Tres checos, un esp¨ªa y un soplo
Los protagonistas clave del 'caso Kundera' reconstruyen la historia para EL PA?S
Dos veintea?eros se cruzan en el puente Manes de Praga el 14 de marzo de 1950. ?l es Miroslav Dvoracek, un ex piloto del Ej¨¦rcito checoslovaco, del que hab¨ªa desertado, y ahora es un guapo esp¨ªa que trabaja para Estados Unidos. Ella, Iva Militka, una rubia estudiante ingenua y escasamente politizada. Hace m¨¢s de un a?o que no se ven; Iva est¨¢ emocionada, enfrente tiene a su amigo, el que cruz¨® la frontera junto a su ex novio. Dvoracek le cuenta que ahora trabaja en una tienda de fotos en Alemania, que est¨¢ de paso, le pide un favor. Este reencuentro marcar¨¢ para siempre sus vidas y las de los que los rodean. A partir de ese momento, toda persona que sepa de este episodio se hallar¨¢ en peligro: el que no informa, se la juega. La Checoslovaquia comunista de principios de los cincuenta es una sociedad atemorizada por la delaci¨®n, caldo de cultivo para la sospecha. Dvoracek es detenido y da con sus huesos en los campos de concentraci¨®n de Pribram. Trabaja como un esclavo en las minas de uranio. Sufre durante 14 a?os las consecuencias de un soplo. Un documento de la polic¨ªa checa implica al escritor Milan Kundera en este turbio asunto.
"El documento es aut¨¦ntico", dice un investigador cercano al caso
"Si no informabas te pod¨ªan caer cinco a?os", declara Ivan Klima
Iva Militka ha cargado toda su vida con la culpa de la delaci¨®n
Hay un viejo dicho de la ¨¦poca comunista que refiere que cuando tres checos se re¨²nen, dos de ellos son informadores de la polic¨ªa.
"Estaba tan contenta de verle, no hab¨ªa nada sospechoso en ¨¦l", dice Iva Militka mientras el chihuahua que descansa en sus brazos le lame la mano. Militka es hoy una mujer de 79 a?os que vive en Bohnice, una barriada modesta de Praga conocida por su hospital psiqui¨¢trico. Toda la vida se ha sentido culpable por lo que aconteci¨® con su amigo Dvoracek. Ella ten¨ªa 21 a?os.
En la estanter¨ªa de su casa reposa la foto de Miroslav Dlask, el hombre al que ella realiz¨® la confidencia, su novio por aquel entonces y despu¨¦s su marido. Un marxista convencido, fuerte, alto, apuesto. Le cont¨® que se hab¨ªa encontrado con Dvoracek, al que ella llamaba Mirda, que le hab¨ªa pedido que le guardara una maleta en la residencia de estudiantes en que ella dorm¨ªa. Volver¨ªa por la tarde. Se iba a quedar a dormir.
Dvoracek ten¨ªa, a sus 22 a?os, una misi¨®n entre manos: entrar en contacto con V¨¢clavik, un empleado de Chemapol, la potente empresa qu¨ªmica checa. Hab¨ªa sido reclutado por los Cuerpos de Contrainteligencia (CIC) estadounidenses tras abandonar el Ej¨¦rcito checo. El golpe comunista de 1948 le hab¨ªa hecho perder su puesto de piloto. Decidi¨® escapar.
Iva le cont¨® el encuentro a su novio, Dlask, a la hora de la comida. De lo que hizo Dlask con esta informaci¨®n se empieza a hablar ahora que ha pasado m¨¢s de medio siglo.
Milan Kundera era en aquellos d¨ªas un joven comunista al que acababan de echar del partido. Todo por mofarse de un alto cargo. Un episodio que inspir¨® a?os m¨¢s tarde La broma, su primera novela. El autor de La insoportable levedad del ser era entonces un estudiante de Cine de 21 a?os. Seg¨²n mantiene el historiador Jiri Pernes, era el delegado de la residencia.
Seg¨²n el Instituto para el Estudio de los Reg¨ªmenes Totalitarios checo (USTRCR), organismo que respalda la investigaci¨®n que cuestiona a Milan Kundera, est¨¢ clar¨ªsimo lo que ocurri¨® aquella tarde a las cuatro: Kundera inform¨® a la polic¨ªa. Lo dice el documento 624/1950 de la polic¨ªa checa, un informe firmado por el oficial Rosceky: "Hoy, sobre las 16.00, un estudiante, Milan Kundera, nacido el 1-4-1929 en Brno, residente en la residencia de estudiantes de la avenida Jorge VI en Praga 7, se present¨® en estas dependencias e inform¨® de que una estudiante, Iva Militka, hospedada en la residencia, le dijo a un estudiante de nombre Dlask, tambi¨¦n de la residencia, que se hab¨ªa encontrado con un cierto amigo suyo, Miroslav Dvoracek, en Kl¨¢rov, en Praga, ese mismo d¨ªa. El susodicho Dvoracek aparentemente dej¨® una maleta a su cuidado [...]". El informe destacaba la condici¨®n de desertor de Dvoracek.
