"Mi abuelo Oscar Wilde no era un m¨¢rtir homosexual"
El se?or del ch¨¢ndal azul el¨¦ctrico y camiseta naranja vocifera para que activen el expendedor de tabaco; el olor de los cigarrillos se mezcla con el de la comida y ni la ca?a mitiga ya el ruidoso cuarto de hora de taburete a la espera de mesa de mantel blanco y verde b¨¦tico. No, no es el Caf¨¦ Royal de Regent Street donde gourmets como Oscar Wilde y su amante lord Alfred Douglas iban a cenar. "No se preocupe: si algo me dio mi abuelo fue la curiosidad por todo; s¨®lo en sitios populares conoces la cocina de un pa¨ªs", dice Merlin Holland, nieto y bi¨®grafo del autor irland¨¦s.
El funambulismo period¨ªstico ha llevado a Holland (Londres, 1945) a una casa de comidas frente a la c¨¢rcel Modelo de Barcelona, un gui?o para el autor de El marqu¨¦s y el sodomita: Oscar Wilde ante la justicia (Papel de Liar), donde se re¨²nen por vez primera todos los inaccesibles autos del pleito entre Wilde y el duque de Queensberry por el romance del primero con su hijo Alfred, Bosie. El noble de las reglas del boxeo le dej¨® una nota acus¨¢ndole de "somdomita" (sic) y Wilde le llev¨® a juicio. Se le gir¨®, claro: perdi¨® y acab¨® con sus finos huesos en la c¨¢rcel de Reading dos a?os; luego, triste exilio y en Francia.
El nieto del autor ha reunido en un libro las actas del dudoso juicio que sufri¨®
"Wilde estaba en el borde del precipicio y tuvo la necesidad psicol¨®gica de saltar al vac¨ªo; su soberbia le hac¨ªa creerse intocable y eso, unido a querer satisfacer a Bosie, que odiaba a su padre, explica su decisi¨®n", apunta Holland, que no puede negar ser nieto de quien es: pelo largo y ondulado, cara ovalada, maneras exquisitas que se traducen, en lo que puede, en la elecci¨®n del men¨² -escalivada y zarzuela: "No queda". "Pues caz¨®n"- y en c¨®mo mueve la copa ante el tinto casero para pavor del camarero, que ya hab¨ªa cambiado motu proprio el vino por el del men¨² m¨¢s caro. "Es el t¨ªpico gran caldo para manchar. ?De verdad es un rioja?". Mala suerte del periodista: Holland, que vive en Francia y lleva el apellido de su abuela ("son mis dos maneras de protestar por la mentalidad inglesa, es mi sublevaci¨®n ante la cultura de la codicia y agresividad, como hizo mi abuelo"), fue cr¨ªtico gastron¨®mico. Del libro se deduce que la sociedad inglesa le ten¨ªa ganas a Wilde. "Hubo muchas irregularidades procesales: por ejemplo, se filtr¨® la votaci¨®n del jurado... Su obra y su vida chocaban con la moral victoriana: no le pudieron juzgar por su obra, pero en el primer desliz le pasaron factura".
Tambi¨¦n sorprende la casi nula bandera que hizo de la causa homosexual. "?l no se escondi¨® pero tampoco reaccion¨® como se har¨ªa hoy: hubiese sido suicida; siempre ha habido el peligro de hacer de Wilde un m¨¢rtir homosexual".
De Wilde, dice que s¨®lo ha heredado "el amor por las letras y el pinchar a los pomposos: pero soy menos gracioso y visceral que ¨¦l". En su casa se hablaba poco del abuelo. ?l descubri¨® toda la verdad a los 15 a?os: su madre, una australiana, sacudi¨® los complejos. "Mi padre le vio por ¨²ltima vez cuando ten¨ªa ocho a?os; mi abuela vivi¨® otra tragedia porque no se vieron m¨¢s por malos consejos de amigos... Eso lo escribir¨¦ en otro libro y ah¨ª lo dejar¨¦", dice mientras abandona un trozo de pudin y mira de reojo la mesa donde comen ya los camareros... "Un amigo ingl¨¦s le envi¨® una vez un traje a Par¨ªs. ?l le contest¨®: 'Los pantalones me van estrechos de cintura... ?No sabes c¨®mo engordan las cenas de 3,50 francos!'. Hoy le hemos homenajeado, ?verdad?". Un gentleman, como su abuelo.
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