Historia del juez que nunca descansa
Baltasar Garz¨®n, magistrado de la Audiencia Nacional, lucha por incorporar la causa sobre los cr¨ªmenes del franquismo a su impresionante historial de casos c¨¦lebres
Baltasar Garz¨®n, el juez m¨¢s famoso de Espa?a, festejar¨¢ hoy su 53? cumplea?os con el ¨¢nimo m¨¢s bien bajo. No s¨®lo porque est¨¢ en capilla (ma?ana ser¨¢ intervenido quir¨²rgicamente para extirparle unos n¨®dulos en las cuerdas vocales), sino por el destino incierto de su ¨²ltima criatura judicial. El auto por el que reclama las competencias para abrir una causa contra los perpetradores de los cr¨ªmenes del franquismo ha sido vapuleado por el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza. Nadie esperaba tanta contundencia, porque a fin de cuentas "el Derecho no es matem¨¢tico, permite interpretaciones variadas", dice un compa?ero del juez. En la Audiencia Nacional los ¨¢nimos est¨¢n caldeados, y las espadas en alto entre juez y fiscal, hasta hace poco, muy amigos. Garz¨®n -traje azul oscuro, camisa a rayas rosas, zapatos negros con suela de goma- se mueve por el edificio con una guardia permanente de periodistas. De estatura media, con algo de sobrepeso, ojos atentos detr¨¢s de las sempiternas gafas, el pelo con grandes mechones blancos, peinado hacia atr¨¢s, su persona no pasa desapercibida en ning¨²n sitio. Pero el juez guarda silencio. Sus amigos hablan por ¨¦l de la soledad del titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 5 de la Audiencia Nacional, el juez que ha sentado en el banquillo a banqueros, polic¨ªas, pol¨ªticos, terroristas, malhechores y defraudadores como un verdadero espadach¨ªn de la justicia. Franco, aunque lleve muerto 28 a?os, encajar¨ªa perfectamente en su galer¨ªa.
Bajo la toga del juez, un hiperactivo que duerme cuatro horas, se adivinan el misionero que quiso ser y el pol¨ªtico fallido
Garz¨®n ha ido cambiando de objetivos. Ahora le motivan sobre todo las grandes causas humanitarias
"Garz¨®n interviene en este tema porque muchas asociaciones por la memoria le piden que intervenga", precisa un viejo colaborador del magistrado. "La Ley de la Memoria Hist¨®rica no ha servido para nada. Saben que ¨¦l es el ¨²nico que puede ayudarles". Toda una responsabilidad para el magistrado, que ha hecho otras veces este papel de catalizador social. Las v¨ªctimas saben que al juez se le puede pedir m¨¢s que a los dem¨¢s. Su pretensi¨®n, ¨¦l mismo lo ha dicho, es cambiar el mundo a golpe de sumario judicial. O pretender que lo cambia. Bajo su toga de juez se adivina el misionero que quiso ser. Y debajo de ¨¦ste, la piel del pol¨ªtico fallido. Es como si el juez, un tipo hiperactivo desde peque?o, que duerme s¨®lo cuatro horas, fuera incapaz de renunciar a esas identidades latentes.
Por no hablar de la dificultad de acomodar su vida personal a la del magistrado, siempre con escolta y con servicio de vigilancia sobre el terreno cada vez que asiste a alg¨²n acto o a una cita. "El hombre y el juez no tienen nada que ver. Son como el Doctor Jekyll y M¨ªster Hyde. Una cosa es el juez de la Audiencia, el que ha sufrido montones de faenas y el que tambi¨¦n las ha hecho, y otra muy distinta es el hombre privado. Un tipo humano, sencillo, pr¨®ximo", dice el mismo colaborador del magistrado que le conoce desde 1988.
Garz¨®n, el juez, se presenta ante el mundo como un ejemplo de integridad profesional, arropado por frases de este tipo: "Hay que hacer lo que uno cree que debe hacer". "Si no vas hasta el fondo en una investigaci¨®n, puedes vivir c¨®modamente, pero este servicio p¨²blico exige ir hasta el fondo".
En sus 20 a?os como instructor de la Audiencia, el magistrado ha estado en muchas cosas, todas de primera p¨¢gina. ?Qui¨¦n no recuerda la Operaci¨®n N¨¦cora, en junio de 1990, que inaugur¨® una ¨¦poca de grandes despliegues policiales y posteriores macrojuicios? ?O el sumario, por un delito de narcotr¨¢fico, contra agentes de la Unidad Central Antidroga de la Guardia Civil -Ucifa-? ?O la larga y contundente batalla contra ETA y su entorno? Por no hablar de los GAL, el grupo que desarroll¨® la guerra sucia contra ETA entre 1983 y 1987, y cuyo proceso acarre¨® el encarcelamiento del ex ministro de Interior Jos¨¦ Barrionuevo y del ex secretario de Estado Rafael Vera. Con el tiempo, el caso GAL se convertir¨¢ en uno de los grandes esc¨¢ndalos de la democracia.
