Pobres de pelo limpio
Inmigrantes, parejas j¨®venes en paro, trabajadores poco cualificados y divorciados configuran un nuevo perfil de usuario de la caridad
La reuni¨®n parece espont¨¢nea. Un grupo cualquiera en torno a una de las fuentes de la Puerta del Sol. La plaza est¨¢ llena, como siempre. Hay que fijarse para ver los termos con caldo de cocido. Las cajas con bocadillos y aperitivos de queso. Yogures. La gente va llegando, generalmente sonriendo, aspecto olvidable, pinta com¨²n, camisetas de grupos musicales, impermeables verdes, pelos limpios. Pero no es tan com¨²n. No tienen dinero para comer todos los d¨ªas.
Por ejemplo, ?ngeles, una chica de Villaverde, menuda y rubia, envuelta en un anorak azul. Licenciada en Historia y animadora sociocultural para la Comunidad de Madrid en paro, lleva un tiempo recurriendo a la caridad de la Comunidad de Sant Egidio, un grupo de voluntarios de inspiraci¨®n religiosa que distribuye comida en el coraz¨®n de Madrid. "Ya no me quedan reservas. Vivo con mi padre, que es pensionista de 79 a?os y no nos da para los dos", dice. "Se me acab¨® el paro, ya est¨¢". Lleva un a?o sin trabajo y pocos meses recurriendo a la caridad: "No gusta", confiesa, aunque siempre sonriendo. Quiz¨¢ demasiado.
"Aqu¨ª estoy y me siento solo", dice Jorge, 53 a?os. Lleva tres a?os en Espa?a
Apenas se distingue a quienes reparten los alimentos de quien los reciben
El cabello rubio de ?ngeles est¨¢ impecable. "Por el pelo sabes si alguien vive en la calle. Si lleva el pelo limpio, es que tiene una ducha a su alcance, en casa. Si lo lleva sucio, lo m¨¢s probable en ese contexto es que viva en la calle", dice un religioso que trabaja con indigentes en la periferia de Madrid.
Un caso ya no tan excepcional. ?ngeles recurre a esta asociaci¨®n humanitaria, que distribuye comida sin preguntar nada. Sin pedir nada. Algo psicol¨®gicamente menos fuerte que acudir a otras instancias. En Madrid los cerca de 10 comedores sociales, la mayor¨ªa gestionados por religiosos, cifran en m¨¢s de un tercio el aumento en la demanda. O del doble, seg¨²n otras voces. "Sin que los recursos de la Administraci¨®n hayan variado en nada o, incluso, nos derivan sus casos por falta de personal suyo", seg¨²n denuncia uno de los religiosos dedicados a estos menesteres.
"Por supuesto que ha cambiado el perfil de quien viene aqu¨ª en los ¨²ltimos tiempos, y una barbaridad", reflexionaba ayer el padre Ambrosio, del comedor y albergue de San Mart¨ªn de Porres, en el distrito de Carabanchel. "?Es que ya no son el pobre de solemnidad de toda la vida!", exclamaba el veterano religioso, mientras terminaba de preparar la sopa de la cena: libraba la ¨²nica cocinera de la que disponen. Seg¨²n el ¨²ltimo informe de C¨¢ritas, en Madrid, unas 70.000 personas han necesitado alg¨²n tipo de ayuda de esta organizaci¨®n.
Inmigrantes, matrimonios j¨®venes que se han quedado en paro, al igual que trabajadores poco cualificados y hombres divorciados configuran el perfil del nuevo usuario de la caridad, en plena crisis econ¨®mica, seg¨²n mantienen quienes trabajan en los servicios sociales.Pero en los comedores sociales reglados no es f¨¢cil ver a gente con una vida "normalizada". Emergen, pero son una minor¨ªa. "Hay muchos factores para que esto sea as¨ª", explica una trabajadora social de los servicios municipales de Madrid. "Para empezar, es un paso de gigante desde el punto de vista psicol¨®gico", puntualiza, "pero es que adem¨¢s no es algo que se pueda improvisar".
En el comedor de San Vicente de Pa¨²l, uno de los dos m¨¢s grandes de la ciudad, en el que se sirven 500 comidas, hay un vigilante de seguridad en la puerta. "?Tiene usted la tarjeta?", pregunta. Acceder al comedor por primera vez implica llegar a otra hora, a las nueve de la ma?ana. Antes, salvo excepciones, ha habido un proceso en el que est¨¢n implicados varios estamentos, principalmente los servicios sociales del distrito. Entre otras cosas, seg¨²n uno de los encargados de un comedor, "porque el que venga sin nada previo se va a hacer la cola para nada, porque cada vez es m¨¢s dif¨ªcil que haya sitio". Una situaci¨®n que no se suele dar por "la fluida relaci¨®n que tenemos los que damos la asistencia con los servicios sociales". El comedor con m¨¢s trabas burocr¨¢ticas es el del albergue municipal de San Isidro, que acoge a 269 personas, por su alt¨ªsima ocupaci¨®n. Las tarjetas, seg¨²n valoraci¨®n de los profesionales municipales, tienen una duraci¨®n determinada. Otros establecimientos de caridad s¨ª permiten que uno se presente all¨ª sin m¨¢s.
