El a?o en que cambi¨® Estados Unidos
Barack Obama encarna la oportunidad de una transformaci¨®n profunda y el comienzo de una nueva etapa en la pol¨ªtica norteamericana
El d¨ªa primero de este a?o cientos de periodistas y observadores emigraban al norte para cumplir con el ritual del calendario electoral estadounidense: los caucuses de Iowa. Es un recorrido que los veteranos hab¨ªan cubierto varias veces, siempre por esas mismas fechas en las que los sembrados est¨¢n cubiertos de nieve, y que los noveles hac¨ªan con la excitaci¨®n natural del primer d¨ªa de escuela. Pero todos encontraron en su destino algo diferente esta vez: una poblaci¨®n cautivada por la magia de un joven pol¨ªtico y una campa?a ins¨®lita por delante que promet¨ªa emociones fuertes.
Cuando se contaron los votos la noche siguiente, los augurios se cumplieron con creces. Barack Obama, un senador negro todav¨ªa poco conocido, gan¨® holgadamente en un Estado con m¨¢s del 90% de blancos y frente a una estrella mundial como Hillary Clinton. La palabra "hist¨®rico" comenz¨® a circular inconteniblemente en tertulias y medios de comunicaci¨®n. Nada ni nadie pod¨ªa sustraer a los presentes en las heladas calles de Des Moines de la emoci¨®n de sentirse sobre la ola del nacimiento de una nueva era.
La contenci¨®n y el rigor han dominado de principio a fin la campa?a dem¨®crata
Sin la complicidad de la prensa Obama habr¨ªa sufrido m¨¢s, seg¨²n sus cr¨ªticos
Este corresponsal hab¨ªa escrito, atrevidamente, la palabra "hist¨®rico" un par de meses antes, en un peque?o acto de Obama, tambi¨¦n en Iowa, en el que por primera vez escuch¨® en directo la voz hipnotizadora de aquel hombre espigado que uno, sin mucho con lo que comparar en su entorno, confund¨ªa tontamente con la de un predicador.
Aquella voz empezaba a sonar mucho m¨¢s seria, quiz¨¢ ayudada por el reverenciado escenario, cuando volvimos a escuchar a Obama, unos d¨ªas despu¨¦s, en la sede central de Google, en Silicon Valley, acompa?ado del consejero delegado de la empresa, Eric Schmidt, y de sus dos fundadores, Sergey Brin y Larry Page. All¨ª o¨ª decir a Obama aquello de "quiero cambiar el mundo".
Noble, ambiciosa e improbable meta la que se fijaba este pol¨ªtico que pasado ma?ana puede entrar de verdad en la historia como el primer presidente negro de Estados Unidos y que, en todo caso, ya ha hecho historia al dinamitar con su presencia y con su ¨¦xito un pasado racista que este pa¨ªs pueda ya dar por superado.
Gane o pierda estas elecciones, Barack Obama es un s¨ªmbolo para millones de personas que, en Estados Unidos y en otros lugares, se cre¨ªan condenados para siempre al campo de los excluidos. "Los c¨ªnicos dec¨ªan que este d¨ªa nunca llegar¨ªa", proclam¨® Obama hace casi un a?o en su noche de triunfo en Des Moines.
Ese c¨¦lebre d¨ªa se prolong¨® durante meses y en muchos Estados. En el sur, los descendientes de los esclavos celebraban el triunfo de un negro como si fuera la victoria de su tatarabuelo encadenado, de su abuelo apaleado o de su padre condenado al asiento trasero del autob¨²s. En el Norte, el Este y el Oeste, cientos de miles de j¨®venes, de descre¨ªdos, de viejos liberales orillados por un largo periodo conservador protagonizaban una movilizaci¨®n sin precedentes que se ha extendido hasta hoy. Otros muchos asist¨ªan al espect¨¢culo con cierta benevolencia y escepticismo, convencidos de que aquello no durar¨ªa. Entre estos, algunos se fueron subiendo al tren en las siguientes estaciones, bien fuera por convencimiento o por oportunismo.
Los discursos de Obama resonaban con fuerza en los campus universitarios y en los c¨ªrculos ilustrados de las grandes ciudades, aunque tardaron algo m¨¢s en encontrar o¨ªdos amables entre los trabajadores y el campo. "Basta de enfrentar a j¨®venes contra viejos, regiones contra regiones, ricos contra pobres, hombres contra mujeres, dem¨®cratas contra republicanos. No m¨¢s Estados rojos y Estados negros. Somos los Estados Unidos de Am¨¦rica".
Esas palabras, que Obama pronunci¨® por primera vez en la Convenci¨®n Dem¨®crata de 2004, han sido el mantra repetido incesantemente durante todo este a?o ante audiencias entregadas hasta el ¨¦xtasis. Algunos han intentado ridiculizar o distorsionar la enorme movilizaci¨®n en torno a Obama compar¨¢ndola a un fen¨®meno religioso o al fervor primitivo ante una deidad tribal.
