Y Misisipi no ardi¨®
Esta vez, el FBI no tuvo que intervenir, como en la magnifica pel¨ªcula de Gene Hackman y Willem Dafoe Arde Misisipi, en la que dos agentes federales llegan al Estado sure?o para investigar la desaparici¨®n de tres activistas de los derechos civiles asesinados por el Ku Klux Klan. Esta vez, el pa¨ªs entero estall¨® en una sinfon¨ªa de emociones desbordadas y l¨¢grimas de alegr¨ªa a escala nacional por la hist¨®rica elecci¨®n del primer afroamericano como 44? presidente de EE UU, el senador por Illinois y candidato dem¨®crata, Barack Obama. Su convincente victoria sobre el republicano, John McCain, impensable hace s¨®lo cuatro d¨¦cadas, demuestra muchas cosas y marca un hito en la historia del pa¨ªs. Pero, sobre todo, constituye la constataci¨®n de que el american dream (el sue?o americano) sigue vivo, como el propio presidente-electo reconoci¨® en su discurso de aceptaci¨®n la madrugada del mi¨¦rcoles ante un cuarto de mill¨®n de entusiastas partidarios concentrados en un parque de Chicago, a orillas del lago Michigan.
El triunfo de Obama es la constataci¨®n de que el sue?o americano sigue vivo
Mi elecci¨®n, dijo Obama, confirma que s¨®lo en Estados Unidos una persona con mis antecedentes puede llegar a ocupar la m¨¢s alta magistratura del pa¨ªs. Sigue siendo el pa¨ªs de las oportunidades, "una naci¨®n indivisible con justicia y libertad para todos", como entonan a diario los ni?os en la escuela al recitar el compromiso de fidelidad a la bandera. Es la libertad que so?aron los peregrinos del Mayflower y que despu¨¦s plasmaron los padres fundadores en la Constituci¨®n de 1787, la m¨¢s antigua del mundo, once a?os despu¨¦s de la Declaraci¨®n de Independencia.
Pero, "esa libertad y justicia para todos" no ha sido f¨¢cil de conseguir. El precio para obtenerlas ha sido costoso. Nada menos que una guerra civil de cuatro a?os con cerca de medio mill¨®n de muertos y el asesinato de dos presidentes y un candidato a la presidencia, Abraham Lincoln, John Fitzgerald Kennedy y su hermano Robert, as¨ª como la del l¨ªder de la lucha por los derechos civiles, Martin Luther King. Lincoln empez¨® la larga marcha hacia la igualdad de derechos civiles que concluy¨® el martes con la elecci¨®n de Obama, el 1 de abril de 1863 con la proclamaci¨®n de la Emancipation Act o ley de emancipaci¨®n de los esclavos, que dos a?os m¨¢s tarde quedar¨ªa incorporada a la Constituci¨®n como su XIII enmienda. En su famoso discurso de Gettysburg en noviembre de 1863 de homenaje a los muertos en la batalla que inici¨® el principio del fin de la confederaci¨®n sure?a, Lincoln proclam¨®: "Esta naci¨®n, bajo el amparo de Dios, presenciar¨¢ un renacimiento de la libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecer¨¢ de la faz de la tierra". En s¨®lo dos minutos, total duraci¨®n del trascendental discurso, Lincoln expuso la filosof¨ªa que ha culminado con la elecci¨®n de un negro, nacido en Hawai, abandonado por su padre y recriado en Indonesia para ocupar la presidencia del pa¨ªs m¨¢s poderoso de la tierra.
Obama aporta ilusi¨®n y esperanza a un pa¨ªs profundamente dividido y polarizado tras ocho a?os de desastrosa presidencia de George W. Bush. Un pa¨ªs inmerso en dos guerras exteriores y con la mayor crisis financiera y econ¨®mica desde la Gran Depresi¨®n de los a?os 30. El presidente-electo es consciente de esa divisi¨®n y, de ah¨ª, su continua apelaci¨®n a la unidad entre sus compatriotas. No hay Estados republicanos o Estados dem¨®cratas. S¨®lo hay los Estados Unidos de Am¨¦rica, repite machaconamente. Es consciente de la enormidad de las dificultades a las que se enfrentar¨¢ su Administraci¨®n a partir de su toma de posesi¨®n el pr¨®ximo 20 de enero. Dificultades, que, como dijo en su discurso de Chicago, no se resolver¨¢n en un mes, ni en un a?o, ni en un mandato. Pero, y en eso coincide con su rival, John McCain, no hay nada que, sin esfuerzo, "no se pueda conseguir en Am¨¦rica". La elecci¨®n de Obama demuestra, entre otras cosas, que cualquier ciudadano sin distinci¨®n de raza, credo o g¨¦nero puede acceder a la presidencia. Cualquier ciudadano, menos, por ahora, un ateo. Como todos sus antecesores, Obama termina sus discursos con el cl¨¢sico "?Que Dios les bendiga y que Dios bendiga a los Estados Unidos de Am¨¦rica!". Una f¨®rmula acorde con la idiosincrasia de un pa¨ªs donde el 90% de la poblaci¨®n se declara creyente.
Obama ser¨¢ mirado con lupa fuera y dentro del pa¨ªs. Dentro, har¨ªa mal en intentar complacer a los sectores m¨¢s radicales de su partido aprovechando la mayor¨ªa dem¨®crata en las dos c¨¢maras del Congreso. Fuera, dar¨¢ m¨¢s de una sorpresa, y no siempre grata, a los que conf¨ªan en un giro copernicano de la pol¨ªtica exterior estadounidense. De momento prep¨¢rense los europeos a una urgente petici¨®n de m¨¢s tropas para Afganist¨¢n.
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