La guerra que pudo evitarse
Si la II Rep¨²blica hubiera reaccionado con m¨¢s decisi¨®n, la sublevaci¨®n del 18 de julio podr¨ªa haber fracasado. As¨ª lo afirma Santiago Carrillo en un recorrido por 'La crispaci¨®n en Espa?a' (Planeta), su nuevo libro
Acosado por Gil-Robles, Calvo Sotelo y los generales que le exig¨ªan proclamar el estado de guerra y poner el pa¨ªs en manos del ej¨¦rcito, el se?or Portela Valladares [jefe del Gobierno] se sinti¨® sin fuerzas para esperar a la constituci¨®n de las nuevas Cortes y declinar el poder en ellas. Que era precisamente lo que deseaba Alcal¨¢ Zamora y lo que, en circunstancias normales, es de rigor. As¨ª que, precipitadamente, el presidente de la Rep¨²blica convoc¨® a Aza?a y le entreg¨® el poder. Cuarenta y ocho horas despu¨¦s de las elecciones se formaba un Gobierno de los partidos republicanos, con el apoyo parlamentario del Frente Popular. La Diputaci¨®n Permanente de las Cortes disueltas tuvo que aprobar la ley de amnist¨ªa que reclamaban las masas en la calle y que no admit¨ªa m¨¢s demoras.
?Cu¨¢l fue el error de Largo Caballero y de la izquierda socialista? Una subestimaci¨®n del peligro del golpe militar
?Por qu¨¦ un Gobierno exclusivamente de partidos republicanos y no con una composici¨®n del Frente Popular? Hubo, sin duda, diversas explicaciones p¨²blicas del hecho. La izquierda socialista no deseaba colaborar en un Gobierno encabezado por los republicanos. En lo que respecta a los comunistas, ning¨²n partido de la Tercera Internacional hab¨ªa participado hasta aquella ¨¦poca en gobiernos con partidos burgueses o socialdem¨®cratas. En las circunstancias de la victoria del Frente Popular en Francia, la Internacional hab¨ªa desaconsejado la participaci¨®n, a pesar de que Maurice Thorez opinaba favorablemente. Pero cualesquiera que fuesen las explicaciones dadas en su momento p¨²blicamente, la raz¨®n de fondo de la no participaci¨®n de socialistas y comunistas en aquel instante era no dar argumentos a las derechas para llevar a cabo el golpe de Estado.
El caballo de batalla de las derechas y de los lerrouxistas en las Cortes Constituyentes hab¨ªa sido la formaci¨®n de un Gobierno sin socialistas. Que el Gobierno fuese republicano quitar¨ªa argumentos a los que conspiraban contra la Rep¨²blica. En realidad, a partir del 16 de febrero [de 1936], toda la pol¨ªtica del Frente Popular estuvo condicionada por la conspiraci¨®n militar, una cuesti¨®n que estaba en la calle y de la que todo el mundo era consciente.
Esa situaci¨®n y el ¨¦xito electoral del Frente Popular introdujeron ciertos cambios en la actitud de las Juventudes Socialistas. (...) Se extend¨ªa la comprensi¨®n de la existencia de un peligro universal, al que s¨®lo era posible hacer frente con la unidad de dichas fuerzas. El VII Congreso de la Internacional Comunista, que hab¨ªa girado en torno a la tr¨¢gica experiencia de la Rep¨²blica de Weimar, hab¨ªa calado profundamente en los j¨®venes. Quiz¨¢ no tanto en Largo Caballero y alguno de sus colaboradores veteranos, tal vez menos sensibles a los acontecimientos internacionales, con las cicatrices del periodo constituyente muy vivas todav¨ªa. Los meses que van desde las elecciones generales al 18 de julio son un periodo de preparaci¨®n decidida de la Guerra Civil por parte de las derechas, que colocan todas sus esperanzas en el ej¨¦rcito, mientras fomentan activamente el descontento popular. Se producen artificialmente cierres industriales, y en el campo, abandono de cosechas para ampliar el paro obrero. Se impulsa descaradamente la fuga de capitales al extranjero. Se lanzan bulos como el de los caramelos envenenados, que provocan reacciones populares con quema de algunas iglesias. Se acent¨²a la intransigencia patronal, provocando huelgas como la de la construcci¨®n en Madrid. El pistolerismo falangista monta atentados contra militantes de izquierda; en revancha, algunos grupos izquierdistas responden realizando alg¨²n atentado. Entre los ca¨ªdos por el pistolerismo falangista, dos militares republicanos, Faraudo y Castillo, lo que lleva al asesinato de Calvo Sotelo.
Las derechas estaban creando una situaci¨®n de caos que serv¨ªa de pretexto al golpe militar, y en parte lo consiguieron.