Es natural, como el propio Obama ha dicho en varias entrevistas, el cinismo se ha extendido tanto en la pol¨ªtica que es dif¨ªcil distinguir ya las verdaderas voluntades del que dice luchar por tu causa. Obama es, sin duda, un fen¨®meno que ser¨¢ sometido durante mucho tiempo a ese tipo de escrutinio y de duda. De acuerdo, es un s¨ªmbolo, incluso un s¨ªmbolo muy poderoso, pero ?ser¨¢ un buen presidente?, se preguntar¨¢n muchos si el martes consigue la victoria en las urnas. Es una cuesti¨®n que s¨®lo se podr¨¢ responder, por supuesto, con el ejercicio de su gesti¨®n. Pero este largo periodo de campa?a electoral (present¨® su candidatura en febrero de 2007) ha dejado algunas muestras de lo que podemos esperar.
El columnista conservador David Brooks dec¨ªa que si gobierna como ha conducido su campa?a "va a ser una presidencia muy aburrida". Partiendo de la base de que Obama no pretende llegar a la Casa Blanca para entretener a Washington, Brooks intenta hacer alusi¨®n, en realidad, al orden militar, la contenci¨®n y el rigor que han dominado constantemente la campa?a dem¨®crata.
No ha habido relevos de cabezas ni de jerarqu¨ªas. David Axelrod ha dominado todo el tiempo el panorama desde la c¨²spide de la organizaci¨®n y David Plouffe ha permanecido a su derecha como el hombre de confianza para dirigir la perfecta maquinaria desarrollada para la victoria.
Una maquinaria asentada sobre dos bases muy s¨®lidas: la mayor recaudaci¨®n de dinero obtenida nunca por un candidato presidencial y la m¨¢s extensa red de organizaciones de base jam¨¢s implantada por una campa?a pol¨ªtica. Los 150 millones de d¨®lares reunidos s¨®lo en el mes de septiembre son casi una quinta parte de todo el dinero que John McCain ha tenido para gastar desde que obtuvo la nominaci¨®n. Otro ejemplo: en un Estado como Nuevo M¨¦xico, que no era un gran escenario de contienda hasta ahora, la campa?a de Obama ha montado este a?o cuatro veces m¨¢s oficinas que John Kerry y Al Gore en el pasado, y m¨¢s del doble de las que tiene hoy McCain. Gore y Kerry perdieron en Nuevo M¨¦xico; Obama lleva 15 puntos de ventaja en las encuestas.
Es imposible separar el ¨¦xito de Obama de la perfecta conducci¨®n de su campa?a. Pero es un ¨¦xito que nadie le ha regalado. Obama arranc¨® esta campa?a como un outsider del Partido Dem¨®crata, cuyo aparato apostaba claramente por Clinton, y durante muchos meses continuaron las sospechas sobre ¨¦l. Se le criticaba su indefinici¨®n ideol¨®gica -lleg¨® a elogiar a Ronald Reagan- y la falta de agresividad en los ataques a su rival. M¨¢s en silencio, se le envidiaba tambi¨¦n por su s¨²bita y enorme popularidad, confirmada por aquel c¨¦lebre acto multitudinario de julio en Berl¨ªn.
Obama lleg¨® a la convenci¨®n de Denver rodeado de las dudas que sus propios compa?eros, los Clinton incluidos, hab¨ªan hecho circular sobre sus posibilidades reales de obtener la victoria. Esas dudas y esas intrigas quedaron ahogadas en la misma convenci¨®n por las l¨¢grimas de cientos de personas que no pudieron contenerse al escuchar formalmente la proclamaci¨®n de Barack Hussein Obama como candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Ha habido algunos momentos malos para la candidatura dem¨®crata en estos meses: las declaraciones de su pastor, Jeremiah Wright, las revelaciones sobre su amistad con un antiguo miembro de una organizaci¨®n radical y terrorista en los a?os sesenta, Bill Ayers, o sus relaciones con el inversor encarcelado por corrupci¨®n Tony Rezko. Pero Obama consigui¨® sobreponerse a esos episodios sin gran perjuicio, a veces ayudado por su habilidad oratoria, como fue el caso de su magn¨ªfico discurso sobre la raza. Los cr¨ªticos insisten tambi¨¦n en que, sin la complicidad de la prensa, Obama hubiera sufrido mucho m¨¢s en alguno de esos esc¨¢ndalos.
