo. ?Que se hunden los mercados mundiales y pierde algunos ahorrillos?, la culpa es del Gobierno. ?Que unos gamberros se han metido con su ni?a, a la que deja irse de marcha con catorce a?os toda la noche?, la culpa es de la inseguridad ciudadana.
Este retrato robot puede dar la impresi¨®n de que Jo¨¦ es un conservador en el cl¨¢sico sentido espa?ol de la palabra. Nada de eso. Jo¨¦ no es religioso, de la religi¨®n cat¨®lica s¨®lo le gustan la ofrenda de flores, las bodas con tron¨ªo y poco m¨¢s. Tampoco es un mojigato: las costumbres sexuales de nuestro hombre y de su familia son muy liberales, francamente mediterr¨¢neas, y su desenvoltura hace arrugar el ce?o a los parientes del interior. Ni siquiera se puede decir que Jo¨¦ adore el mercantilismo: en el fondo, prefiere sentirse protegido por el Estado y sufragar dicha protecci¨®n con sus impuestos, aunque su forma de proceder sea bastante individualista. Y en cuanto a la cuesti¨®n de la lengua, le gusta hablar en la suya y le irrita que este asunto se aproveche pol¨ªticamente. En resumen, que Jo¨¦ representa una contradicci¨®n sociol¨®gica: siente como una persona de derechas y piensa como una de izquierdas. He aqu¨ª una oportunidad para atraerlo con promesas electorales a la que no son ajenos ninguno de los dos bandos. La veda estar¨¢ abierta durante los pr¨®ximos dos a?os.
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