La salud de la democracia
Aunque las elecciones auton¨®micas no tienen todav¨ªa una fecha precisa para su celebraci¨®n, es evidente que nos encontramos inmersos desde hace tiempo en plena campa?a electoral. Es la primera vez que Touri?o comparece en una confrontaci¨®n de este nivel como presidente de la Xunta, y es tambi¨¦n la primera ocasi¨®n en los ¨²ltimos lustros en que el presidente del PP acude a la cita con las urnas como jefe de la oposici¨®n.
Por esta raz¨®n, y teniendo en cuenta la situaci¨®n de crisis que vivimos, se les exigir¨¢ mucho. A Touri?o, que explique con rigor la gesti¨®n realizada durante los cuatro a?os de su mandato y que explicite con claridad, evitando en lo posible declaraciones tan abrumadoramente solemnes como ostensiblemente oscuras y ambiguas, los ejes pol¨ªticos que dan coherencia a la acci¨®n de su gobierno. A N¨²?ez Feijoo, que abandone la fase de oposici¨®n caricaturesca en la que est¨¢ empe?ado y acredite que encabeza una verdadera alternativa de gobierno.
Nos corresponde reclamar que nuestros dirigentes no deterioren m¨¢s la salud de la democracia
Esta necesidad se vuelve perentoria si consideramos que en Galicia no existe hoy un verdadero debate pol¨ªtico sino alineaci¨®n mec¨¢nica de posiciones, que el simplismo sectario ha sustituido al discurso pol¨ªtico, que los intereses de partido prevalecen siempre sobre el inter¨¦s general y que del respeto al adversario no queda el m¨¢s m¨ªnimo vestigio.
El amplio repertorio de improperios, descalificaciones e insidiosas insinuaciones que durante las ¨²ltimas semanas han puesto en circulaci¨®n tanto la oposici¨®n como el Gobierno confirma plenamente, creo, mi pesimista diagn¨®stico sobre la salud de nuestra democracia.
Es evidente que al poder no le gusta la cr¨ªtica, ninguna cr¨ªtica. Incluso el m¨¢s democr¨¢tico muestra una tendencia gen¨¦tica al ensimismamiento, la autocomplacencia y la soberbia. No son precisamente excepci¨®n los dirigentes pol¨ªticos de impecable trayectoria democr¨¢tica que cuando llegan al poder, y bajo la influencia de un enjambre de aduladores, arribistas y cortesanos de toda laya, asumen el "conmigo o contra m¨ª" como su divisa pol¨ªtica, consideran la cr¨ªtica una concesi¨®n al adversario y cualquier discrepancia una traici¨®n. Sin embargo, en una democracia moderna no pasa un solo d¨ªa sin que los medios de comunicaci¨®n publiquen noticias, comentarios o reflexiones acerca de los errores e insuficiencias del Gobierno de turno. No se trata de una irrefrenable tendencia a la introspecci¨®n, sino de un sano ejercicio de autocr¨ªtica, tendente a mejorar las condiciones sociales generales, mucho m¨¢s eficaz que la f¨¢cil suposici¨®n gubernamental de que todo est¨¢ bien.
Pero, claro est¨¢, una cosa es la necesidad de la m¨¢s exigente cr¨ªtica al poder y otra muy distinta es sustituir ¨¦sta por la descalificaci¨®n pol¨ªtica y moral del adversario, las campa?as difamatorias o la mentira sistem¨¢tica.
Pues bien, escuchando estos d¨ªas las intervenciones de los dirigentes del Partido Popular sobre coches oficiales, despachos o neveras, da la impresi¨®n de que han desempolvado la vieja consigna aznarista de "paro, despilfarro y corrupci¨®n" y la pol¨ªtica de destrucci¨®n del oponente. Desde luego, demuestran que los populares est¨¢n dispuestos a todo, incluido el juego sucio y el deterioro del sistema democr¨¢tico con tal de recuperar el poder.
Por eso ha llegado la hora de afirmar solemnemente que en democracia no todo vale y de recordarle a Feij¨®o que en pol¨ªtica es necesario que exista coherencia entre los medios y los fines. De lo contrario, es leg¨ªtimo pensar que ¨¦stos no son precisamente lo que se proclaman.
As¨ª pues, con motivo de las pr¨®ximas elecciones, Touri?o y Feij¨®o tienen una excelente oportunidad para inaugurar un nuevo estilo de debate pol¨ªtico y para abrir una nueva etapa que nos devuelva a los tiempos m¨¢s brillantes de nuestra democracia. Aquellos en los que el rigor y el respeto democr¨¢tico eran norma, en los que exist¨ªan reglas precisas y l¨ªmites morales infranqueables, en los que el oportunismo rampl¨®n merec¨ªa el rechazo general y en los que la imprescindible confrontaci¨®n pol¨ªtica era compatible con el respeto al oponente, a la ciudadan¨ªa y al inter¨¦s general.
En todo caso, a los ciudadanos nos corresponde reclamar, con voz alta y clara, que nuestros dirigentes no deterioren m¨¢s la salud de la democracia.
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