Estado de excepci¨®n econ¨®mico
?Qu¨¦ hay de bueno en esta crisis? Que el ego¨ªsmo del Estado naci¨®n tiene que abrirse al espacio cosmopolita. Los l¨ªderes pol¨ªticos nacionales compiten ahora por ver qui¨¦n ofrece el mejor plan de salvaci¨®n mundial
De la noche a la ma?ana, el principio misionero de Occidente, el mercado libre, que ha justificado la aversi¨®n hacia el comunismo y la distancia filos¨®fica respecto del actual sistema chino, se ha convertido en una ficci¨®n. Los banqueros (banksters en el imaginario popular) reclaman con el fanatismo del converso la estatalizaci¨®n de sus p¨¦rdidas. ?Est¨¢ empezando a aplicarse la f¨®rmula china de dirigismo estatal de la econom¨ªa de mercado, hasta ahora tan demonizada y temida en los centros anglosajones regidos por el "todo vale"? ?C¨®mo se explica el potencial destructivo de los riesgos financieros globales?
Hay una respuesta a esta ¨²ltima pregunta basada en una distinci¨®n fundamental: riesgo no significa cat¨¢strofe, sino su anticipaci¨®n en el presente. En relaci¨®n con los riesgos globales, la anticipaci¨®n de un estado de excepci¨®n ser¨¢ gestionada sin fronteras. Este estado de excepci¨®n ya no rige en el ¨¢mbito nacional, sino en el ¨¢mbito cosmopolita; lleva adem¨¢s a la destrucci¨®n de edificios intelectuales supuestamente eternos, y crea nuevos lazos comunes.
El que busca soluciones nacionales es como el borracho que busca su cartera bajo una farola
Ahora la fuerza de la acci¨®n pol¨ªtica mundial depende de su percepci¨®n medi¨¢tica
Aqu¨ª hay que distinguir entre dos variantes que tienen un sentido clave para entender la teor¨ªa pol¨ªtica de la sociedad del riesgo mundial. Por un lado, las cat¨¢strofes cuyos efectos secundarios no son intencionados (cambio clim¨¢tico, crisis financiera mundial). Por otro, las cat¨¢strofes intencionadas, las que defiende el terrorismo suicida, operativo a nivel transnacional. Podr¨ªamos decir que Carl Schmitt fue el primero en reflexionar sobre el potencial pol¨ªtico que posee el estado de excepci¨®n cuando ¨¦ste es inducido por los riesgos globales. Sin embargo, en su teor¨ªa sobre la soberan¨ªa Schmitt vincula el estado de excepci¨®n exclusivamente al Estado nacional. Pero el signo distintivo m¨¢s destacado de los riesgos globales (econom¨ªa mundial, cambio clim¨¢tico, terrorismo) quiz¨¢ sea que, al disolver las fronteras, el estado de excepci¨®n sustituye la delimitaci¨®n propia del Estado naci¨®n.
Las fronteras del estado de excepci¨®n se disuelven al iniciarse un nuevo cap¨ªtulo de la pol¨ªtica interior mundial. Esto podemos apreciarlo en la carrera que ahora est¨¢n disputando los Gobiernos por ofrecer el mejor plan de salvaci¨®n mundial, a cuyo vencedor le espera la resurrecci¨®n pol¨ªtica a la manera del f¨¦nix renacido de sus cenizas (tomemos el ejemplo del primer ministro brit¨¢nico Gordon Brown) tanto en el ¨¢mbito nacional como internacional.
Se inicia en las aparentemente s¨®lidas reglas de la pol¨ªtica internacional un juego de fuerzas cambiante, asentado en alg¨²n lugar a medio camino entre la pol¨ªtica de casino y la ruleta rusa, y en el que las competencias y las fronteras ser¨¢n gestionadas de otro modo. Y no s¨®lo aquellas que separan las esferas nacionales de las internacionales, sino tambi¨¦n aquellas que separan la econom¨ªa global de las de los Estados, as¨ª como tambi¨¦n las de las potencias econ¨®micas emergentes como China, Suram¨¦rica y la India, por un lado, y Estados Unidos y la Uni¨®n Europea, por el otro.
Ning¨²n jugador o adversario puede ganar en solitario, ya que todo depende de las alianzas. De la misma manera que un Gobierno no puede combatir ¨¦l solo ni el terrorismo global ni el cambio clim¨¢tico, tampoco puede arregl¨¢rselas ¨¦l solo con las consecuencias de la cat¨¢strofe financiera que nos amenaza. Y al rev¨¦s, el pol¨ªtico de ¨¢mbito nacional (por ejemplo Glos, el ministro de Econom¨ªa alem¨¢n) que busca una explicaci¨®n al colapso econ¨®mico que nos amenaza dentro del per¨ªmetro vallado de la naci¨®n, act¨²a como un borracho que en una noche oscura pretende encontrar su billetera perdida con la luz de una farola. A la pregunta de si realmente ha perdido su billetera en aquel lugar, ¨¦l responde que no, pero que al menos puede buscarla con la luz de la farola.