Releer hoy los debates parlamentarios de esos meses ayuda a comprobar la doblez t¨¢ctica de las derechas. El se?or Calvo Sotelo, que admite abiertamente sus coincidencias con el fascismo y que ya fue anteriormente ministro de la dictadura de Primo de Rivera, interviene sistem¨¢ticamente en el Congreso de los Diputados, ampliando el volumen de los conflictos y los des¨®rdenes p¨²blicos y excitando al ej¨¦rcito a que tome el poder, a la vez que, bajo cuerda, como revela entre otros el comandante Ansaldo, se mantiene en contacto con los militares presion¨¢ndolos para que den el golpe. Con notable hipocres¨ªa, mientras prepara el golpe, declara: "Nosotros no vamos por caminos de violencia, cumpliremos modestamente nuestro deber llamando la atenci¨®n al Gobierno y descargando ¨ªntegramente nuestra responsabilidad. Nosotros no vamos por caminos de violencia".
?Solemne hipocres¨ªa! Sin que ninguna fuerza se lance a la revoluci¨®n, cuando las izquierdas sostienen con toda lealtad al Gobierno y la legalidad republicanos, los generales fascistas, de acuerdo con las derechas -y con Calvo Sotelo hasta el d¨ªa mismo de su muerte-, lanzan la sublevaci¨®n el 18 de julio. Ellos son los que desencadenan la Guerra Civil.
A lo largo de dos meses, los partidos de izquierda se han estado defendiendo de la agresividad de las derechas, esforz¨¢ndose por apoyar al Gobierno leg¨ªtimo aunque no participen en ¨¦l. Son los militantes de izquierda los que han salido a la calle en Madrid para impedir ataques a las iglesias, provocados por el bulo de los caramelos envenenados, y los que intervienen en las asambleas de obreros de la construcci¨®n en la plaza de toros, para poner fin a la huelga en Madrid. (...)
En ese mismo espacio de tiempo, la izquierda socialista comete un grave error pol¨ªtico: el de oponerse a que Indalecio Prieto encabece el Gobierno republicano al pasar a la presidencia de la Rep¨²blica don Manuel Aza?a. Prieto, desde el Gobierno, hubiera tomado medidas para debilitar el dispositivo insurreccional de los militares y, en ¨²ltimo caso, frente al golpe, hubiese armado al pueblo, que habr¨ªa podido as¨ª sofocarlo en toda la Pen¨ªnsula, como lo hizo en Madrid, Barcelona, Valencia, Asturias, Euskadi y en otras partes del pa¨ªs.
El golpe del 18 de julio pudo haber sido sofocado en toda Espa?a, quedando reducido al ej¨¦rcito de Marruecos.
?Cu¨¢l fue la causa del error de Largo Caballero y de la izquierda socialista?
Indudablemente, una subestimaci¨®n del peligro del golpe militar. Yo pude comprobarlo cuando Largo Caballero me reproch¨® haber llegado a un acuerdo con Prieto para ir en delegaci¨®n a pedir, en nombre del PSOE, el PCE, la UGT y la JSU, a Casares Quiroga que armase al pueblo. En ese momento, tres o cuatro d¨ªas antes del golpe, Largo Caballero pensaba que exager¨¢bamos el peligro. ?ste fue un paso hacia el distanciamiento entre las Juventudes y el l¨ªder socialista, que en poco tiempo se agrand¨® hasta convertirse en ruptura.
Con el transcurso del tiempo, recordando detalles y conversaciones informales, desahogos en la intimidad que reflejan sentimientos ¨ªntimos, he llegado a pensar que personas como Caballero y algunos de sus amigos pod¨ªan creer tambi¨¦n que en aquel momento prefer¨ªan que, ante la clara inevitabilidad del golpe militar, era mejor que lo afrontase un Gobierno de republicanos burgueses... En el fondo, desde perspectivas pol¨ªticas diferentes, compart¨ªan con ¨¦stos la idea de que las derechas tendr¨ªan m¨¢s dif¨ªcil un levantamiento contra un Gobierno de republicanos burgueses que contra otro en el que estuvieran socialistas y comunistas.
En las fuerzas pol¨ªticas espec¨ªficamente republicanas tambi¨¦n hab¨ªa el sentimiento de que la ausencia de fuerzas proletarias en el Gobierno pod¨ªa frenar el levantamiento militar, o por lo menos reducir su importancia y hacerlo m¨¢s f¨¢cilmente dominable con los medios del aparato del Estado. En realidad, una buena parte de las provocativas intervenciones, particularmente de Calvo Sotelo, en el Congreso trataba de crear la impresi¨®n de que los "agentes sovi¨¦ticos" y la Internacional Comunista estaban en el poder, que el Frente Popular era la revoluci¨®n proletaria en marcha, cuando en total s¨®lo hab¨ªa diecis¨¦is comunistas entre cuatrocientos diputados elegidos y cuando en el Gobierno s¨®lo hab¨ªa republicanos moderados, la mayor¨ªa de los cuales, fuera de Espa?a, hubieran sido considerados en ese momento de centro y algunos incluso de derecha.