Garz¨®n sigue siendo el mismo de entonces, el juez que adora los golpes de efecto, los grandes despliegues policiales, pero sus objetivos han ido cambiando poco a poco. El joven intr¨¦pido de los inicios, cautivado por el ejemplo de Giovanni Falcone (juez antimafia italiano asesinado por la Cosa Nostra en 1992), se ha transformado en un magistrado m¨¢s reposado. Ahora son las grandes causas las que le motivan: los derechos de los pueblos ind¨ªgenas, el resarcimiento de las v¨ªctimas de las dictaduras argentina o chilena, el castigo de los responsables de las guerras que considera injustas. Ha colaborado con el periodista Vicente Romero en documentales sobre la represi¨®n de la dictadura argentina y sobre el horror de las prisiones semisecretas como Abu Ghraib o Guant¨¢namo, adem¨¢s de publicar un libro de denuncia, El alma de los verdugos. En junio pasado, presenci¨® en Colombia la exhumaci¨®n de 25 cad¨¢veres de v¨ªctimas de los paramilitares. Garz¨®n vino impresionado, pensando, quiz¨¢s, en los cad¨¢veres por exhumar en Espa?a. D¨¢ndole vueltas a la posibilidad de abrir causa al franquismo.
El juez, pr¨®ximo a Izquierda Unida, ha criticado siempre al franquismo en sus libros. El rechazo no le viene de familia. "Su madre es de derechas. Y habr¨¢ sido la primera en decirle, 'pero hijo, ?qu¨¦ est¨¢s haciendo con esta historia del franquismo otra vez?", comenta un amigo ¨ªntimo del magistrado. Pero Garz¨®n es mucho Garz¨®n como para que nadie le haga torcer su voluntad cuando cree que debe actuar.
El segundo de los cinco hijos de Ildefonso Garz¨®n y Mar¨ªa Real, nacido el 26 de octubre de 1955, en Torres (Ja¨¦n), no vino al mundo para llevar una vida discreta. ?l mismo ha contado que siempre tuvo madera de l¨ªder, pero el destino le ha alejado de algunos momentos clave en la historia del pasado siglo. Las convulsiones del Mayo franc¨¦s le pillaron, con 13 a?os, en el seminario de Baeza. El final del franquismo, que le sorprendi¨® en la universidad, le permiti¨® comprobar los malos modales de los grises. Su sue?o no era ser cura, sino misionero en ?frica. Lo malo es que le gustan las chicas y, adem¨¢s, el seminario es opresivo. Garz¨®n no est¨¢ dispuesto a recibir ¨®rdenes ni de Dios. As¨ª es que abandona el centro a los 16 a?os (ingres¨® a los 10) para estudiar Derecho en Sevilla. Ha encontrado su vocaci¨®n, ser¨¢ juez. Aprueba las oposiciones e ingresa en la carrera judicial en 1981.
Garz¨®n se ha descrito a s¨ª mismo en su libro Un mundo sin miedo, redactado a modo de cartas a sus tres hijos, como un adolescente t¨ªmido, y, con "miedo a llamar la atenci¨®n". Estudia con ah¨ªnco y se casa, a los 25 a?os, con Rosario, Yayo, 15 meses mayor que ¨¦l, su novia de toda la vida. Pilar Urbano que conoce a la pareja desde que escribiera en 2000 Garz¨®n, el hombre que ve¨ªa amanecer, una especie de biograf¨ªa autorizada, cuenta que el juez es algo machista en casa, aunque las relaciones de la pareja son ¨®ptimas. "Tienen una gran complicidad. Garz¨®n no toma decisiones sin consultar a Yayo". Lo hizo antes de aceptar, en 1993, la oferta de Felipe Gonz¨¢lez para concurrir a las elecciones como n¨²mero dos por Madrid en las listas del PSOE. Garz¨®n, nombrado delegado para el Plan Nacional sobre Drogas, se march¨® del Gobierno dando un portazo al a?o siguiente. "Gonz¨¢lez me ha utilizado como un mu?eco", dijo el juez entonces, dolido porque no le nombraran coordinador de los servicios de inteligencia. M¨¢s tarde ajustar¨ªa cuentas con los socialistas.
