La discreci¨®n y el silencio de Kundera
"Mi ¨²nico universo es la novela", dice el escritor. Pero ni aun as¨ª ha logrado evitar la calumnia. Ha sido v¨ªctima de esa nueva pr¨¢ctica period¨ªstica que consiste en poner a alguien bajo sospecha con un titular y una fotograf¨ªa
La desbordante riqueza de la informaci¨®n no ha conseguido apartarme de un asunto que me concierne personalmente, que a¨²n concierne m¨¢s a nuestro oficio y sobre el que, pese a no haberlo hecho enseguida, me gustar¨ªa decir algo. Me refiero al caso Kundera.
Hace casi 60 a?os -?s¨ª, 60 a?os!-, un joven agente checo de los servicios secretos norteamericanos fue detenido por la polic¨ªa en Praga. Seg¨²n los archivos, anta?o controlados por los servicios sovi¨¦ticos y ahora accesibles a cualquier investigador, el hombre que denunci¨® al esp¨ªa no habr¨ªa sido otro que el escritor franc¨¦s de origen checo Milan Kundera, entonces de 21 a?os. Hace tres semanas, un semanario praguense se hac¨ªa eco de este "descubrimiento" y le dedicaba un n¨²mero especial. La noticia corri¨® como un reguero de p¨®lvora por todas partes y, naturalmente, tambi¨¦n por Francia. El escritor la recibi¨®, seg¨²n dijo entonces, "como un pu?etazo en la cara". Kundera no sab¨ªa nada del asunto; ni siquiera hab¨ªa o¨ªdo hablar de ¨¦l. En un comunicado afirm¨® que todo era falso.
Hay algo de venganza; los checos nunca han aceptado la pasi¨®n del escritor por Francia
Para ¨¦l, Occidente es sobre todo la Ilustraci¨®n del siglo XVIII y, en concreto, Diderot
No obstante, a los tres d¨ªas de la acusaci¨®n, la verdad pareci¨® abrirse camino cuando un gran profesor de la Universidad praguense, Zdenek Pessat, afirm¨® en una carta abierta conocer bien esta historia y, sobre todo, al denunciante, que no era en modo alguno Milan Kundera. Su declaraci¨®n circul¨® ampliamente, pero nadie le dio demasiada importancia.
En los d¨ªas que siguieron, las personalidades m¨¢s eminentes del mundo literario franc¨¦s y europeo manifestaron su solidaridad con Milan Kundera. Los periodistas, que primero hab¨ªan tenido noticia de la informaci¨®n acusadora, conoc¨ªan ya tanto el desmentido del autor como la emoci¨®n de sus pares. Eso les hizo optar por la prudencia. Pero ?por qu¨¦ esa prudencia ya no sirvi¨® de nada? Porque seg¨²n las nuevas pr¨¢cticas de nuestro oficio, cuando aparecen un titular y una foto incriminando a una personalidad, ¨¦sta queda bajo sospecha. No se afirma que la informaci¨®n sea cierta, pero se presenta como posible e incluso veros¨ªmil. Los periodistas tenemos que v¨¦rnoslas con este problema todos los d¨ªas y siempre de la misma forma. Vendemos verosimilitud. Y en el reino de lo veros¨ªmil, la calumnia nunca pierde vitalidad.
As¨ª, ni todas las manifestaciones de solidaridad con el escritor impedir¨¢n que una parte de la opini¨®n p¨²blica piense: "De todas formas, cuando el r¨ªo suena... Al fin y al cabo, ?qui¨¦n puede decir con certeza lo que realmente ocurri¨® hace 60 a?os?". Y, luego, una pregunta insidiosa: ?por qu¨¦ un joven comunista no iba a considerar su deber denunciar a un esp¨ªa? ?Por qu¨¦? Simplemente porque no es verdad. Y si uno responde, cae en la trampa, como le ocurri¨® a Lech Walesa, antiguo l¨ªder de Solidarnosc, que fue v¨ªctima en Polonia de una manipulaci¨®n similar de los archivos.
La situaci¨®n de Kundera no deja de ser tristemente parad¨®jica. Despu¨¦s de todo, ¨¦l mismo anticipaba en sus novelas los estragos de la denominada "sociedad de la transparencia". El escritor cree, y no deja de repet¨ªrmelo desde que el asunto sali¨® a la luz, en la discreci¨®n y la privacidad de la vida ¨ªntima. Piensa que hay que juzgar una obra por su contenido y no por lo que se cree descubrir en la vida del autor. Kundera huye sistem¨¢tica y furiosamente de todos los medios de comunicaci¨®n. Yo le digo que el car¨¢cter sistem¨¢tico de sus negativas puede impacientar a algunos. ?l me recuerda que sali¨® en el programa de Bernard Pivot. Y, sobre todo, me da la misma respuesta que me diera L¨¦vi-Strauss hace una d¨¦cada, y que yo publiqu¨¦ con su aprobaci¨®n: "Cuando me di cuenta de que me hab¨ªa equivocado gravemente en pol¨ªtica -fue pr¨®ximo al PC-, decid¨ª no volver a aventurarme en ese terreno". A lo que Milan Kundera a?ade: "Es cierto que, cuando descubr¨ª que mi ¨²nico universo era la novela, siempre tuve miedo de verme encerrado en una afirmaci¨®n dogm¨¢tica que pudiera impedirme cambiar de opini¨®n". Milan Kundera tuvo la ingenuidad de pensar que, como hab¨ªa renunciado a jugar el juego de la sobreexposici¨®n medi¨¢tica, la discreci¨®n y el silencio le proteg¨ªan.