El estado de excepci¨®n ha disuelto sus fronteras espaciales porque las consecuencias que acarrean los riesgos financieros en el mundo interdependiente de hoy se han hecho imposibles de calcular y tampoco pueden compensarse. El espacio de seguridad del Estado naci¨®n de la primera modernidad no exclu¨ªa los perjuicios. Pero ¨¦stos eran compensados, ya que sus efectos destructivos pod¨ªan anularse con dinero, y otros medios. Ahora bien, una vez que se ha quebrado el sistema financiero mundial, que el clima ha cambiado irremisiblemente y que grupos terroristas poseen armas de destrucci¨®n masiva, ya es demasiado tarde. Ante este salto cualitativo en la amenaza a la humanidad, la l¨®gica de la compensaci¨®n pierde su validez y es sustituida (como lo argumenta Fran?ois Ewald) por el principio de la previsi¨®n mediante la prevenci¨®n.
La imposibilidad de calcular los riesgos financieros es producto de una destacada incapacidad de conocer. Pero al mismo tiempo, el conocimiento, el control y la seguridad que el Estado reclama tienen que ser renovados, profundizados y ampliados. De ah¨ª que sea una iron¨ªa (para decirlo suavemente) que se controle algo que nadie puede saber qu¨¦ es y c¨®mo se desarrolla, o qu¨¦ efectos realmente manifestar¨¢ la terapia millonaria que ha recetado la pol¨ªtica ante el v¨¦rtigo de los ceros. ?Pero por qu¨¦ all¨ª donde fracasa una econom¨ªa equilibrada el Estado tiene que convertirse en decisivo, como es el caso? Hay una respuesta concluyente de tipo sociol¨®gico: porque la promesa de seguridad es el primado del Estado moderno, que con la ignorancia no es neutralizado, sino al contrario, activado.
La disoluci¨®n de las fronteras temporales del estado de excepci¨®n se define tambi¨¦n por la imposibilidad de calcular su peligro. Todos tenemos la esperanza de que con la reacci¨®n en cadena que podemos apreciar ahora, la espiral haya tocado fondo... si es que no sigue empeorando. Visto as¨ª, los cr¨¦ditos t¨®xicos del sistema financiero mundial causan un efecto parecido al del peligro de avalancha cuando nieva sin cesar: sabemos que existe el peligro, pero no sabemos exactamente cu¨¢ndo y d¨®nde se producir¨¢ el hundimiento.
El peligro percibido que amenaza con precipitarnos a todos en el abismo genera a la vez una din¨¢mica de aceleraci¨®n del efecto neutralizador y, con ello, una presi¨®n por llegar al consenso que puede cortocircuitar el abismo entre el consenso obligado y la toma de decisiones pol¨ªticas. Con la consecuencia de que lo que es del todo impensable en el espacio pol¨ªtico nacional se har¨¢ realizable justamente en el de la pol¨ªtica interior mundial. A pesar de que los intereses de todos los Estados chocan dram¨¢ticamente como es sabido, pueden aplicarse buenas decisiones pol¨ªtico-financieras bajo el dictado de una especie de urgencia por crear un gran impacto. ?Por qu¨¦? Precisamente por la anticipaci¨®n de la cat¨¢strofe en el presente, eso es, mediante la globalidad de la percepci¨®n del riesgo, alimentada e ilustrada por los medios de comunicaci¨®n de masas. El poder hist¨®rico de la percepci¨®n de los peligros globales se paga, sin embargo, a un precio elevado, ya que act¨²a a corto plazo. Puesto que todo depende de su percepci¨®n medi¨¢tica, la fuerza legitimadora de la acci¨®n pol¨ªtica mundial ante los peligros globales s¨®lo alcanza hasta all¨ª donde los medios de comunicaci¨®n fijan su atenci¨®n.
Lo que supone un choque antropol¨®gico para los nativos de la sociedad del riesgo mundial no es ya la indigencia metaf¨ªsica de un Beckett, ni la ausencia de Godot, ni la horrible visi¨®n de la vigilancia de un Foucault, ni tampoco el mudo despotismo de la racionalidad que alarmaba a Max Weber. Lo que angustia al ser humano contempor¨¢neo es el presentimiento de que el tejido de nuestras necesidades materiales y nuestras obligaciones morales pueda rasgarse y de que se hunda el sensible sistema operativo de la sociedad del riesgo mundial. As¨ª que todo est¨¢ dentro de nuestra cabeza. Lo que para Weber, Adorno y Foucault era el horror (la racionalidad perfecta controlando el mundo administrado) es una promesa para las v¨ªctimas potenciales de los riesgos financieros (en realidad, todo el mundo). Ojal¨¢ que la racionalidad controladora pudiera realmente controlar.
?Qu¨¦ hay de bueno en lo peor? Que por su propio bien el ego¨ªsmo del Estado naci¨®n tiene que abrirse al espacio cosmopolita. Pero ¨¦sta es una de las muchas posibilidades que supone el estudio de la anticipaci¨®n de cat¨¢strofes paradigm¨¢ticas. Otra posibilidad es que ¨¦stas no ocurran.
Ulrich Beck es soci¨®logo y profesor de la Universidad de M¨²nich y de la London School of Economics. Traducci¨®n de M. Sampons.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.