Es cierto que en la izquierda socialista se levantaban voces que amenazaban, en caso de levantamiento militar, con la revoluci¨®n social e incluso que dir¨ªan que, dictadura por dictadura, prefer¨ªan la del proletariado. Pero se trataba concretamente de una respuesta defensiva: "Si romp¨¦is la baraja, si os sublev¨¢is contra la Rep¨²blica, que al fin y al cabo no es m¨¢s que una rep¨²blica burguesa, lo que conseguir¨¦is ser¨¢ desencadenar una revoluci¨®n social". En el fondo, el dilema era el mismo que desde la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica: la ceguera, el reaccionarismo de las derechas espa?olas, m¨¢s feudales que burguesas, que no admit¨ªan un sistema burgu¨¦s, moderno, que sustituyera al suyo, y para las que todo lo que no fuera el r¨¦gimen tradicional era la revoluci¨®n, el marxismo o el comunismo.
La Rep¨²blica hab¨ªa venido pac¨ªfica y democr¨¢ticamente en Espa?a. Era un r¨¦gimen reformista, dirigido por pol¨ªticos reformistas con una historia notable de reformistas y moderados cada uno de ellos. Hab¨ªa promovido reformas cuyo objetivo encajaba claramente en un sistema social burgu¨¦s, como los que exist¨ªan en otros pa¨ªses burgueses.
Pero las derechas espa?olas, desde el primer d¨ªa, se opusieron a las reformas, acus¨¢ndolas de socializantes, y levantaron el hacha de guerra contra la Rep¨²blica. A un a?o, no m¨¢s, de proclamada, organizaron ya la primera sublevaci¨®n contra ella, la sanjurjada. Dos a?os m¨¢s tarde de este golpe evolucionaron colectivamente hacia posiciones fascistas, que estaban poni¨¦ndose de moda en Europa, e intentaron, animadas por otras experiencias, conquistar el poder por la v¨ªa parlamentaria, lo cual desencaden¨® el primer movimiento defensivo del proletariado y la peque?a burgues¨ªa urbana -octubre de 1934-. Y cuando el intento fracas¨®, dirigidos por Calvo Sotelo y Gil-Robles, intentaron convencer a los militares para que dieran un golpe de Estado que impidiera constituir las nuevas Cortes elegidas en 1936 por el pueblo y la recuperaci¨®n de la Rep¨²blica. Tuvieron que resignarse cuando los militares les dijeron que en ese momento no estaban en condiciones de sublevarse y esperar algunos meses a que lo estuvieran para lanzarse a una guerra civil contra la Rep¨²blica.
En ese momento, el n¨²cleo dirigente instalado en puestos del Estado Mayor se hallaba ya en contacto con los Estados Mayores alem¨¢n e italiano y hab¨ªa implicado a las derechas nacionales en algo que en el fondo iba m¨¢s all¨¢ de la conquista del poder en Espa?a: la conquista del dominio mundial por la ideolog¨ªa aparentemente m¨¢s capaz de defender las estructuras tradicionales: el fascismo.
Y al final, ellos mismos provocaron lo que aparentemente quer¨ªan evitar: una revoluci¨®n popular. Ellos destruyeron los instrumentos de poder del Estado republicano con la sublevaci¨®n y dejaron el poder en la calle, con todos los riesgos que para las mismas clases conservadoras pod¨ªa ocasionar un acontecimiento as¨ª.
Esa revoluci¨®n en defensa de la Rep¨²blica, como todas las revoluciones, provoc¨® excesos, venganzas de odios hist¨®ricos, dif¨ªcilmente evitables en los primeros momentos, que no se hubieran producido sin el alzamiento contra la Rep¨²blica.
(...) ?Se pod¨ªa haber evitado todo esto? ?Pudo evitarse la Guerra Civil?
Yo sostengo que s¨ª. Incluso, a pesar de la sublevaci¨®n militar, si no hubiera mediado un factor que no ten¨ªa nada de nacional: la preparaci¨®n de la II Guerra Mundial por el Eje Roma-Berl¨ªn-Tokio, que ya hab¨ªan comenzado a planificar los Estados Mayores de esas potencias, y en la cual Espa?a pod¨ªa ser una pieza important¨ªsima para aislar a Francia, lograr el dominio del Mediterr¨¢neo y abrir la ruta de Am¨¦rica del Sur, en alguno de cuyos pa¨ªses el fascismo ten¨ªa aliados.
Creo sinceramente que, en los an¨¢lisis de la guerra de Espa?a, los historiadores serios han descrito la participaci¨®n alemana e italiana y el papel de la "no intervenci¨®n". Pero no se ha investigado hasta el fondo el papel de los dirigentes y los servicios secretos de Alemania e Italia en la incubaci¨®n y preparaci¨®n del golpe militar. La r¨¢pida intervenci¨®n de la aviaci¨®n y la marina alemana e italiana para facilitar el paso del ej¨¦rcito de ?frica a la Pen¨ªnsula ?fue una improvisaci¨®n del momento? ?La adhesi¨®n de Franco al movimiento en el ¨²ltimo instante y su puesta al frente de las tropas de Marruecos fue una pura obra del azar o simplemente el cumplimiento de una orden de Mola? ?Acaso estos hechos se produjeron sin una preparaci¨®n previa?
La crispaci¨®n en Espa?a. Editorial Planeta. 20,50 euros. Fecha de publicaci¨®n: 28 octubre de 2008.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.