Una cultura pol¨ªtica femenina
La fuerza aut¨¦ntica de nuestra naci¨®n procede no del poder¨ªo de nuestras armas ni de la magnitud de nuestra riqueza, sino del poder duradero de nuestros ideales: la democracia, la libertad, la oportunidad y la esperanza firme". La ciudadan¨ªa acababa de demostrarlo con un voto de respuesta pol¨ªtica a estos a?os de insolencia y de odio. Han sido las mujeres (56% de las votantes lo hizo por Obama), las minor¨ªas (95% de los negros y 65% de los hispanos) y los j¨®venes (66%) los que han liderado esta reacci¨®n, que ha provocado que hoy EE UU sea visto de otra manera.
Durante toda la campa?a, Obama ha asumido la posici¨®n del que, surgido de un sector social marginado y discriminado, sabe que nada est¨¢ ganado de antemano. Y que es necesario aunar muchas voluntades para romper las defensas de unas ¨¦lites endog¨¢micas convencidas de que EE UU les pertenece. Con su victoria sobre Hillary Clinton, consigui¨® dos cosas muy importantes: borrar para siempre las acusaciones de falta de madurez y de empaque intelectual y pol¨ªtico; y cortocircuitar otro nuevo ejercicio de sucesi¨®n mon¨¢rquica en las ¨¦lites de una democracia republicana. La mejor victoria es la que se consigue frente a un gran adversario: Obama ha tenido dos de primer nivel, Hillary Clinton y John McCain. A McCain le ha tocado cargar con una derrota que no era la suya. Pero es un hombre decente que demostr¨® su capacidad de empat¨ªa al compartir el orgullo de los afroamericanos en la noche electoral.
Obama ha conducido a la ciudadan¨ªa americana a recuperar los sue?os arruinados por los fabricantes de muerte y miedo, organizados en torno a Bush. No se le podr¨¢ perdonar nunca al presidente saliente haber manchado la historia de la democracia americana legitimando la tortura. Este gesto es el icono de la quiebra moral de las ¨¦lites republicanas.
"Los c¨ªnicos dec¨ªan que este d¨ªa nunca llegar¨ªa", dijo Obama cuando consigui¨® la nominaci¨®n dem¨®crata. Tambi¨¦n dec¨ªan que no llegar¨ªa a la Presidencia y ha llegado. Esta vieja Europa resabiada, que hasta el ¨²ltimo momento ha mantenido la sospecha de racismo sobre el pueblo americano, tendr¨¢ que reflexionar. Y preguntarse: ?tendr¨ªa posibilidades un Obama de ser elegido en alg¨²n pa¨ªs europeo?
Los mismos c¨ªnicos dicen ahora que Obama no cambiar¨¢ nada. Forma parte del gui¨®n ideol¨®gico de los c¨ªnicos arruinar las esperanzas de la gente. Y, sin embargo, con su elecci¨®n ya han empezado a cambiar las cosas: las ¨¦lites de Washington han recibido un batacazo. Ante el desastre de una crisis construida sobre la impunidad de aquellos que cre¨ªan que todo les estaba permitido, la ciudadan¨ªa ha contestado dando el poder a Obama. Todos sabemos que las grandes ilusiones pol¨ªticas acostumbran a acabar en frustraciones. Obama ha reunido una mayor¨ªa muy amplia -con una significativa incorporaci¨®n de voto blanco de las clases medias y de voto hispano que hab¨ªa sido reacio a los dem¨®cratas- y le ser¨¢ imposible dar satisfacci¨®n a todo el mundo. El propio Obama lo ha advertido. Pero lo que es seguro es que la revoluci¨®n conservadora ha terminado y que es hora de vencer a la cultura del miedo. Con Obama "ha llegado el momento, para nosotros tambi¨¦n, de la movilizaci¨®n con resultados concretos", ha dicho la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores francesa, Rama Yade. La ciudadan¨ªa americana ha optado por la pol¨ªtica cuando parec¨ªa imponerse el totalitarismo de la indiferencia: la pol¨ªtica est¨¢ de regreso. Que Europa siga el ejemplo.
Obama incorpora una cultura pol¨ªtica femenina, en contraposici¨®n a la idea masculina del poder tan bien representada por la dama del rifle, Sarah Palin, que ha acompa?ado su derrota con una descarga de resentimientos. Obama, en su discurso, advirti¨® sobre las dificultades, "los percances" y "los pasos en falso"; prometi¨® escuchar, e invit¨® a "un nuevo esp¨ªritu patri¨®tico responsable", con una naturalidad y una ausencia de grandilocuencia muy propia de la manera de hacer de las mujeres, que priman la comprensi¨®n y el entendimiento sobre la autoridad. Al dirigirse al resto del mundo, no amenaz¨® a nadie: al contrario, dijo que "nuestras historias son diferentes, pero nuestro destino es el mismo". Ni pueblo escogido, ni potencia marciana que quiere dominar el mundo: simplemente, una parte importante de la humanidad. Desde esta voluntad de compartir, anunci¨® el compromiso de vencer a quienes "quieren derrumbar el mundo". No desde el exhibicionismo militar o desde la insolencia del dinero, sino desde "la democracia, la libertad, la oportunidad y la esperanza firme". Algo se mueve en EE UU, algo se mueve en el mundo. -
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