La envejecida carpeta rosa con el expediente de Miroslav Dvoracek est¨¢ guardada en los Archivos de los Servicios de Seguridad checos. El quinto documento de la carpeta, un papel de color amarillo de gramaje espeso, es el documento de la discordia. "No te lo comas, ni lo destruyas", advierte en broma Vojtech Ripka, el director del Departamento de Documentaci¨®n.
En este documento se basa la acusaci¨®n a Kundera. Han sido muchas las voces que se han alzado contra su validez. En un primer momento se dijo que no era fiable porque no llevaba la firma de Kundera. Desde el USTRCR, aclaran que s¨®lo los interrogatorios exig¨ªan una firma. Los informes de la polic¨ªa, no. "Los procedimientos de la polic¨ªa eran bastante estrictos en la ¨¦poca, y son los mismos hoy, aqu¨ª, y en Espa?a", explica Ripka. "Kundera fue a ver a la polic¨ªa. El documento est¨¢ autentificado por el Archivo de las Fuerzas de Seguridad".
Milan Kundera no hace m¨¢s declaraciones, informa a este peri¨®dico su representante Jiri Srstka. Fue bastante tajante cuando emergieron las acusaciones. "Puras mentiras", dijo. El traductor de sus primeros libros en Espa?a, Fernando de Valenzuela, lamenta que se conceda el beneficio de la duda a la polic¨ªa checa. "Esto es un montaje y una infamia", declara. La escritora Lenka Prochazkova, en su luminoso apartamento frente al r¨ªo Moldava, asegura que se trata de una campa?a contra uno de los iconos de la Primavera de Praga por parte de una derecha, la que puso en marcha el USTRCR, con deseos de revancha. Hasta el ex presidente V¨¢clav Havel ha salido en su defensa.
Sobre las 20.00 de ese 14 de marzo, Dvoracek volvi¨® a la residencia y dos polic¨ªas armados le esperaban tras la puerta. Era el inicio del calvario.
"En aquellos momentos, si un comunista escuchaba la historia de un agente deb¨ªa informar. Es como si ahora alguien supiera de un terrorista isl¨¢mico y no dijera nada". Lo explica en su estudio Ivan Klima, gran escritor checo, contempor¨¢neo de Milan Kundera. Dice que la Checoslovaquia de los primeros cincuenta fue un estado "terrorista" hasta la muerte de Stalin, en 1953. "Si no informabas, te pod¨ªan caer cinco a?os, o te pod¨ªan ahorcar", dice revolviendo ese pelo que a sus 77 a?os a¨²n se corta a lo Ringo Starr.
Klima fue un comunista convencido, como Kundera. Un impulsor de la Primavera de Praga, como Kundera. Cuenta que en aquellos d¨ªas se encontr¨® una situaci¨®n similar. La informaci¨®n le lleg¨®, tambi¨¦n, por medio de una chica. Le habl¨® de un antiguo oficial de las SS en territorio checo. Pero decidi¨® no informar. "Lo que est¨¢ claro es que en aquella ¨¦poca mantenerse firme requer¨ªa ser muy valiente".
Seis meses despu¨¦s del encuentro sobre el puente Manes, Dvoracek fue condenado por deserci¨®n, espionaje y traici¨®n. Le cayeron 22 a?os. Cumpli¨® 14.
Las familias de Iva Militka y Dvoracek se enemistaron. Nunca perdonaron a Militka por irse de la lengua, siempre la culparon de la suerte de su hijo. Militka ha cargado durante toda su vida con el peso de la culpa, siempre se reproch¨® haber contado ese encuentro a su marido. En numerosas ocasiones le pregunt¨® si hab¨ªa sido ¨¦l quien inform¨® a la polic¨ªa. Dlask siempre call¨®. Hasta 1992. Entonces, dice Militka, le cont¨® la implicaci¨®n de Kundera. "Me sent¨ª feliz y aliviada", reconoce. Aunque eso no exculpaba a su marido. "Si inform¨® fue para protegerme", declara. "En aquel momento, dar informaci¨®n al Estado no era malo".
El historiador Zdenek Pesat, que era profesor de la universidad en aquel entonces, declar¨® la semana pasada que Dlask inform¨® a la polic¨ªa, adem¨¢s de informar al partido. Lo cual no impide que Kundera tambi¨¦n lo hiciera, dice Militka. La semana pasada, Pesat yac¨ªa en la cama en delicado estado, con ox¨ªgeno, seg¨²n cont¨® a EL PA?S su hija en Praga. No se le pod¨ªa entrevistar.