La admiraci¨®n de la prensa, que no ha sido constante ni exenta de duras cr¨ªticas en varias ocasiones, es, en todo caso, una de las consecuencias de la enorme sorpresa que su triunfal carrera representa y del atractivo del personaje. La prensa, por ejemplo, tambi¨¦n se vio seducida durante unos d¨ªas -muy pocos, eso es cierto, los justos para comprobar su aut¨¦ntico valor- por Sarah Palin. Muchos en el Partido Dem¨®crata y entre los analistas pensaron que Palin iba a modificar bruscamente el ritmo de la campa?a. Pero no Obama, quien nunca dio la menor muestra de preocupaci¨®n por la entrada en escena de la gobernadora de Alaska.
Obama es un curioso personaje que une a la potencia de su mensaje y a la simpat¨ªa de su rostro un talante glacial. Aquellos d¨ªas de octubre en los que el sistema financiero se desplomaba como un castillo de naipes, en los que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, parec¨ªa al borde del infarto, aquellos d¨ªas en los que las comparecencias de George Bush s¨®lo serv¨ªan para bajar las Bolsas a¨²n m¨¢s y en los que John McCain se precipitaba en una estrategia suicida, Obama transmit¨ªa desde las pantallas de la televisi¨®n una serenidad contagiosa.
Los republicanos y los que no cre¨ªan en ¨¦l dicen que esa crisis es la que le puede dar la victoria. Fue una gran oportunidad, sin duda, de demostrar sus condiciones para el mando, pero ¨¦sa no es la explicaci¨®n de su posible triunfo.
Obama adquiri¨® el perfil de vencedor antes de la crisis y asent¨® su fuerza en cualidades que exceden con mucho a lo que esa crisis sac¨® a relucir. Obama es, sobre todo, la gran oportunidad de una transformaci¨®n profunda en este pa¨ªs, la certeza de que se pasa p¨¢gina a un periodo de la pol¨ªtica americana que empez¨® con Reagan y muere con Bush. Otros pol¨ªticos han podido tener antes o tienen hoy mejores programas que ¨¦l, otros han podido exhibir m¨¢s experiencia y preparaci¨®n, pero Obama, su nombre, su raza, su historia, son, por s¨ª mismos, la garant¨ªa del cambio, de un cambio tan ins¨®lito y de tales dimensiones que hoy es in¨²til calcular.
LA CAMPA?A DE BARACK OBAMA
El imparable ascenso de un desconocido
- 10 de febrero de 2007. Barack Obama anuncia formalmente su candidatura.
- 12 de septiembre de 2007. El aspirante a la Casa Blanca propone la retirada inmediata de las tropas estadounidenses de Irak, de forma que estuviera concluida a finales de 2008, para dar paso a una presencia sustancial de fuerzas con misi¨®n humanitaria.
- 8 de diciembre. La popular presentadora de televisi¨®n Oprah Winfrey le ofrece su respaldo y hace campa?a por ¨¦l en el Estado de Iowa.
- 3 de enero. Gana la primera cita de las primarias en Iowa.
- 26 de enero. La victoria en Carolina
del Sur impulsa su candidatura tras las derrotas en New Hampshire y Nevada.
- 5 de febrero. En el supermartes gana 13 Estados contra los nueve de la senadora por Nueva York Hillary Clinton, su rival en las primarias. La batalla entre Obama y Clinton contin¨²a. El republicano John McCain tiene el camino despejado.
- 4 de marzo de 2008. Tras 12 victorias seguidas, Obama sufre dos duras derrotas en Estados importantes: Tejas y Ohio.
- 18 de marzo de 2008. Pronuncia un convincente discurso con el que neutraliza los ataques lanzados por su relaci¨®n con el reverendo Jeremiah Wright, contra las cuerdas por su discurso extremista.
- 3 de junio de 2008. Barack Obama alcanza la cifra de delegados necesaria para garantizarse la candidatura dem¨®crata. Los superdelegados (altos cargos del partido) respetan su victoria y tambi¨¦n se decantan mayoritariamente por el senador de Illinois.
- 24 de julio de 2008. Culmina una gira por Europa con un discurso en Berl¨ªn, ante unas 200.000 personas.
- 23 de agosto de 2008. Obama elige a Joseph Biden como candidato a la vicepresidencia.
- 28 de agosto de 2008. Acepta oficialmente la investidura dem¨®crata ante 75.000 personas en el estadio de Denver, en el cierre de la convenci¨®n del partido.
- 26 de septiembre, 7 y 15 de octubre. Los sondeos le dan como ganador en los debates con McCain. Su ventaja sobre el adversario empieza a tomar cuerpo.
- 19 de octubre. El ex secretario de Estado republicano Colin Powell anuncia su respaldo a la candidatura de Obama, al que reconoce la "habilidad de inspirar" a los ciudadanos.
- 30 de octubre. La excelente recaudaci¨®n de fondos de la campa?a permite al candidato dem¨®crata comprar 30 minutos de espacio publicitario en las principales cadenas de televisi¨®n de Estados Unidos. M¨¢s de 33 millones de espectadores siguen el anuncio.
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