Relami¨¦ndose ante las cat¨¢strofes
De un tiempo a esta parte, los peri¨®dicos, radios y televisiones llamados "serios" sienten verdadera pasi¨®n por escandalizarse, como si casi todos se hubieran contagiado de sensacionalismo, y, en la medida en que puedo juzgarlo, tengo la impresi¨®n de que la fiebre no se limita a nuestras fronteras: en Italia, Inglaterra y Francia, a cuya prensa me asomo de vez en cuando, tambi¨¦n noto un regodeo enorme ante las malas noticias. Hay adem¨¢s una tendencia a convertir las regulares en malas, lo intrascendente en preocupante y lo preo?cupante en alarmante; a ver hechos graves y ofensas tremendas en cualquier majader¨ªa; a dar importancia a lo que poca tiene y a magnificar las frusler¨ªas. A hacernos creer, en suma, que vivimos entre sobresaltos continuos y en un mundo siempre al borde del precipicio y el cataclismo. Se anuncia sin cesar "el fin de una era", "el derrumbe del imperio", "la invasi¨®n de los b¨¢rbaros" (que en lunes son los africanos y en martes los chinos, en mi¨¦rcoles los rusos y en jueves los parias de la tierra); o bien "la muerte de la novela", "el t¨¦rmino de la historia" (bueno, esto ya se qued¨® muy anticuado), as¨ª como caos, apocalipsis y Blade Runners varios, "la idolatr¨ªa del dinero", "la deshumanizaci¨®n del hombre" y toda suerte de supuestos desastres. Desde que tengo memoria, francamente, lo ¨²nico que he visto avanzar de manera sostenida y de veras es el poder de las mafias, a las que los Estados, con sus prohibiciones suicidas, cada vez hacen m¨¢s fuertes, hasta el punto de cederles parte de sus competencias y acabar fundi¨¦ndose con ellas. Hay lugares en los que no me cabe duda de que las mafias -no s¨®lo las m¨¢s folkl¨®ricas del narcotr¨¢fico, sino las de la construcci¨®n, los ayuntamientos, las obras p¨²blicas y la banca- son pilares del Estado. Pero en fin, se trata de algo ya antiguo, s¨®lo que ha ido y va y seguir¨¢ yendo en aumento.
Esto, que podr¨ªa constituir un aut¨¦ntico esc¨¢ndalo, aparece sin embargo amortiguado en la prensa, lo que da idea de cu¨¢n normal en el fondo le parece a ¨¦sta. Y en cambio se rasga las vestiduras y hace cruces ante cualquier menudencia. La cuesti¨®n es vociferar hist¨¦ricamente y mantener asustada a la gente. Es como si los periodistas necesitaran vivir "momentos hist¨®ricos" sin pausa -y por eso repiten tanto esa cantinela que deber¨ªa costarles el despido a cuantos la emplean, hasta para las mayores sandeces: "Este es un momento hist¨®rico: por primera vez, Ra¨²l en el banquillo"- y "lo ¨²ltimo" de lo que sea -y por eso tambi¨¦n repiten tanto esa otra letan¨ªa que deber¨ªa asimismo mandar al paro a cuantos recurren a ella: "Ha muerto el ¨²ltimo grande", titulan por el difunto Paul Newman, olvidando que dijeron lo mismo cuando murieron Gregory Peck, Robert Mitchum, Borges, Karajan, Chillida, Billy Wilder y todos los grandes que cada a?o caen como moscas, por edad sobre todo, en el campo de todas las actividades. Los reporteros se entusiasman tanto con las desgracias que parece que las est¨¦n deseando, y debo decir que ¨²ltimamente se han unido con alacridad al club de los m¨¢s desgarrados la Cadena Ser y el Canal Cuatro, empresas del mismo grupo que apadrina este diario, ustedes sabr¨¢n por qu¨¦ lo hacen. Sea como sea, s¨®lo faltaba una crisis mundial financiera para que todos los carro?eros se pasen la jornada salivando. Soy completamente lego en econom¨ªa, y estoy seguro de que la situaci¨®n es grave, pero tambi¨¦n de que lo es mucho menos de lo que proclaman estos adictos a las cat¨¢strofes. Si los primeros veinticinco minutos de un telediario se dedican a informar de esta crisis, los espectadores acaban convencidos de que sus ahorros est¨¢n en peligro y salen a comprar calcetines y huchas. Se abstienen de comprar todo lo dem¨¢s, "por si acaso", y aunque ellos no noten nada en sus bolsillos, se los tientan a cada segundo con p¨¢nico. Si se cuenta que un banco ha tenido unos beneficios del 12%, frente a un 30% del a?o anterior, la gente se lleva las manos a la cabeza creyendo que el tal banco ha perdido un 18%, cuando lo cierto es que ha ganado mucho, un 12%. Si se dice que el Ibex "acumula" una ca¨ªda del 45%, todo el mundo lo ve como una plaga b¨ªblica y nadie se pregunta por qu¨¦ diablos se mide esa ca¨ªda "desde el m¨¢ximo hist¨®rico que marc¨® en noviembre de 2007". Yo se lo dir¨¦: se elige ese d¨ªa "m¨¢ximo", en vez de cualquier otro normal, para que todo parezca m¨¢s calamitoso. Resulta muy eficaz, no cabe duda: a los ciudadanos los asalta una psicosis de "vivir un p¨¦simo momento hist¨®rico" y de asistir al "fin de un sistema" o a "los ¨²ltimos estertores del capitalismo salvaje" (m¨¢s quisi¨¦ramos). Se aterran, no gastan, no salen, con lo cual provocan una crisis verdadera en los restaurantes, las tiendas y en todo el consumo en general. Nadie parece fijarse, en cambio, en que los bloques de anuncios en las televisiones que informan dram¨¢tica y pesimistamente siguen siendo tan monstruosos y largos como siempre, pese a que la emisi¨®n de cada uno cuesta un ojo de la cara. O en que no ha disminuido el n¨²mero de los de p¨¢gina entera en los peri¨®dicos que titulan a cinco columnas "El crash de 2008". O en que los paneles m¨®viles de publicidad en los campos de f¨²tbol (televisado) est¨¢n tan disputados que no da tiempo ni a leer lo que cada uno pone antes de ser "movido" por un competidor impaciente. Quiz¨¢ estemos todos arruinados cuando este art¨ªculo llegue a sus ojos, pero de momento a m¨ª eso me tranquiliza. O me escama, como prefieran.
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