El episodio, de enorme dureza, parece hoy absolutamente cerrado. Y en su libro La l¨ªnea del horizonte, de 2008, el juez incluye un educado coloquio mantenido con Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en Nueva York durante el a?o largo que pas¨® en Estados Unidos, entre 2005 y 2006. ?Busca apoyos para nuevas tareas internacionales? Quiz¨¢s para el Tribunal Penal Internacional. El interesado lo niega. "Hay que estar al ciento por ciento en lo que se est¨¢", suele repetir.
Esta entrega ha dado sus frutos desde el punto de vista del respeto internacional, cree la fiscal Lola Delgado, que lleva quince a?os trabajando con el juez en la Audiencia. "Es cierto que en Latinoam¨¦rica hay que quitar al Sant¨ªsimo, como quien dice, para ponerlo a ¨¦l, hasta ese punto le veneran, pero en ambientes europeos no gusta tanto su protagonismo", opina, en cambio, un juez del Tribunal Supremo que pide anonimato. El alto Tribunal ha desbaratado algunos de los juicios sobre causas instruidas por Garz¨®n. Otros se desinflaron en la propia Audiencia. La Operaci¨®n N¨¦cora, por ejemplo, tuvo un resultado magro, y hasta Garz¨®n ha reconocido que la instrucci¨®n tuvo fallos. "Ha aprendido mucho desde entonces. La instrucci¨®n la hace ahora perfecta", opina ?ngela Murillo, juez de la sala cuarta de la Audiencia Nacional que juzg¨® aquel caso.
Es m¨¢s f¨¢cil equivocarse cuando se abre camino. "Y Garz¨®n ha sido pionero en muchas cosas", dice la fiscal Delgado. "Por ejemplo, en crimen organizado, ha sido el primero en utilizar los convenios internacionales para llevar m¨¢s lejos la investigaci¨®n". El magistrado ha sido decisivo tambi¨¦n en la lucha contra ETA, golpeando a la trama financiera y al entorno de la banda. En el plazo de unos a?os, Garz¨®n le hinca el diente a la kale borroka, cierra el diario Egin, declara ilegal a la coordinadora KAS y a su sucesora EKIN, y pone contra las cuerdas al aparato internacional de ETA. En 2002, y en otro golpe de efecto t¨ªpico del estilo Garz¨®n, suspende las actividades de Batasuna, adelant¨¢ndose al Supremo, que prepara la ilegalizaci¨®n del partido abertzale aplicando la Ley de Partidos. El juez ha recibido premios del Foro de Ermua y de la Fundaci¨®n Gregorio Ord¨®?ez por esta labor.
Garz¨®n se aplic¨® tambi¨¦n el primero contra el terrorismo islamista y, en 2003, dict¨® incluso orden de detenci¨®n contra Osama Bin Laden, ¨²ltimo responsable de Al Qaeda, dejando boquiabierto a todo el mundo. "?l es de los que cargan la suerte, por usar un s¨ªmil taurino", explica el an¨®nimo magistrado del Supremo. Este estilo judicial cautiv¨® desde el principio a la polic¨ªa. Los investigadores han encontrado en el juez un aliado, en muchos casos, un amigo. "A Garz¨®n no le asustan las causas, y no le importa que se le llame a las tres de la ma?ana porque se ha sabido de una entrega de droga, o hay algo en marcha. Al final le caen los casos m¨¢s gordos porque es el ¨²nico que se atreve", dice un polic¨ªa que ha trabajado con ¨¦l.
Y cuando no le caen, ¨¦l mismo procura atraerlos. Algunos colegas reconocen en privado que le hubiera encantado llevar la instrucci¨®n del 11-M. El d¨ªa de la matanza, Garz¨®n se present¨® en uno de los escenarios del atentado aunque no estaba de guardia. Otro ejemplo podr¨ªa ser el caso Pinochet. El propio juez ha contado que fue el juzgado n¨²mero 6 el que admiti¨® a tr¨¢mite la denuncia contra el dictador chileno, Augusto Pinochet, en julio de 1996. El juez competente era Manuel Garc¨ªa Castell¨®n, pero Garz¨®n no renuncia a la causa y dos a?os despu¨¦s, vali¨¦ndose de otra querella contra el dictador, se la apropia.
Esta perseverancia en la persecuci¨®n de lo que le interesa le ha guiado, dicen, en el caso del juicio sobre los cr¨ªmenes del franquismo. Y le guiar¨¢ en el futuro. El cambio clim¨¢tico ha entrado ya en su carpeta de prioridades. Este a?o abord¨® el problema en un curso de verano en la Universidad de Ja¨¦n, en Torres. Que se preparen los contaminadores, el juez que no descansa est¨¢ dispuesto a lanzarse en cualquier momento contra ellos. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.