Dvoracek pas¨® 10 a?os penando en las minas. Jiri Stransky, reconocido escritor que fue procesado por el r¨¦gimen, estuvo ocho a?os all¨ª. De hecho, al ver las fotos de Dvoracek en la prensa, su cara le result¨® familiar. "Trabaj¨¢bamos como esclavos, viv¨ªamos en un campo de concentraci¨®n", dice en su perfecto y educado ingl¨¦s. "Nos pegaban, apenas nos daban de comer".
Tras 14 a?os, Dvoracek obtuvo la libertad condicional. Dos meses despu¨¦s de la invasi¨®n del Pacto de Varsovia, en 1968, escapaba para nunca m¨¢s regresar a su pa¨ªs. Al llegar a Canad¨¢ cambi¨® el nombre de Miroslav por el de Mike. Empezaba una nueva vida.
Se instal¨® en Suecia en 1975. All¨ª se fue para unir su destino al de Marketa, una amiga de su hermano que le ayud¨® cuando sali¨® de la c¨¢rcel. Durante a?os trabaj¨® supervisando la alimentaci¨®n en un hospital. En 1993 llegaban las secuelas de los a?os en contacto con el uranio: anemia hemol¨ªtica. "Ha sido feliz, consigui¨® dejar su pasado", dice Marketa por tel¨¦fono. Habla desde el apartamento cercano al mar donde viven juntos, en la costa oeste de Suecia. Dvoracek sufri¨® en junio un infarto cerebral durante un viaje a las Azores. Ha perdido el habla. Est¨¢ aprendiendo a escribir con la mano izquierda.
Este fin de semana, Mike y Marketa deber¨ªan haber estado en Fuerteventura, ten¨ªan comprados los billetes desde hace tiempo, les encanta Espa?a. Pero hubo que suspenderlo todo. Su m¨¦dico dice que nunca ha tenido un paciente tan fuerte como ¨¦l.
El infarto cerebral le sorprendi¨® dos meses despu¨¦s de la llamada de Adam Hradilek, el investigador que public¨® en la prestigiosa revista Respekt que Kundera estaba involucrado en el asunto. Dvoracek no quiso reabrir el pasado. No quer¨ªa hablar.
Su esposa dice que da igual qui¨¦n le delatara. El caso es que le delataron.
Durante toda su vida, Dvoracek pens¨® que fue Iva Militka la responsable de su destino. Cuando la polic¨ªa checa le detuvo e interrog¨® en 1950, no solt¨® prenda. No mencion¨® para nada a Militka. Puso a salvo a su amiga.
Hace un a?o, Matej Dlask, nieto de Militka, le pregunt¨® a ¨¦sta c¨®mo era posible que apoyara a los comunistas en aquel entonces. La conversaci¨®n desemboc¨® en la confesi¨®n de aquella turbia historia. Y sali¨® el nombre de Kundera. Matej empez¨® a investigar el caso y le pas¨® los trastos a su primo Adam Hradilek, especializado en entrevistar a v¨ªctimas del r¨¦gimen comunista. Fue ¨¦ste el que, investigando en los Archivos de los Servicios Secretos, hall¨® el documento 624/1950.
"Mis abuelos no fueron felices", dice Matej, de 32 a?os, en la cocina de su casa, en el noreste de la ciudad. Siempre anduvieron justos de dinero. La desconfianza en torno al episodio del soplo probablemente lastr¨® esa relaci¨®n. Dlask trabaj¨® como profesor de Filosof¨ªa marxista toda su vida. Ella desempe?¨® distintos trabajos.
Poco despu¨¦s de morir el abuelo Dlask, la familia le pidi¨® a Militka que escribiera unas memorias. "Ten¨ªa mucho tiempo libre", dice Matej, que es inform¨¢tico y a sus 32 a?os tiene tres hijos.
Matej abre las memorias de la abuela, encuadernadas en canutillo, con portada amarilla y fecha de 2002. En ellas Militka escribi¨®: "Doy las gracias a todos, a Miroslav y a las tres estudiantes, pero este horrible sentimiento de haber sido parte de un acto miserable nunca me abandon¨®, y escribo con gran tristeza. Tal vez si hubiera tenido m¨¢s sentido com¨²n y le hubiera rechazado todo habr¨ªa sido distinto".
Matej cierra las memorias de la abuela. "Descubrimos que Dvoracek era el h¨¦roe de esta historia. Si todos se hubieran comportado como ¨¦l, si no hubieran dicho nada, nada de esto hubiera ocurrido".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.