En realidad, lo que m¨¢s me interesa de esta historia es la dimensi¨®n humana y, sobre todo, literaria que resalta en Kundera. Es evidente que uno de los temas dominantes de sus ¨²ltimas obras es la noci¨®n de exilio y todo lo que guarda relaci¨®n con ella. Es la noci¨®n de la doble identidad. Y tambi¨¦n, por supuesto, el hecho de haber escogido escribir en franc¨¦s y el de suscitar reacciones neur¨®ticas en su patria de origen. La calumnia tiene algo de venganza. Los checos nunca han comprendido, ni tal vez admitido, la pasi¨®n de Milan Kundera por Francia. En cuanto a los franceses, ser¨ªa imperdonable que ellos la ignorasen. Su padre, pianista, era disc¨ªpulo de Alfred Cortot y admirador del Grupo de los Seis (Milhaud, Honegger, Poulenc...). En el manuscrito de su nuevo libro de ensayos dice el autor: "En los a?os veinte, mi padre trajo de Par¨ªs las piezas para piano de Darius Milhaud y las interpret¨® ante el escas¨ªsimo p¨²blico de los conciertos de m¨²sica moderna". Kundera hered¨® de su padre ese amor por Francia y su arte. El amor por los surrealistas. Y por Apollinaire. He tenido ocasi¨®n de ver la edici¨®n de Alcools publicada en Praga en 1964 con un largo prefacio de Kundera, que tambi¨¦n tradujo la mayor parte de los poemas.
Pero pienso sobre todo en Diderot. Dentro de unos d¨ªas, en el Teatro 14, en Par¨ªs, van a representar de nuevo la obra Jacques y su amo, homenaje a Denis Diderot, bajo la direcci¨®n de Nicolas Brian?on. Escrita en 1970, esta pieza quer¨ªa ser la respuesta de Kundera a la invasi¨®n rusa de Checoslovaquia, en 1968. M¨¢s que en la brutalidad de la represi¨®n, el escritor ve¨ªa lo esencial de la tragedia de su pa¨ªs en el hecho de que hab¨ªa sido secuestrado -y, seg¨²n su impresi¨®n de entonces, definitivamente secuestrado- por otra civilizaci¨®n, e iba a ser inexorablemente desoccidentalizado. Ahora bien, para Milan Kundera la esencia de ese occidentalismo amenazado se concentraba en el siglo XVIII franc¨¦s, particularmente en la obra de Diderot y, m¨¢s concretamente a¨²n, en Jacques el fatalista, esa novela tan libre, tan alegre.
?C¨®mo representar la pieza en Checoslovaquia en aquella ¨¦poca negra? Kundera era un autor prohibido. Pero en el a?o 1975, en el que emigra a Francia, uno de sus amigos presta su nombre a la pieza y el Homenaje a Diderot pudo representarse en la Praga ocupada hasta el final de la presencia rusa, en 1989, es decir, durante 14 a?os sin interrupci¨®n. As¨ª, aun en Francia, Kundera siempre pudo tener la impresi¨®n de estar presente en su pa¨ªs. "Gracias -me dice- al traje que me hab¨ªa prestado Denis Diderot".
En su pr¨®ximo libro de ensayos (Un encuentro, que aparecer¨¢ en Gallimard en febrero de 2009) evoca a otro escritor checo, su amigo Josef Skvorecky, gran amante del jazz -hoy vive en Toronto-, y escribe: "Como si, desde su primera juventud, cada uno de nosotros llevase dentro de s¨ª el lugar de su posible exilio; yo, Francia, ¨¦l, Norteam¨¦rica". Aunque, en 1975, la emigraci¨®n a Francia fue para Kundera una sorpresa total -"sin la invasi¨®n rusa probablemente nunca hubiese abandonado Checoslovaquia", dice el autor-, al mismo tiempo fue un acontecimiento completamente natural, l¨®gico, necesario y feliz.
Lo que no quiere decir que olvidase su pa¨ªs natal. No s¨®lo en sus novelas -?Acaso El libro de la risa y el olvido y La insoportable levedad del ser no est¨¢n llenos de amor por ese pa¨ªs?-, sino tambi¨¦n en la vida pr¨¢ctica: Kundera escribe prefacios para los libros traducidos de sus compatriotas -¨¦l inspir¨® y prolog¨® la primera edici¨®n de las piezas de V¨¢clav Havel, en 1980- y tambi¨¦n numerosos art¨ªculos. Y su afecto por Francia se fue haciendo cada vez m¨¢s fuerte. Un afecto indestructible. "Desde entonces, el matrimonio Skvorecky visita Praga de vez en cuando, pero siempre vuelve a su patria. A la patria de su viejo exilio". Es tambi¨¦n el caso del matrimonio Kundera. Su amada Francia se ha convertido en su patria. Su "exilio-patria".
Jean Daniel es director del Nouvel Observateur. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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