No todos los beneficiarios pagan lo mismo. Algunos, como Jes¨²s, que cobra algo m¨¢s de 350 euros mensuales por una incapacidad permanente, debe abonar 40 c¨¦ntimos. "Dicen que es para que me sienta mejor, no tan humillado", comenta. A ¨¦l le llega para pagarse una buhardilla. Pero nada m¨¢s.
As¨ª, el nuevo perfil que emerge en estos comedores reglados es el de una pareja joven de parados recientes con cargas econ¨®micas o un inmigrante solo y desempleado. Es el caso de Jorge, de 53 a?os, peruano de Trujillo. "Las cosas se est¨¢n poniendo mal", afirma sereno. Lleva tres a?os en Espa?a y sufre, adem¨¢s de una situaci¨®n econ¨®mica l¨ªmite, un profundo desarraigo: "Aqu¨ª estoy y me siento solo". Uno de los principales motivos que convierten a los extranjeros en el nuevo usuario dominante de estos servicios. "No tienen una red familiar", apostilla una trabajadora social. Jorge tiene a su familia en Am¨¦rica. No tiene casi ingresos y sopesa la posibilidad del regreso.
Pero la falta de una red ata?e a otros colectivos. Por ejemplo, a los separados o divorciados con grandes cargas econ¨®micas. O a los ex presos que han estado largo tiempo en prisi¨®n.
La cola espont¨¢nea del reparto de comida de Sant Egidio, entidad cristiana de voluntarios que cumple 40 a?os de actividad, es m¨¢s heterog¨¦nea. "Es m¨¢s an¨®nimo y eso favorece que venga gente de todo tipo", razona Jes¨²s Romero, portavoz de esta comunidad. La comida preparada ya no da de s¨ª. "Esto ha aumentado m¨¢s de un tercio, y sigue subiendo", prosigue Jes¨²s, mientras la gente no para de llegar. En algo menos de dos horas se han acercado m¨¢s de 80 personas. "Algo est¨¢ pasando, aunque a¨²n es muy exagerado decir que la clase media debe recurrir a pedir comida". Lo cierto es que apenas se distingue a quienes reparten los alimentos de quienes los reciben. "En Sol es donde acude m¨¢s gente que tiene una casa y una vida m¨¢s o menos normal", concede Jes¨²s.
A su derecha, Carmen asiente. Carmen viene por la comida. Ella cuida a una anciana con la que vive. "Tengo una habitaci¨®n y una vida normal, pero me gusta acercarme para hablar con la gente", explica esta mujer alta, morena, de unos 35 a?os. Un grupo de tres marroqu¨ªes bien vestidos, sin embargo, reh¨²sa dar explicaciones. Se limitan a coger el bocadillo como si la cosa no fuera con ellos, bromeando entre s¨ª, y desaparecen.
"Ya hay un problema de saturaci¨®n y algunos proyectos los tendremos que abandonar porque para esto no funcionan bien las subvenciones", alega un religioso que prefiere no decir su nombre "por si acaso". La demanda crece y, por el momento, las plazas son las mismas. Varios de estos comedores, adem¨¢s, son para personas con una situaci¨®n concreta. Los hay de toxic¨®manos, para ancianos o para extranjeros.
Javier Baeza, de la parroquia de San Carlos Borromeo, niega que los comedores se est¨¦n llenando "de mileuristas desesperados", pero advierte de que en los ¨²ltimos meses "ha subido una burrada la demanda de gente normalizada, familias enteras incluso, que piden algo para comer". Es gente que, "sencillamente", ha acabado en el paro y "como todos vivimos al d¨ªa" se han quedado de la noche a la ma?ana sin ning¨²n recurso. "Tambi¨¦n hay mucha gente que trabaja por 600 euros al mes, pero sin ayudas familiares", prosigue Baeza, que desglosa los gastos: "Esa persona tiene que mandar dinero a sus familiares y pagar una habitaci¨®n por casi 300 euros mensuales. No le sobra nada".
Pobreza y crisis
- La crisis eleva un 40% las peticiones de auxilio urgente a C¨¢ritas.
- Esta organizaci¨®n ayuda a unas 70.000 personas en Madrid con alg¨²n tipo de necesidad.
- Las ONG que trabajan con el Ayuntamiento calculan que hay unas 2.000 personas sin hogar en la capital.
- En una gu¨ªa de la ONG Solidarios figuran 12 centros en la ciudad donde pueden recibir comidas, cenas y bocadillos.
- Existe otro centro de ayuda para la alimentaci¨®n de extranjeros.
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